Objetivos de Año Nuevo: por qué muchos fracasan y cómo plantear metas realistas sin frustrarse
El final del 2025 y el comienzo de 2026 invitan a realizar balances y fijar nuevos propósitos. Sin embargo, es clave definirlos de manera práctica para no abandonarlos.
Frustración, desgano, desmotivación, ansiedad y estrés. Las personas que no cumplen los objetivos que se plantearon corren el riesgo de estancarse y quedar expuestas a esos estados psicológicos, que pueden derivar hasta en depresión. En Año Nuevo suelen trazarse nuevas metas de cara al próximo año y los especialistas recomiendan idear propósitos realistas para no asegurar un camino al fracaso.
Una encuesta publicada en 2023 por la revista Forbes advirtió que apenas el 1% de las personas logra mantener sus objetivos de Año Nuevo durante los 12 meses. La mayoría los abandona tempranamente, ya que el 22% los deja en febrero, otro 22% en marzo e incluso el 8% en enero.
En tal sentido, un relevamiento de la Universidad de Estocolmo, difundido en la revista científica Plos One, diferenció entre tipos de metas de Año Nuevo: el 58,9% consideró que tuvo éxito al lograr hábitos positivos, como hacer actividad física o mejorar la alimentación, mientras que la cifra cayó al 47,1% cuando la intención era evitar un impacto negativo, como evitar el estrés o no subir de peso. El estudio fue dado a conocer en 2020.
"El gran problema de las metas o los objetivos que nos proponemos en diciembre, más allá de lo político, económico y social, es que es un contexto absolutamente exitista y que busca la fama. Con esto y la búsqueda de reconocimiento, la gente se coloca objetivos más allá de las posibilidades, sin medir las chances que tiene", señaló el psicólogo y escritor Marcelo Ceberio (MN 9987) en diálogo con C5N.
Persona frustrada
No cumplir objetivos puede generar frustración.
En tanto, el especialista marcó la importancia de reconocer los propios recursos: "La antesala para elaborar una meta implica tener una buena autoestima, que se trata de reconocer los recursos y las posibilidades de lo que se puede y lo que no. Esto implica evitar la frustración porque si una persona tiene un listón de 80 y se fija una meta de 150, es muy factible que fracase, se critique y se bastardee. Es comprar un pasaporte anticipado hacia el fracaso".
También aconsejó avanzar gradualmente. "Si se coloca una meta concreta de acuerdo a las posibilidades, se puede elaborar un proceso con pasos, lo que permite ir cumpliendo. Eso lleva a un gran nivel de motivación porque en cada estación, uno se puede motivar y decir 'llegué a esta meta intermedia, ahora voy a alcanzar la próxima'. Así hasta llegar al final", expresó.
No obstante, aclaró que las sugerencias no significan bajar la ambición: "Colocarse metas realistas no implica ser un conformista. Uno se puede plantear una meta realista evaluando sobre lo que no puede y colocándose una meta ambiciosa, desafiante e interesante".
"Si vos lo querés, todo lo podés": un arma de doble filo
En este marco, el psicólogo Daniel Dauria (MN 37695) sugirió evitar la positividad tóxica. "En Año Nuevo aparece una fantasía de salvación, como si el paso al 1° de enero fuera suficiente para cambiar una vida. Ahí surgen los objetivos desmedidos o poco realistas. Encima, vivimos en una cultura que repite la idea de 'si vos lo querés, todo lo podés'. Esa frase, aunque a veces se piensa como motivadora, es violenta porque no todos pueden, ni tienen el mismo momento ni las mismas condiciones", explicó en diálogo con C5N.
"Esas frases niegan el contexto, lo que provoca frustración en un plazo corto. Muchos objetivos no nacen del deseo genuino de mejorar, sino del rechazo a lo que uno es en el presente. Algunos piensan 'el año que viene voy a ser mejor' y entonces las metas son más idealizadas, productivas, disciplinadas y exitosas, pero no coincide con lo que existe hoy de la persona", añadió.
Persona frustrada
Los especialistas recomiendan evitar los objetivos inalcanzables.
También describió las características de las metas alcanzables y las inviables: "Los objetivos tóxicos son rígidos, extremos, no admiten ajustes, es a todo o nada. Los objetivos reales, por su parte, son flexibles, se manejan progresivamente, tienen en cuenta los momentos de vida como un duelo, una pérdida o una separación".
En este marco, advirtió que se debe abandonar las intenciones que provoquen molestias. "Muchas veces es saludable dejar de insistir con las metas que generan malestar porque dañan. A veces se escucha 'esto me motiva', pero es mucho más perjudicial que soltarlo. La pregunta que casi nadie se hace cuando plantea metas es si ese objetivo mejora realmente la vida o sólo la imagen de lo que se quiere mostrar. Cuando la respuesta apunta más a la mirada externa que al bienestar interno, esa meta será insostenible", definió.
Cerrar una puerta para plantearse nuevos objetivos
En tanto, Dauria recomendó no exigirse una transformación total de vida en el marco de un inicio de año, ya que propuso analizar sinceramente las herramientas. En esta línea, el psicólogo ejemplificó con una persona que busca correr una maratón en enero, pese a que no entrenó durante el año anterior.
Por su parte, Ceberio indicó que se debe cerrar el ciclo anual para formular objetivos. "En diciembre confluye un cierre y una apertura porque uno hace el balance de lo que hizo y a lo que pudo llegar y está cerrando para volver a abrir un nuevo ciclo. Para plantear nuevos objetivos y metas es necesario hacer un buen cierre. Uno no puede abrir una puerta que quedó abierta: si no se cierra 2025, no se puede abrir claramente un 2026", señaló.
"Esto no implica que hayamos quedado en deuda con algunos objetivos. A veces se piensa 'no pude cumplir algo'. Entonces, hay que cerrar 2025 y volver a abrir para ver si en 2026 se logra terminar o empezar a desarrollar el objetivo que no se pudo cumplir en el año que termina", agregó el psicólogo.
Realizar el balance del año en enero y no en diciembre
Por otro lado, a contramano de lo que realiza una gran porción de la sociedad, Ceberio indicó que un año debe evaluarse en enero, cuando recién terminó: "En diciembre tenemos la manía exaltativa y en enero, después de las Fiestas, la gente está mucho más tranquila y posiblemente de vacaciones. Ese es el momento para reflexionar, hacer balances y plantearse metas".
En tal sentido, profundizó: "En diciembre, cuando se cierran los balances de las empresas, los jefes apuran o se está de fiesta en fiesta porque todo el mundo dice de encontrarse antes de que termine el año y con todas las corridas, además de la locura propia de querer hacer cosas que no se hicieron en el año, es un furor maníaco. Ese momento no es para hacer balances porque no queda tiempo".
Clima Navidad
Los psicólogos recomiendan realizar los balances de año luego de las Fiestas.
También Dauria reconoció que distintas personas esconden su cansancio sobre el final de un año cuando están con otras: "Aparece el imperativo de que hay que estar bien y agradecidos por un año que se termina. Esto genera una presión emocional silenciosa y se empieza a ver las cosas negativamente. Lo más lógico es llegar agotados, preocupados y desorientados pero uno siente que no está permitido hablar de eso porque están todos festejando".
En tanto, el especialista aconsejó observar detenidamente lo ocurrido en un año: "Aparece la culpa porque uno no está feliz o no tiene objetivos, pero puede ser un cansancio emocional acumulado porque no le fue bien en el año, por ejemplo porque lo despidieron de un trabajo. Todo se amplifica, por lo que si a una persona le fue mal, piensa que le fue inmensamente mal o si le fue más o menos, le fue mal. Hay que analizar los puntos que no fueron malos porque a nadie le pudo haber ido inmensamente mal en todo el año".
El riesgo de las comparaciones con otros
Asimismo, Ceberio apuntó hacia los contrastes entre los logros individuales: "De por sí, los argentinos somos quejosos, críticos y miramos lo que hicieron otras personas. La comparación genera competencia y rivalidad. También provoca envidia, que es un sentimiento tóxico en donde cuando una persona intenta entrar en patrones comparativos, se ubica por debajo y trata de destruir a la otra persona, por lo que no existe la envidia sana".
"Si una persona envidia a otra, tratará de destruirla consciente o inconscientemente. No es una destrucción para conseguir un logro, sino que pasa por descalificarlo, reducirlo o minimizarlo. Detrás de esto está la imposibilidad de que uno no lo logró, pero la otra persona sí", expresó.
También expuso que se debe valorar los resultados ajenos. "En cambio, la admiración es motivante: uno le pregunta al otro cómo lo logró para ver si tiene las mismas posibilidades. Hay que pensar en uno, evitar las comparaciones, no buscar valoración alrededor, celebrar los logros de los demás, admirar y preguntarle a la otra persona sobre las posibilidades que tengo", marcó.