Pensó que caminaba cada vez más lento por su edad pero el médico reveló lo peor

Lo que parecía ser un síntoma menor escondía un cuadro mucho más serio, que exigió atención inmediata y un enfoque completamente distinto.

  • Ángela Llewellyn fue diagnosticada con Parkinson en 2022, a los 73 años, tras notar cansancio y lentitud al caminar.
  • Su fisioterapeuta, que detectó cambios en su comportamiento físico, insistió en estudios más profundos que confirmaron la enfermedad.
  • Aunque no tiene temblores, experimenta debilidad, lentitud cognitiva, problemas de conexión social y dificultades para realizar tareas cotidianas.
  • El Parkinson redujo su autonomía: se cansa después de 5000 pasos, no puede subir cuestas, ya no viaja como antes y necesita un bastón para mantener el equilibrio.

La percepción de que ciertos cambios físicos se deben simplemente al paso del tiempo es algo frecuente, especialmente cuando aparecen pequeños signos que parecen propios del envejecimiento. Así ocurrió con Ángela Llewellyn, quien comenzó a notar que caminaba cada vez más lento, un síntoma que adjudicó en un principio a su edad y al desgaste natural del cuerpo.

Sin embargo, con el correr de los días, la dificultad para moverse se volvió más evidente y comenzó a interferir con actividades cotidianas. Esa evolución inesperada despertó preocupación y llevó a buscar una opinión profesional, ya que algo no encajaba con la idea de un simple proceso normal del organismo. La consulta médica se convirtió entonces en un paso indispensable.

Qué descubrió la mujer cuando fue al médico por una "caminata lenta"

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En noviembre de 2022, cuando tenía 73 años, a Ángela Llewellyn le confirmaron un diagnóstico de Parkinson que transformó por completo su vida. Hoy, con 75 años, recuerda que trabajó más de cuatro décadas como enfermera en el Centro de Salud Narberth, en Pembrokeshire, Gales.

A pesar de mantenerse activa, comenzó a notar que su ritmo al caminar disminuía y que se fatigaba con facilidad, aunque al principio lo atribuyó a su edad y a la recuperación de una cirugía de rodilla. Su médico de cabecera no detectó nada preocupante, pero su fisioterapeuta insistió en que algo no estaba bien y recomendó estudios adicionales. Fue entonces cuando una tomografía reveló que padecía Parkinson.

Ángela recuerda el momento como un verdadero impacto, ya que siempre se consideró alguien cuidadosa con su salud. Aunque no presenta temblores, explica que se siente más débil, piensa con mayor lentitud y le cuesta mantener la mirada o conectar con los demás. También tiene la sensación de estar perdiendo su sonrisa. A pesar de conservar cierta autonomía para actividades diarias, algunas rutinas, como maquillarse los ojos, se le han vuelto difíciles o imposibles. Puede caminar alrededor de 5000 pasos antes de agotarse y evita las pendientes porque pierde el equilibrio.

Confiesa que a veces se siente frustrada por todo lo que cambió: ya no puede viajar al exterior como antes y usa un bastón para mantenerse estable. Aunque aún intenta sostener su independencia, reconoce que el Parkinson ha limitado aspectos importantes de su vida diaria.

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