Los secretos sobre la serie del crimen de Fernando Báez Sosa: ¿quieren humanizar a los asesinos?

El lanzamiento en Netflix de 50 segundos reencendió el debate sobre el asesinato de Fernando Báez Sosa y las interpretaciones que aún dividen a la sociedad. La docuserie incorpora la voz de los condenados y de sus familias, y abre un nuevo capítulo en la discusión pública sobre la responsabilidad penal, el tratamiento mediático del caso y las tensiones que persisten en torno a uno de los crímenes más impactantes de los últimos años.

El reciente estreno de la mini serie documental “50 segundos” en Netflix, reabrió el debate en torno al brutal asesinato de Fernando Báez Sosa la madrugada del 18 de enero de 2020. Con testimonios que incluyen a los padres de los “rugbiers” y hasta a los propios condenados, la serie indaga en aspectos inherentemente jurídicos pero también en la trama social y mediática que rodeó al caso.

“¿Quién financia una historia que busca humanizar a los asesinos?”, se preguntan en Zárate los vecinos que volvieron a revolver en la memoria emotiva todo lo que el crimen de Fernando significó para su ciudad. “Está bueno que hablen las familias de los rugbiers porque a ellos también le arruinaron la vida”, esgrimen otros vecinos mientras este cronista indaga en sus sentimientos al ver el documental.

Los tres capítulos de “50 segundos” fragmentan para volver a unir los trazos de una de las tramas más dolorosas de la opinión pública en la última década. Un “loop de muerte”, según uno de los entrevistados, con uno de los crímenes más registrados de la historia policial reciente. Que pareció oponer entre víctima y victimarios, dos mundos donde la ficción también logró operar sus propios mecanismos.

Un grupo de asesinos "hijos del poder” como recuerdan algunos en Zárate, contra un “pibe bueno, solidario y preocupado por los suyos sobre todo”, tal como describen familia y amigos a Fernando Báez Sosa. Es que Fernando lo era y eso no debe ponerse en discusión. Pero del otro lado el imaginario social construyó figuras no tan ajustadas a lo real, que la mini serie busca desmontar.

¿Eran rugbiers? Si pero no todos. ¿Hijos del poder? Difícilmente más allá de que aún en Zárate se pregunten cómo eran conocidos por golpear a quien les pareciera durante tantos años sin que nadie hiciera nada. Una trama que racionalmente no parece extraña a grupos violentos de cualquier ciudad del país.

Fernando Báez Sosa condenados

Pero los “rugbiers” mataron y lo hicieron de la forma más cruel posible, atacando en grupo a un joven que no solo no esperó ser su víctima sino que atinó a levantar uno de sus brazos, tal vez pidiendo clemencia, antes de que una patada en la cabeza le arranque la vida.

Y así fueron condenados con la más alta de la calificación penal: homicidio agravado con una pena única: prisión perpetua. Pero hay allí algo que nos hace volver a pensar en la pieza audiovisual. Los 8 “rugbiers” fueron condenados en 2023 por homicidio doblemente agravado por el concurso premeditado de dos o más personas y alevosía.

En cuanto al concurso premeditado de dos o más personas, la etimología de los términos, habla con claridad de lo que la agravante implica: que el asesinato de Fernando fue planificado con la intención de causarle la muerte y los roles de los asesinos fueron cuidadosamente asignados.

Esa figura fue atacada por la defensa al explicar que no resultaría posible elucubrar semejante plan, con distinción de roles, en apenas segundos y que aquello no fue más una trágica pelea que terminó en homicidio.

Así lo planteó Máximo Thomsen, condenado a perpetua, durante el documental. Tras hacer un breve relato de cómo había sido ese día admitió que habían estado bajo los efectos del alcohol desde hacía, al menos, 13 horas antes y que todo comenzó cuando dentro del boliche Le Brique “me pegaron por la espalda y me sacaron”.

“Mi conflicto fue con los de seguridad, en ningún momento miré quién estaba peleándose o algo”. Ya afuera, Thomsen dijo que pegó patadas sin mirar. Pero Thomsen no fue la única voz de los condenados en la serie de Netflix. Y allí radica tal vez lo más resonante de la pieza.

A su turno, Luciano Pertossi, otro de los condenados a cadena perpetua, dijo sentirse víctima de la presión de la opinión pública al afirmar que en el juicio se los juzgó “por otro lado”. Ciro Pertossi, su hermano, también condenado a perpetua fue más consistente en ese sentido: “nosotros ya estábamos condenados de antes. Era imposible que de ahí saliéramos con algo a favor”.

Las voces de los “rugbiers” se superponen en ese capítulo de la serie donde no todos hablan de perdón o arrepentimiento más allá de que queda claro que en el penal de Melchor Romero, esa es la sensación que los asiste.

Enzo Comelli, otro de los condenados a prisión perpetua, así lo puso en palabras: “esto me sirve para darme cuenta de la buena vida que tenía y no la valoraba. Estoy muy arrepentido de todo lo que pasó, 100%. Y me voy a arrepentir siempre. Sin intención de haberlo causado, pero arrepentido, al fin y al cabo”.

Comelli allí habla de algo que resulta clave, la intención, y allí su testimonio se ve atravesado por una cuestión central que la justicia durante el juicio resolvió contra los agresores y asesinos de Fernando.

Es que la intención es aquello que distingue un hecho doloso de uno culposo. Fue así que durante el juicio la defensa intentó demostrar que la muerte de Fernando no fue un hecho buscado por ninguno de los imputados. Intentaron establecer así, que se trató de una muerte devenida de una pelea donde no hubo intención de matar, es decir, no hubo dolo.

Estrategia enfáticamente refutada por los fiscales y la querella que encabezó Fernando Burlando. Es que para la acusación se trató de un homicidio, no sólo planificado, sino que ejecutado con alevosía. Tesis criminal que luego se vio confirmada con la condena del Tribunal.

Graciela Sosa Fernando Báez Sosa

Pero cuando la defensa recurrió ante la Cámara de Casación Penal obtuvo un fallo que tal vez sea clave para que voces de los condenados y sus familias ahora sean parte de “50 segundos”.

Es que el tribunal de casación confirmó la condena pero le dio la razón a la defensa en torno a uno de los dos agravantes. Es que consideró que no fue un homicidio agravado por alevosía. Es decir, concluyeron que los asesinos no “se aprovecharon del estado de indefensión de la víctima” para darle muerte.

Ese fallo abrió para la defensa un universo, que en otra recurrencia a la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, buscará echar por tierra el otro agravante por el cual fueron condenados: el concurso premeditado de dos o más personas.

Es que esa figura penal es una de las más difíciles de probar en un hecho de estas características. Y si bien el Tribunal de primera instancia entendió que el homicidio de Fernández Báez Sosa logró planificarse en apenas poco segundos, dividir roles para así dar muerte, la defensa ya con uno de los agravantes resueltos por la Cámara de Casación Penal, buscará hacer caer el último sostén de la cadena perpetua.

Así las cosas, el debate vuelve a abrirse y así también lo hace la herida que el asesinato de Fernando Báez Sosa dejó en una sociedad, que a pesar de haber visto en loop como fue asesinado, parece no haber aprendido nada.

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