Una Corte Suprema tan desprestigiada como la menemista

La Corte de nuestro días tiene muchas similitudes con aquella de la "mayoría automática" de los `90: también es veloz cuando se trata de validar políticas económicas empresariales o proteger intereses corporativos.

Esta Corte Suprema no tiene respaldo del pueblo, es un tribunal que no resiste esa demanda popular porque no falla de acuerdo a la Constitución y está alineada al poder empresarial y el poder real.

Pero no es la primera Corte que se comporta así: hace ya 20 años la sociedad reclamó el fin de la Corte menemista, entendiendo que se necesitaba un máximo tribunal más cerca de los intereses del pueblo.

Aquella Corte, que se hizo conocida como la de la "mayoría automática", al igual que la actual, tuvo fallos regresivos en el ámbito laboral, redujo los derechos de los trabajadores, convalidó la privatización de Aerolíneas Argentinas y solo marcó la inconstitucionalidad del "corralito" ideado por el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo por temor al juicio político de sus miembros.

La Corte de nuestro días tiene muchas similitudes y también es veloz cuando se trata de validar políticas económicas empresariales o proteger intereses corporativos, como en los casos de los fallos por los traslados de los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi.

Cortesanos que se autovotan, no tienen perspectiva de género o que están vinculados con servicios de Inteligencia. Y que desde noviembre de 2015 se ganaron el descrédito con distintos fallos regresivos en material laboral, en delitos de lesa humanidad y con sus omisiones en las causas sobre espionaje ilegal.

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