Apenas nueve meses lleva Pedro Castillo como presidente de Perú, quien ya afronta sus horas más difíciles al frente del país: el pasado 29 de marzo, el Congreso rechazó la segunda moción de destitución con 55 votos a a favor y 54 en contra, pero, lejos de fortalecerse, salió debilitado y con un estallido social que pone a su gobierno en jaque una vez más.
Estas últimas manifestaciones responden a una precaria situación económica: todo se desató luego de un paro de transportistas por el aumento del combustible, que responde a la inflación interna y a la guerra en Ucrania que disparó el valor del petróleo en todo el mundo.
De fondo, sin embargo, está la debilidad institucional: la decisión del toque de queda y de Estado de emergencia potenció las manifestaciones, lo cual desató enfrentamientos con la Policía que dejaron varios muertos (se contabilizan, hasta el momento, cuatro) y decenas de heridos.
La gran pregunta es qué podría pasar en Perú. Y la respuesta es que podría suceder lo que viene pasando en otros países de la región: la destitución del Presidente porque no cuenta con apoyo interno suficiente. Si bien ya se salvó de lo que en Perú se denomina "Estado de vacancia" en dos ocasiones, las encuestas muestran que, incluso quienes lo votaron, ya muestran su desaprobación.
Las idas y vueltas de Castillo desnudan las dificultades que tiene para encontrar el rumbo: cambió de gabinetes en pocos meses, dos procesos destituyentes, una crisis económica grave y poco apoyo en el Congreso lo mantienen en la cuerda floja.