¿Conocés el juego de las cuatro “enes”? Esas cuatro enes que nos ilusionan con la dicha y nos demuestran el hondo vacío existencial: Nunca, Nada, Ni, Nadie.
Un recordatorio profundo y amoroso: nada externo puede llenar el vacío interno. Sólo cuando dejamos de mendigar afectos, revisamos nuestras creencias y aprendemos a habitarnos con amor, empezamos a crear una vida propia, consciente y auténtica.
¿Conocés el juego de las cuatro “enes”? Esas cuatro enes que nos ilusionan con la dicha y nos demuestran el hondo vacío existencial: Nunca, Nada, Ni, Nadie.
Nunca nada ni nadie va a llenar tu vida a no ser que vos aparezcas rotunda y definitivamente allí como el héroe de tu película, como el protagonista de tu historia de amor.
Nunca: ni los recuerdos del mejor pasado, ni los rencores de los golpes de otros tiempos, ni siquiera los anhelos de lo que todavía no llegó, y que seguramente no llegue jamás (al contrario de lo que supone la mente baja).
Nada: ni siquiera esa situación tan ansiada permanece más de un instante, y solo intentamos recrearla o vivir una excitación que nos recuerde que estamos vivos.
Nadie: ni siquiera un hijo, por mencionar lo más preciado dentro de la telenovela cotidiana, puede completar, desde afuera, la falta de percepción de tu divinidad interna.
Muchas veces seguimos siendo mendigos de la permanencia de otros en nuestras vidas, o de sucesos que deberían darle sentido a la venida a este plano.
No nos enseñan, de chicos, a estar en contacto con nosotros mismos, a confiar en nuestro valor como ser humano. Y la verdad es que valemos solo por el hecho de existir. Somos valiosos simplemente por estar vivos. Ya lo explica tan bien Osho: “No importa que te amen o te critiquen, te respeten, te honren o te difamen, que te coronen o te crucifiquen; porque la mayor bendición que hay en la existencia es ser tú mismo”.
Como seres humanos, construimos una personalidad basada en un sistema de creencias que adquirimos por los cuidadores primarios (de nuestros padres, madres, tíos, abuelos, maestros, etc.). Muchas veces estas creencias, que son pensamientos fuertemente sostenidos en la mente durante mucho tiempo, nos generan tanta angustia que las proyectamos fuera de nosotros, a veces de manera consciente y otras de un modo inconsciente.
¿Quién no ha recibido alguna vez palabras hirientes de alguien (palabras que a su vez ese alguien recibió cuando era niño de boca de otra persona)? Vamos heredando palabras, ideas y conceptos ajenos. Tenemos que saber que lo que los demás ven de nosotros no es más que la mirada que el otro tiene de nosotros.
Todo esto te va a ayudar a que la realidad física, que es un espejo de lo que estás vibrando (de la energía que sos) te conecte con la sincronicidad positiva en circunstancias, situaciones y relaciones que coinciden con tu actitud frente a la vida.
Recordá que la mejor relación siempre es con vos mismo. Si en una relación experimentás indiferencia o rechazo (incluso hasta maltrato) es señal clara de que no te estás amando lo suficiente como para sostener, con firme convicción, relaciones de amor, de empatía y de gozo.
De este modo, al ser consciente de que todo lo que experimentes afuera es un reflejo de tu interior, podrás ser responsable de lo que elijas pensar, sentir y actuar en tu vida cada día.
¡Ya no hay excusa! No podés depender del otro para que llene tu vacío interno: sos responsable de generar por vos mismo una vida que te guste. Ahora sabés que sería ilógico enojarse porque el reflejo de tu cara en el espejo no sonría; sería incoherente gritarle que sonría, primero debés simplemente sonreír, y eso es lo que el reflejo va a espejar.
En consecuencia, no importan las situaciones que te toca vivir, sino quién sos frente a esas situaciones y cuál es la actitud que adoptás.
Sonreí, amate y sabé que sos el creador de tu propia realidad. Mirá esta frase genial: “Creer es crear, y lo que tú crees… eso creas”. ¿Qué estás creyendo y creando?, ¿cuáles son tus creencias de vos mismo cada día?, ¿son positivas? Recordá que los pensamientos son vibraciones, y así como vibrás, así vas a atraer. Por eso: jugá a amarte, a aceptarte y a ser feliz!