Las ollas retienen calor y favorecen la proliferación de bacterias en la comida.
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Guardar sobras en la olla puede generar intoxicaciones alimentarias por el enfriamiento desigual.
Las ollas metálicas reaccionan con comidas ácidas, liberando partículas no saludables.
La OPS advierte que la temperatura ideal para conservar comida debe ser menor a 5 °C.
Lo recomendable es usar recipientes herméticos y dividir las porciones antes de refrigerar.
Aunque parezca una solución práctica, guardar una olla con comida en la heladera puede ser un error grave para la salud. Los especialistas en seguridad alimentaria aseguran que este hábito cotidiano facilita la proliferación de bacterias y altera la calidad de los alimentos.
El principal problema es que el tamaño y el material de la olla impiden que el enfriamiento sea uniforme. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), esto genera zonas con temperaturas entre 5 °C y 60 °C, el rango ideal para la multiplicación bacteriana. Si la comida se mantiene así durante horas, el riesgo de intoxicación aumenta considerablemente.
Además, estudios como el de Environmental Sciences Europe revelan que las ollas de aluminio o acero pueden reaccionar con ciertos ingredientes, especialmente los ácidos como el tomate o el limón, modificando el sabor y liberando compuestos metálicos.
Olla
Las ollas metálicas pueden alterar el sabor y liberar compuestos al contacto con ácidos.
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Por qué no hay que guardar una olla con comida en la heladera
Los especialistas de la Clínica Universidad de Navarra recomiendan enfriar los alimentos en recipientes pequeños de vidrio o plástico apto para alimentos, bien tapados y etiquetados con la fecha de preparación. Así, la temperatura baja de forma pareja y se conserva la frescura sin riesgo.
También sugieren no dejar la olla a temperatura ambiente por más de dos horas, dividir las porciones para acelerar el enfriamiento y no almacenar comidas perecederas más de cinco días. En el caso de carnes o pescados, el plazo máximo es de 48 horas.
Heladera 1
Mantener la comida refrigerada correctamente evita intoxicaciones alimentarias.
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Cambiar este hábito no solo previene enfermedades, sino que también mejora el sabor y la textura de las comidas guardadas. Una simple modificación en la rutina de conservación puede marcar la diferencia entre un plato seguro y uno contaminado.