El 6 de abril de 1900, Cayetano Domingo Grossi, conocido como el primer asesino serial argentino, fue ejecutado en el parque interno de la Penitenciaría Nacional de la Avenida Las Heras, en Buenos Aires. Grossi, un arriero de vida oscura, dejó una marca indeleble en la historia criminal de Argentina al ser hallado culpable de los homicidios de tres de sus propios hijos, nacidos como resultado de las violaciones perpetradas contra sus hijastras, Clara y Catalina.
El caso, envuelto en un clima de horror e indignación, reveló un sistema de justicia que también condenó a las víctimas. La esposa de Grossi, Rosa de Nicola, junto con sus dos hijastras, fue sentenciada a tres años de prisión bajo la acusación de ser cómplices en los infanticidios. Sin embargo, las pruebas y los testimonios apuntaron a Grossi como el único responsable de los terribles crímenes.
Grossi intentó desviar la culpa hacia las mujeres de su casa, argumentando que ellas habían cometido los asesinatos y que los padres de los niños eran supuestos amantes ocasionales. Esta estrategia no convenció a la justicia, que finalmente lo condenó a la pena máxima. El caso generó un fuerte impacto en la sociedad de la época, no solo por la brutalidad de los crímenes, sino también por las sentencias desproporcionadas hacia las víctimas femeninas.
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Tres mujeres víctimas también fueron injustamente condenadas por el sistema judicial.
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Quién era Cayetano Domingo Grossi, asesino serial de niños
Cayetano Domingo Grossi trabajaba como arriero y vivía junto a su familia en condiciones de pobreza extrema. La investigación del caso reveló un patrón de abuso sistemático dentro del hogar. Las hijastras, Clara y Catalina, no solo sufrían constantes agresiones sexuales, sino que también quedaron embarazadas de su propio padrastro. Los bebés nacidos de estas violaciones se convirtieron en las víctimas mortales de Grossi.
La sociedad de finales del siglo XIX quedó conmocionada por el carácter macabro del caso. Este fue uno de los primeros episodios documentados en el país en los que un criminal no solo asesinaba a sus víctimas, sino que lo hacía dentro de su propio núcleo familiar, rompiendo todos los códigos éticos y morales de la época.
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Cayetano Domingo Grossi fue ejecutado en 1900 por asesinar a tres de sus propios hijos.
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El juicio y la posterior ejecución de Grossi fueron ampliamente cubiertos por los medios de comunicación, convirtiendo este caso en un símbolo de la necesidad de revisar el sistema judicial de la época, que no solo falló en proteger a las víctimas, sino que también las revictimizó.