Este crimen estuvo 16 años sin resolverse pero un avance tecnológico dio con la respuesta: cómo fue el caso
Nuevas herramientas, métodos modernos de análisis y técnicas forenses impensadas al momento del hecho permitieron revisar pruebas antiguas desde otra perspectiva.
El caso del asesino que revolucionó la investigación criminal en Europa
El doble crimen ocurrió en 2004 en Linköping y dejó como víctimas a un niño de ocho años y a una mujer que intentó ayudarlo.
A pesar de contar con ADN y numerosas pruebas, la investigación permaneció estancada durante 16 años.
Un cambio legal en 2019 permitió usar genealogía genética para avanzar en el caso.
En 2020, Daniel Nyqvist fue identificado, arrestado y confesó los asesinatos.
Durante más de una década y media, un expediente permaneció abierto sin respuestas, acumulando hipótesis, pistas inconclusas y el peso del paso del tiempo. El crimen, que conmocionó a la comunidad en el momento en que ocurrió, parecía condenado a engrosar la larga lista de casos sin resolver, esos que se enfrían mientras familiares y allegados esperan una verdad que no llega.
Sin embargo, los avances tecnológicos comenzaron a cambiar el rumbo de investigaciones que durante años estuvieron estancadas. Así, lo que parecía un callejón sin salida volvió a ponerse en movimiento. El caso de Daniel Nyqvist se convirtió en un ejemplo de cómo la tecnología puede reescribir la historia de un crimen.
Cómo fue el doble asesinato que sacudió a Suecia y estuvo 16 años sin resolverse
Daniel Nyqvist
En 2004, la ciudad sueca de Linköping quedó marcada por un doble asesinato que durante 16 años desconcertó a la policía. El 19 de octubre de ese año, Mohamed Ammouri, un niño de ocho años que iba camino a la escuela, fue atacado de manera violenta por un hombre con el rostro cubierto, que lo apuñaló con una navaja. Poco después, Anna-Lena Svensson, una mujer de 56 años que intentó auxiliar al chico tras presenciar el ataque, también fue asesinada. El hecho ocurrió en una zona céntrica y habitualmente tranquila, lo que aumentó el impacto en la comunidad.
Testigos describieron al agresor como un joven de unos veinte años, con abrigo claro y gorro oscuro, que tras cometer los crímenes se alejó caminando con calma. En la escena, la policía halló pruebas clave: el arma utilizada, una gorra ensangrentada y material genético del autor. Aun así, y pese a miles de entrevistas y análisis de ADN, la identidad del responsable siguió siendo un misterio durante años, incluso después de solicitar colaboración internacional.
El quiebre llegó en 2019, cuando un cambio legal en Suecia habilitó el uso de bases de datos de genealogía comercial para investigaciones criminales. Gracias al trabajo del genealogista Peter Sjölund, que combinó reconstrucción de linajes familiares y genética forense, los investigadores lograron armar el árbol genealógico del sospechoso.
En 2020, el ADN coincidió con el de Daniel Nyqvist, un hombre que había vivido sin levantar sospechas cerca de la ciudad. Tras su detención, confesó los homicidios y explicó que actuó impulsado por pensamientos obsesivos, eligiendo a sus víctimas al azar.