La debacle de Juntos por el Cambio reacomoda el escenario de cara al balotaje 

Tras la decisión de Mauricio Macri de apoyar a Javier Milei y detonar la alianza opositora se abrieron varios frentes en un tablero electoral complejo.

La semana posterior a las elecciones generales estuvo más marcada por la disgregación de la alianza que gobernó la Argentina entre 2016 y 2019 que por los movimientos de los dos candidatos que competirán en la segunda vuelta. En efecto, la decisión de Mauricio Macri, Patricia Bullrich y un puñado de acólitos de expresar su apoyo a Javier Milei dominó la agenda, generando una ruptura con sus socios radicales y de la Coalición Cívica que hoy parece irreversible.

Llegados hasta aquí, quizás convenga preguntarse si la ruptura era evitable, si lo que decidió Macri no aceleró algo que, de cualquier modo, iba a suceder. Es que quizás ciertas situaciones han distorsionado en los últimos años la realidad de una alianza que hace mucho está en crisis.

Desde la derrota de 2019, Juntos por el Cambio ha pospuesto una autocrítica que sólo se ha plasmado en pases de factura y recelos entre algunos dirigentes. Mientras al kirchnerismo se le reclamó durante casi cuatro años que hiciera un mea culpa por la ajustada derrota en el balotaje de 2015, Cambiemos aceptó como si fuera verdad la sentencia de Luis Majul de que en la primera vuelta había habido “casi un empate técnico” en su derrota por 8 puntos de diferencia de 2019.

Milei Bullrich TN

La victoria de 2021 tampoco contribuyó al autoanálisis necesario que el espacio necesitaba para volver a crecer. El macrismo quizás nunca haya leído que en esas elecciones legislativas se encontraron con una victoria sin merecerla. Mucho más atribuible a las consecuencias de la pandemia y a los propios errores del gobierno (con la inaceptable foto de la fiesta de Olivos en el centro de la escena) que a la pericia de los propios cambiemitas.

Con esa perspectiva, las heridas a flor de piel y la fuerte interna entre ciertos sectores del radicalismo y de la Coalición Cívica se llegó a este año. La denuncia de Elisa Carrió, Gerardo Morales y Martín Lousteau de que Mauricio Macri hizo perder la interna a un candidato muy potable como Horacio Rodríguez Larreta y luego se encargó de dinamitar la campaña de la errática y dubitativa Patricia Bullrich no hace falta demasiado chequeo ni bucear en las aguas profundas de la rosca.

Todo eso fue hecho a cielo abierto por el ex presidente, incluso el inocultable flirteo con Javier Milei. Apenas 48 horas después de una nueva derrota en una presidencial (la segunda en dos elecciones) las "halcones" de Juntos por el Cambio decidieron explicitar algo que ya era evidente: que están mucho más cómodos con la osadía anarcoliberal de Milei que con las ataduras morales y los pruritos de quienes fueron sus socios hasta aquí.

Juntos por el cambio

Pero, volviendo al principio, ni está jugada comenzó el domingo de la derrota, ni es extraña para nadie. De hecho, un sector del radicalismo advertía en off semanas antes del primarias que sí Bullrich ganaba la interna, ellos comenzarían a buscar otros rumbos políticos.

Para muchos, la conferencia de prensa en la que la ex ministra de Seguridad anunció su apoyo a la fórmula Milei- Villarruel fue un acto de humillación sólo explicable por algún tipo de presión espuria por parte de su jefe político. Se habla incluso de eventuales “carpetazos” contra ella. A pesar de no contar con información para acompañar ese rumor, sí deberíamos concluir que la sola mención a esto como una posibilidad cierta debería repelernos y que se debe desnaturalizar una sensación que comenzó con el gobierno de Macri: que las decisiones de ciertos dirigentes pueden ser condicionadas por el espionaje y la extorsión.

Para otros, lo que encaró Bullrich era su única salida posible para conseguir sobrevida política. Apuntada -junto con Mauricio Macri- como la gran responsable de que la alianza quedara tercera, invocó la legitimidad de ser la ganadora de la interna para que su carrera no se vaya en fade en cuestión de días.

Si la estratagema saliera bien y el libertario ganara el balotaje, las acciones de ambos volverían a cotizar altísimo, al menos por unos meses. Parece difícil que ese hipotético gobierno, tan débil en los legislativo como en lo territorial, pueda encarar con éxito el ajuste extremo que se propone y no tenga una oposición muy profunda y decidida en pocos meses, además de una reacción muy firme de una sociedad que viene sintiendo los estragos de la crisis de deuda que le propio Macri generó y que el gobierno de Alberto Fernández no supo o no pudo resolver.

Pensando justamente en lo territorial, está claro que la mayor parte de los dirigentes con responsabilidad, se opondrán con mayor o menor énfasis a la llegada de Milei a la Casa Rosada. Los intendentes y gobernadores peronistas han sido muy claros en ese aspecto pero también los son en privado los radicales y de otras pertenencias, que seguramente instruirán a su dirigencia y militancia en sus distritos para que se haga campaña con esa consigna en contra del libertario.

Al escribir estas líneas, el hasta hoy mandamás del PRO asumió la jefatura de campaña de Milei, acercando gente y recursos. ¿Alcanzará con esto y el apoyo superestructural de un puñado de dirigentes fieles a Macri para revitalizar las chances del antagonista de Massa? ¿Alcanzará con la anacrónica invocación al antikirchnerismo para acercar voluntades que permitan ganar el 19 de noviembre? ¿Se puede pasar de ser el candidato anticasta a instalarse en uno de los lados de la grieta política y no desencantar a una parte de los votantes?

En estas semanas que quedan, todas estas preguntas irán teniendo respuesta.

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