La producción audiovisual empuja obras, empleos y exportaciones en rubros tan variados como tecnología, turismo, gastronomía y construcción. Un solo rodaje puede triplicar su inversión en impacto económico.
La industria audiovisual en Latinoamérica se convirtió en uno de los sectores que más dinamismo económico genera. Aunque muchas veces se la vincula solo con el entretenimiento, los datos muestran que su influencia va mucho más allá de la pantalla.
La producción audiovisual empuja obras, empleos y exportaciones en rubros tan variados como tecnología, turismo, gastronomía y construcción. Un solo rodaje puede triplicar su inversión en impacto económico.
La industria audiovisual en Latinoamérica se convirtió en uno de los sectores que más dinamismo económico genera. Aunque muchas veces se la vincula solo con el entretenimiento, los datos muestran que su influencia va mucho más allá de la pantalla.
Argentina, Brasil y México encabezan el ránking regional con ingresos combinados que en 2021 alcanzaron los US$20.000 millones, de los cuales US$3.000 millones provinieron del cine.
El avance del video bajo demanda (VoD), impulsado por la expansión del acceso a internet y a dispositivos móviles, abrió un mercado masivo para la producción de contenido.
Las suscripciones en la región pasarán de 53 millones en 2020 a 116 millones en 2025. Este salto fortalece la economía audiovisual y potencia la demanda de empleo y servicios relacionados.
El último informe sobre el impacto económico de la industria audiovisual en la región, difundido por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), destaca un dato clave: por cada US$10 invertidos en una producción, se generan entre US$6 y US$9 adicionales en otras actividades económicas. Esto se debe a la diversidad de sectores involucrados: construcción, transporte, publicidad, tecnología, textiles, servicios legales, entre otros.
En términos laborales, cada 100 empleos directos en el sector generan entre 50 y 70 empleos indirectos. Esto evidencia un efecto cascada en la economía. Estos efectos inducidos también impactan en el consumo: los salarios que se pagan en la industria terminan alimentando otros rubros como ropa, gastronomía o electrónica.
Un ejemplo claro es Argentina. Una producción audiovisual de US$10 millones puede generar un impacto total de US$30 millones y unos 662 empleos equivalentes a tiempo completo, si se suman los efectos directos, indirectos e inducidos.
En Brasil, cerca del 80% del gasto de la industria audiovisual ocurre fuera de ella. La preproducción, producción, posproducción y distribución requieren servicios profesionales, insumos artísticos, textiles, transporte, hospedaje y tecnología.
Un caso ilustrativo es el de "Pinocho", la versión animada de Guillermo del Toro en 2022. Participaron empresas locales como El Taller del Chucho, el primer estudio latinoamericano especializado en animación cuadro por cuadro. La producción utilizó incluso madera brasileña para efectos sonoros. Un solo proyecto movilizó industrias creativas, técnicas y artesanales.
El informe también menciona los llamados efectos "spillover", beneficios económicos indirectos que impactan otros sectores. El turismo cinematográfico es uno de los más potentes. Tras el estreno de "Coco" en 2017, la ciudad de Morelia (Michoacán, México) registró un aumento del 50% en turistas. En el caso de "Encanto", que retrató paisajes y cultura de Colombia, el gobierno de ese país aprovechó para promover inversiones y visitas.
Este fenómeno también impacta el consumo cultural. Tras el estreno en las plataformas de streaming de la película argentina "La ira de Dios", basada en la novela La muerte lenta de Luciana B., las búsquedas del libro se multiplicaron 33 veces en una semana. Eso probablemente impulsó las ventas, reforzando el vínculo entre el audiovisual y la literatura.
El crecimiento de la industria también generó programas de formación para cubrir la demanda de técnicos y profesionales. Se destacan iniciativas que apuntan a mujeres, comunidades indígenas, personas afrodescendientes y LGBTQ+.
Según el informe, este tipo de capacitación puede ayudar a reducir el desempleo juvenil, según datos de Statista, en Argentina ronda el 19,6%, en Brasil el 14,8% y en Colombia alrededor del 20,6%. Formar nuevos talentos no solo cubre una necesidad del sector, también funciona como herramienta de inclusión y movilidad social.
El peso económico de la industria audiovisual en Latinoamérica no se reduce a sets de filmación y cámaras. Cada proyecto puede activar decenas de actividades distintas, impulsar el turismo, exportar cultura, generar empleo e incorporar tecnología. Argentina, con su tradición cinematográfica y su talento reconocido, tiene una oportunidad concreta para potenciar este motor económico. Las cifras son claras: el cine, la televisión y el streaming no sólo cuentan historias. También mueven miles de millones y transforman realidades.
En la próxima década, las coproducciones internacionales, los programas de capacitación y la digitalización pueden consolidar a Latinoamérica como un verdadero polo global de generación de contenidos. El interés cada vez mayor de plataformas y productoras extranjeras en asociarse con talentos y estudios de la región abre la puerta a proyectos con mayor financiamiento y proyección mundial.
Al mismo tiempo, la formación de nuevos profesionales, impulsada tanto por instituciones públicas como por iniciativas privadas, garantiza un flujo constante de técnicos y creativos preparados para responder a la demanda.
Rocío Taboada es productora audiovisual.