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Los dos españoles recorren voluntariamente los colegios de Ucrania para formar a los adolescentes.
Si bien hacía varios meses que Kiev no sufría un ataque semejante, y con otras 37 réplicas en el resto del país, las personas deben estar listas para brindar auxilio a un herido en cualquier momento. Incluso, para atenderse ellos mismos si un atentado los encuentra en el lugar del infortunio. El Estado no da abasto en brindar todas las capacitaciones necesarias para que la población sepa qué hacer en una emergencia.
Para que la gente sepa colocar correctamente un torniquete, frenar una hemorragia o hacer una reanimación cardiopulmonar (RCP), hay dos españoles que recorren voluntariamente los colegios de Ucrania para formar a los adolescentes en las técnicas de primeros auxilios. Jorge Martin (29) y José Antonio Anchisi (51) nunca sabrán cuántas vidas salvaron sus instrucciones. Pero más de 6 mil jóvenes y sus profesores ya aprendieron cómo hacerlo en los cursos que brindaron desde que comenzó la guerra, en febrero de 2022. La última clase sucedió en una escuela ubicada en la región de Chernobyl, en la que C5N estuvo presente.
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"Les enseñamos que sus manos salvan vidas, a no tener miedo", comentaron los rescatistas.
De camino a la escuela
El viaje comenzó a las 6 de la mañana en la Rasius Force I, un ex vehículo de guarda parques que fue convertido en una camioneta de primeros auxilios por los españoles. Se tardó tres hasta llegar a la escuela rural de la población de Ivánkiv, en la región de Chernóbil. Fueron casi 90 kilómetros de distancia desde Kiev en un camino repleto de baches, controles militares y una Rasius Force I de andar gasolero. “Esta formación es muy especial porque es la última que vamos a dar en nuestra quinta misión de Rescue Life aquí, en Ucrania”, contó Jorge en diálogo con este medio, durante el trayecto que sucedió en una ruta prácticamente deshabitada de vehículos.
“Rescue Life es una academia itinerante. Es una forma de equipar; armar a la población civil. En estas formaciones les enseñamos a salvar vidas con sus manos”, explicó Martin sobre la asociación civil que se creó Ucrania, pero que tenía su preludio en Barcelona.
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Los cursos de primeros auxilios se basan en los protocolos recomendados por la Unión Europea.
Los españoles tenían un proyecto llamado Rescue Bike, en la que brindaban una formación de soporte vital básico destinado a los motociclistas. “Cuando empezó la guerra, la reacción que tuvimos, tanto Pepe y yo, fue sentir la necesidad de hacer algo por Ucrania. Básicamente, decidimos aplicar lo que hacíamos en España, pero con la sociedad civil de aquí”, recordó Martin, quien hace nueve meses que está recorriendo “un país devastado”.
Los cursos de primeros auxilios se basan en los protocolos de soporte vital básico recomendados por la Unión Europea, mientras que los controles de hemorragias siguen los manuales elaborados por Stop The Bleed (detén el sangrado), avalado por los colegiados médicos de Estados Unidos. Martin y Anchisi se enfocaron en las formaciones en las escuelas porque “son el colectivo más vulnerable”.
“El programa está destinado al primer interviniente. Les enseñamos que sus manos salvan vidas, a no tener miedo. El miedo es una de las principales barreras que bloquea a las personas e impide que la gente brinde esa primera mano de ayuda. Pueden hacer más cosas de las que piensan”, aseguró Martin.
“La población civil aquí en Ucrania es un objetivo militar por parte del ejército ruso y el público escolar es un sector que ha tenido que readaptar su forma de existir. Las profesoras son las responsables directas de actuar ante una emergencia ordinaria o causada por una guerra. Parte de la misión pretende llegar a esas zonas rurales de Ucrania, donde sigue habiendo profesores, niños y niñas adaptando su nueva normalidad bajo el cielo de una guerra. Equipando a estas personas con esta formación, de alguna manera les estamos dando una posibilidad más de vivir”, dijo Martin.
Junto a su mejor amigo, Pepe, y Olha Serhiienko –una ucraniana que les colabora con la traducción-, han estado en cientos de escuelas. Cada visita es particular, aunque hay algunas cosas que se repiten y que dan cuentas de esa Ucrania rural de la que habla el español. Nunca falta el recuerdo de alguien que partió al frente, como así tampoco un abundante banquete de bienvenida.
“La gente se alegra; se siente muy arropada con solo ver extranjeros que les están apoyando de la manera que sea. La tendencia es triste. Hay muchos niños y niñas que han perdido a sus padres. Escuelas que, durante la ocupación, fue usada por los rusos como cárceles, centros de tortura, morgue, sitios donde mataban peña”, contó Martin. Él tenía razón. En la Escuela General e Infantil n° I de Ivánkiv, una marea de niños se abalanzó a recibir a los extraños que desembarcaron de la Rasius Force I; las profesoras pidieron algunas fotos; y las cocineras prepararon un almuerzo para ocho comensales cuando solo había tres personas.
Alarmas en Chernobyl
En cuanto al curso, fueron cinco horas intensivas. Una veintena de adolescentes, entre trece y quince años, se capacitaron para atender las emergencias de la guerra. Aprendieron a detectar hemorragias críticas, detener el sangrado –tanto con torniquetes, como con gasas para los casos más profundos- y a hacer una reanimación cardiopulmonar.
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Varios de los adolescentes jugaban con sus teléfonos celulares.
“Cuando sucede un corte arterial, en 45 segundos entramos en shock y a los 60 segundos se pierde el conocimiento. Esto significa que tenemos un minuto para colocar un torniquete correctamente”, explicaba Martin, hasta que una profesora entró al gimnasio de la escuela donde estaba dictándose la formación, ahora interrumpida por esta inquieta mujer. Habían empezado a sonar las alarmas por los ataques aéreos de los rusos.
La escuela entera tardó menos de tres minutos en resguardarse en un sótano oscuro y gélido en el que la humedad brotaba de las paredes. En esta región de Ucrania, el escudo antimisiles no tiene el vigor de la capital y cuando suenan las alarmas hay que esconderse bajo tierra. Nadie parecía tener miedo, ni siquiera los treinta niños de cinco años que habían recibido a los extraños, hacía algunas horas atrás. Varios jugaban con sus teléfonos celulares; otro aprovechó para devorar un sanguchito. Todos reían, como si estuvieran por salir de excursión. “A veces tenemos que quedarnos acá unas tres o cuatro horas”, contó una profesora.
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. “A veces tenemos que quedarnos acá unas tres o cuatro horas”, contó una profesora.
Al igual que un coordinador de campamento, Martin se puso a entretener a los niños. En idioma ucraniano, vociferó la arenga que todos conocen en el país: ¡Gloria a Ucrania! (¡Slava Ukrayini!) Los chicos, todos juntos, respondieron: ¡Gloria a los héroes! (¡Heróyam slava!)
En aquella ocasión, el resguardo del ataque aéreo duró menos de veinte minutos. Al finalizar, todos volvieron a lo suyo. No había pasado nada y la gente en este pueblo rural sabe lo que significa la verdadera llegada de un ataque ruso. Cuando el ejército comandado por Vladimir Putin invadió Ucrania, la principal entrada de las tropas sucedió desde la frontera con Bulgaria, al norte del país. Y una de sus primeras conquistas sucedió en la región de Chernóbil.
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La escuela entera tardó menos de tres minutos en resguardarse en un sótano oscuro.
La guerra que los parió
Haritom Maksim tiene veinte años y es un reciente egresado de la escuela de Ivánkiv. Nunca vivió en otro lugar y hoy trabaja en el mantenimiento del mismo colegio donde estudió. Él estuvo presente el día en que las tropas rusas invadieron su pueblo y las semanas siguientes en las que duró la ocupación. “Me desperté a las cinco de la mañana. Mi madre vino y me dijo ‘la guerra ha comenzado’. Luego, algo explotó a las ocho de la mañana y después estuvo todo más o menos tranquilo hasta la noche, cuando comenzaron las escaramuzas”, recordó el joven, en diálogo con C5N.
“Los rusos llegaron por la carretera de Chernobyl. Al principio, había una gran cantidad de vehículos blindados, transporte de tropas y tanques. Entonces empezó el tiroteo. Hubo tres días de tiroteos interminables. Recuerdo que probablemente eran unos 80 malditos”, dijo Maksim sobre una batalla que produjo cortes de energía durante días.
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"Mi madre vino y me dijo ‘la guerra ha comenzado", recordó Haritom Maksim.
“El ejército –ucraniano-, finalmente se entregó”, contó el joven sobre un hecho que sucedió después de pocas jornadas. Ivánkiv estuvo ocupada por el ejército ruso durante semanas. En febrero de 2022, el asedio invasor llegó a estar a unos veinte kilómetros de distancia de Kyiv. Hasta que las tropas ucranianas organizaron la defensa y replegaron a los rusos hasta lo que hoy conforma el frente de batalla, hacia el este del país.
Por aquellos primeros días de la guerra puede que el joven haya perdido parte de su inocencia. Cuando se le preguntó qué piensa del futuro, él solo pensó en la posibilidad de una nueva invasión en su pueblo. “Si vuelven los rusos, yo seré un soldado de asalto. Atacaré; seré uno más”, dijo Maksim.
“Ya no eres el mismo”
Entre los adolescentes que habían participado de la formación, había un joven que sobresalía del resto. Era notablemente gigante y no parecía tener los 16 años que confesó haber cumplido. Además, fue uno de los que prestó más atención durante la capacitación y varias veces levantó su mano para ser el primero en practicar alguna de las maniobras de primeros auxilios.
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“No eres la misma persona una vez que vives en una guerra por un período largo de tiempo”, resumió Martin.
Al despedirse, Martin le preguntó si había pensado en unirse a la armada, por su figura bestial, en comparación a sus compañeros. “No”, contestó el chico con una sonrisa tímida. Aquella tarde en Chernóbil, algunos se sintieron más cómodos con la idea de quitar vidas; otros, cómo salvarlas. Una de las niñas que había estado en el sótano corrió a Jorge y Olha, antes de que se vayan. Tenía algo importantísimo para ellos: una barra de chocolate para cada uno.
“No eres la misma persona una vez que vives en una guerra por un período largo de tiempo”, dijo Martin, tras un largo silencio, con ambas manos sobre el volante de la Racius Force I y la vista hacia el frente, en el camino de vuelta hacia Kyiv.