La historia de John Wayne Gacy, el "payaso asesino" que agredía sexualmente y mataba a niños sin pudor

Durante años escondió su verdadera naturaleza detrás de un personaje infantil.

El caso de John Wayne Gacy es uno de los más brutales de la historia. El hecho de que se relacionara con niños, y luego sus crímenes fueran con ellos, resulta escalofriante y aterrador. Porque primero se ganaba su confianza y luego los asesinaba.

También conocido como El Payaso Asesino, Gacy incluso fue la inspiración de una historia de Stephen King, para crear al Pennywise de It. En la vida real, el verdadero John fue responsable de la muerte de al menos 33 niños y jóvenes en Chicago en la década de los 70.

El asesino fue detenido varias veces por agresión sexual en los años 60, pero no sería hasta 1978, tras la desaparición de un chico de 15 años, cuando la policía descubrió los cadáveres de 29 niños y jóvenes en su casa y varios más cerca del río Des Plaines. Fue ejecutado por inyección letal en 1994.

John Wayne Gacy

Quién era John Wayne Gacy, el payaso asesino

La imagen de John Wayne Gacy era conocida en Chicago porque era un ciudadano común, animador de fiestas infantiles y realizaba obras de caridad. Sin embargo, detrás de esa sonrisa y su fachada de empresario respetable, se escondía un asesino brutal. Entre 1972 y 1978, Gacy cometió una de las seguidillas de crímenes más atroces que haya conocido el país, torturando y asesinando a más de 30 jóvenes y niños.

Pese a su verdadera naturaleza, logró mantener una doble vida durante años. Incluso muchas veces, se infiltraba en las propias búsquedas de los desaparecidos, caminando junto a padres desesperados que ignoraban que el asesino estaba a su lado.

El arresto de Gacy en diciembre de 1978 sacudió a la sociedad. Los titulares de los diarios se llenaron de horror cuando la policía descubrió los cuerpos de 26 jóvenes enterrados en el sótano de su casa. En total, John Wayne Gacy confesó haber asesinado a 33 personas, y aunque fue condenado a muerte en 1980, su legado continúa siendo un recordatorio perturbador de cómo un “ciudadano honrado” puede esconder la peor de las maldades.

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