Ciudad Prohibida: historia, poder y cultura en el corazón de Beijing

Durante más de cinco siglos fue el núcleo del poder absoluto en China. Hoy, este complejo palaciego de 980 edificios y miles de salas conserva un invaluable legado histórico que atrae a millones de personas cada año que buscan comprender la profundidad de una civilización milenaria.

Miles de visitantes recorren día a día los vastos patios de la Ciudad Prohibida, el palacio imperial más grande del mundo. Entre ellos, muchas mujeres chinas lucen hanfus de seda -la vestimenta tradicional de la etnia Han- o qipaos ceñidos al cuerpo, adornados con bordados finísimos que evocan la antigua corte. Con peinados altos y maquillaje meticuloso posan frente a los salones centenarios. Lo que fue el corazón cerrado del poder imperial chino es hoy un museo vivo, abierto al mundo y convertido en una de las principales atracciones culturales de China.

Durante más de 500 años, desde 1420 hasta 1924, la Ciudad Prohibida fue el núcleo del poder absoluto, el centro del universo según la cosmogonía confuciana, y su acceso estaba reservado a un puñado de personas: el emperador, su familia, eunucos y altos funcionarios. Cualquier otro que se atreviera a cruzar sus puertas sin autorización era ejecutado.

Embed
Ver esta publicación en Instagram

Una publicación compartida de C5N (@c5n)

Todo cambió en noviembre de 1924, cuando el caudillo militar y figura clave del nuevo gobierno republicano Feng Yuxiang derrocó el acuerdo que permitía a Puyi, el último emperador de la dinastía Qing, seguir habitando el palacio tras su abdicación en 1912. Días después de expulsarlo, las puertas de la Ciudad Prohibida se abrieron por primera vez al pueblo. Lo que encontraron dentro era un tesoro inabarcable: 28 colecciones con más de un millón de objetos que narraban la historia, la espiritualidad y el lujo de una civilización imperial.

El 10 de octubre de 1925, Día Nacional de la República de China, el palacio se transformó oficialmente en museo. Una celebración multitudinaria acompañó su reapertura, marcando el comienzo de una nueva era en la que lo que fue símbolo de inaccesibilidad se convirtió en un emblema de la memoria compartida.

Ciudad Prohibida, Beijing, China

La arquitectura del poder imperial

Con sus 72 hectáreas, 980 edificios, en las que hay unas 9.000 habitaciones, y una fosa de 52 metros de ancho, la Ciudad Prohibida es el complejo palaciego más grande del mundo. Fue construida entre 1402 y 1420 por orden del emperador Zhu Di, de la dinastía Ming, quien siguiendo el arte del Feng Shui situó su trono en el corazón de la nación: Beijing. Todo el conjunto está orientado hacia el sur, como dictaban los principios de armonía cósmica.

Rodeado por una muralla púrpura de diez metros de altura, el recinto está dividido en dos secciones: la Corte Exterior, donde se llevaban a cabo las ceremonias políticas y religiosas, y la Corte Interior, espacio íntimo donde el emperador residía junto a su familia y concubinas.

Ciudad Prohibida, Beijing, China

El Salón de la Armonía Suprema, una estructura imponente con 84 columnas y una altura de 30 metros, era el epicentro de los rituales del poder: coronaciones, recepciones de embajadores y celebraciones del Año Nuevo. Los salones de la Armonía Central y la Armonía Conservada servían para banquetes y actos religiosos. Tras ellos, una majestuosa escalinata de mármol —decorada con nueve dragones tallados— recuerda que todo en este lugar estaba diseñado para glorificar el mandato celestial del emperador.

En la Corte Interior se destaca el Jardín Imperial, con sus pinos centenarios, pabellones ornamentados y senderos de mosaico. Allí, en el Salón de la Paz, se cultivaba la imagen de armonía entre el emperador y la emperatriz. El lujo y el protocolo regían cada rincón: no existía una única residencia para el soberano, quien podía pasar una noche en el Salón de Tranquilidad y la siguiente en el de Pureza Celestial. Mientras tanto, las concubinas paseaban por los estanques y pórticos del Jardín Imperial, vigiladas por una corte de eunucos siempre atentos.

Ciudad Prohibida, Beijing, China

La transformación de la Ciudad Prohibida

El esplendor de la Ciudad no la salvó del caos del siglo XX. En 1911, la Revolución Xinhai derrocó a la dinastía Qing, y aunque se respetó un acuerdo que permitía a Puyi seguir habitando el palacio, este fue roto por Feng en 1924. La invasión japonesa en 1933 obligó a evacuar gran parte de los tesoros, y mientras algunos fueron devueltos tras la Segunda Guerra Mundial, otros fueron enviados a Taiwán en 1947, convirtiéndose en el núcleo del Museo Nacional del Palacio en Taipéi.

En 1949, con el establecimiento de la República Popular China, la Ciudad Prohibida volvió a estar en riesgo. La Revolución Cultural amenazaba con borrar los vestigios del pasado imperial, pero el primer ministro Zhou Enlai, consciente de su valor histórico, desplegó un batallón del ejército para protegerla. Gracias a esa decisión, el complejo sobrevivió y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987.

Hoy, más de 17 millones de personas visitan anualmente la Ciudad Prohibida, un lugar que no solo conserva la esencia de una época, sino que pudo reinventarse como símbolo nacional y orgullo cultural. Los salones y jardines que antes solo conocían los pasos silenciosos de eunucos y emperadores ahora vibran con voces en decenas de idiomas, risas, flashes y asombro.

Caminar por sus pasillos es, en sí mismo, un viaje en el tiempo. Y ver a una joven china posar entre columnas centenarias, vestida con un hanfu bordado en oro, no es solo un acto de moda o fotografía: es una forma de reconectar con un legado que alguna vez le fue negado a su pueblo, y que hoy forma parte de su identidad colectiva.

TEMAS RELACIONADOS
DEJA TU COMENTARIO: