A veces, no hace falta recorrer cientos de kilómetros para sentirse lejos de todo. En el interior de Buenos Aires hay rincones que conservan la calma de lo simple, la tradición del campo y una hospitalidad difícil de igualar. Uno de esos lugares es Saladillo, una ciudad que sorprende por su ritmo pausado y su encanto rural en la Argentina.
A poco más de dos horas de viaje, este destino invita a pasar un fin de semana distinto: caminatas entre árboles centenarios, platos caseros que huelen a infancia y paisajes que parecen pensados para bajar un cambio. Saladillo no busca impresionar, sino hacerte sentir parte de su vida cotidiana.
Con parques, museos y espacios naturales que mezclan historia y descanso, el lugar se ganó un lugarcito en la lista de escapadas preferidas de quienes eligen el turismo rural. Lo mejor es que todo queda cerca y el plan se adapta tanto a un día de campo como a una mini vacaciones.
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Dónde queda Saladillo
Saladillo está ubicado en el centro-norte de la provincia de Buenos Aires, sobre la Ruta Nacional 205, a unos 180 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. Es una localidad próspera, pero que conserva su aire de pueblo, con una plaza principal donde los vecinos se saludan y los turistas se detienen a cebar unos mates.
Un detalle curioso es que la plaza cuenta con dispenser solar de agua caliente y cargadores para celulares, un gesto que combina tradición con sostenibilidad. Desde allí, todo queda a mano: se puede recorrer el centro, visitar la iglesia o simplemente caminar por sus calles tranquilas observando las casonas antiguas.
Qué puedo hacer en Saladillo
El plan puede arrancar en el Parque de las Aguas Corrientes, un espacio verde inaugurado en 1930 donde las sombras de los árboles invitan al descanso. Para quienes prefieren moverse un poco más, el Cristo Redentor, ubicado sobre la Ruta 51, ofrece una caminata de cinco kilómetros bajo galerías de árboles y una vista panorámica que se roba todas las fotos del viaje.
También vale la pena pasar por el Museo Municipal, que conserva piezas donadas por los vecinos, restos fósiles y objetos que cuentan cómo se fue formando la ciudad. A unas cuadras, la Iglesia Nuestra Señora de la Asunción deslumbra por sus altares de mármol blanco y vitrales coloridos, una joya arquitectónica poco conocida.
A los alrededores, la ruralidad tiene su propia historia. En Polvaredas, a 27 kilómetros, productores locales abren sus campos para mostrar cómo cosechan nueces pecan o kiwis, una experiencia de turismo productivo cada vez más buscada. Y si el viaje continúa hacia Cazón, el llamado “pueblo del millón de árboles”, se puede visitar el Vivero Municipal Eduardo Holmberg, uno de los más grandes de la provincia, ideal para los amantes de la naturaleza y la fotografía.
En materia de gastronomía, hay propuestas para todos los gustos: desde restaurantes rurales como La Mascota o El Banquete del Bosque, hasta casas de té como Hibiscus, donde los sabores caseros y el aire de campo se combinan en una experiencia única.
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Cómo llegar a Saladillo
La forma más práctica es viajar en auto por la Ruta Nacional 205, desde Buenos Aires, en un trayecto que dura alrededor de dos horas. Quienes prefieran el transporte público pueden tomar un micro desde Retiro o Liniers, con servicios diarios que demoran entre dos y tres horas, dependiendo de la empresa.