Mantener un intestino sano es mucho más que un detalle en la vida diaria ya que se convirtió en un factor clave para envejecer con mejor calidad. Cada vez más investigaciones señalan que la microbiota, ese ecosistema invisible de bacterias que habita en el organismo, puede marcar la diferencia en la salud a largo plazo.
El interés en este tema no deja de crecer. La evidencia científica apunta a que un equilibrio adecuado de la microbiota no solo mejora la digestión, sino que también regula la inflamación, potencia la respuesta inmunológica y tiene influencia en el estado de ánimo. En ese sentido, la alimentación juega un papel fundamental como motor que nutre a estas bacterias.
La hipnoterapeuta Fani García, conocida en redes sociales por divulgar sobre bienestar integral, dio a conocer en un video viral que las personas que llegan a los 100 años comparten un rasgo en común: una alta presencia de bacterias específicas que contribuyen a un envejecimiento saludable. Según explica, favorecer su crecimiento a través de determinados alimentos puede ser una herramienta práctica para sumar años con mejor calidad de vida.
Longevidad oriental
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Cómo alimentar la microbiota y beneficiar la longevidad según una experta
La composición de la microbiota cambia según la persona, influida por factores como la dieta, el entorno, el estrés o incluso el tipo de parto. Pese a eso, estudios recientes muestran que quienes alcanzan los 100 años en buenas condiciones físicas y mentales suelen tener en común la abundancia de cuatro bacterias intestinales asociadas a la longevidad.
La Akkermansia muciniphila se convirtió en una de las bacterias más estudiadas por su rol en la salud metabólica. Ayuda a reforzar la barrera intestinal, disminuye la inflamación crónica y mejora la sensibilidad a la insulina. Para estimularla, se recomiendan alimentos como granada, cacao, arándanos, pistachos y té verde.
Aunque menos conocida, la Doricobacter es una bacteria que está ligada a un metabolismo más eficiente y a una mejor regulación de la glucosa en sangre. Sus aliados principales son la avena, las almendras, la linaza, el kale y los frijoles negros, todos ricos en fibra y compuestos beneficiosos.
En cuanto a la Hostilibacter, depende en gran medida de los almidones resistentes y prebióticos. Entre sus fuentes ideales se encuentran la banana, la papa o el arroz cocido y luego enfriado, así como alimentos fermentados de la cocina asiática como el miso y el tempeh. También el ajo y la cebolla favorecen su desarrollo.
Por último, la Christensenella es una de las bacterias más prometedoras en los estudios de longevidad. Su presencia se relaciona con menor inflamación general, menor índice de masa corporal y una microbiota más diversa. Sus preferidos son los fermentados como kéfir, kimchi o chucrut, junto con vegetales prebióticos como alcachofas y espárragos.
Para la especialista, cultivar una microbiota diversa mediante la dieta puede convertirse en una estrategia concreta para vivir más y mejor. Con elecciones cotidianas como incluir fermentados, frutas ricas en polifenoles o cereales integrales, es posible apoyar de manera natural a estas bacterias que marcan la diferencia en la salud a largo plazo.