Se hace llamar un gurú de la longevidad y sus prácticas dan que hablar en el mundo de la ciencia: de quién se trata

Un empresario convierte su cuerpo en un laboratorio viviente. Sus métodos generan tanto interés científico como polémica ética.

En los últimos años, Bryan Johnson, un empresario tecnológico de California, acaparó los titulares de los principales medios por un motivo que va más allá del mundo de los negocios. Con una rutina estricta y métodos experimentales, busca desafiar el paso del tiempo y extender al máximo la vitalidad de su cuerpo. Su enfoque incluye avances científicos, hábitos extremos y dispositivos de vanguardia, generando tanto admiración como controversia en la comunidad científica.

En lugar de prometer fórmulas mágicas, su estrategia se basa en la autoexperimentación sistemática con protocolos médicos, alimentación precisa y tecnologías diseñadas para optimizar cada función orgánica. Este modelo pone sobre la mesa debates sobre ética, evidencia científica y límites de la intervención humana en los procesos naturales.

El caso de Johnson da cuenta sobre cómo la ciencia aplicada al bienestar personal puede convertirse en un laboratorio viviente. A través de su proyecto Project Blueprint, convirtió su vida cotidiana en un campo de pruebas para medir y reducir su edad biológica, rodeándose de un equipo multidisciplinario que respalda cada paso de su plan.

Bryan Johnson

Quién es Bryan Johnson y cuáles son sus llamativas prácticas para la longevidad

Bryan Johnson, de 48 años, es conocido por fundar y vender una exitosa empresa tecnológica, pero hoy se presenta como un “atleta profesional del rejuvenecimiento”. Luego de un periodo de cambios personales profundos, dejó la iglesia mormona donde creció, finalizó su matrimonio y canalizó su fortuna hacia su nueva misión: revertir los efectos del envejecimiento. Su disciplina, comparable a la de un deportista olímpico, está enfocada en mantener y mejorar sus parámetros biológicos a un nivel extremo.

Su rutina diaria abarca desde el control minucioso de la temperatura corporal al despertar hasta terapias de luz roja, sesiones de sauna, inhalaciones de oxígeno en distintas concentraciones y una hora de ejercicio combinando fuerza, cardio y equilibrio. Desayuna mezclas calculadas de frutos secos, semillas, arándanos y extractos vegetales. Incluso utiliza un casco que irradia luz infrarroja en áreas específicas del cerebro con el objetivo de potenciar su rendimiento cognitivo.

Todo esto se organiza dentro del Project Blueprint, su plan central lanzado en 2021, en donde trabaja con un equipo de 30 expertos en neurología, cardiología y genética para medir, con pruebas clínicas avanzadas, la edad biológica de sus órganos y diseñar intervenciones personalizadas. Este empresario sostiene que su método pudo optimizar decenas de biomarcadores y permitió que se retrase por más de cinco años su edad biológica estimada. Gracias a esto, su start-up Blueprint comercializa análisis de sangre, suplementos y servicios relacionados con la longevidad.

Bryan Johnson
Autodenominado “biohacker”, dedica unas cinco horas por día a una combinación de terapias, ejercicio, suplementación y hábitos estrictos.

Autodenominado “biohacker”, dedica unas cinco horas por día a una combinación de terapias, ejercicio, suplementación y hábitos estrictos.

Expertos como Richard Siow, del King’s College London, reconocen que ciertos biomarcadores pueden modificarse con cambios en el estilo de vida, pero advierten que traducirlos a una “edad” concreta carece de validez clínica y puede prestarse a interpretaciones simplistas. Su equipo sostiene, por otra parte, que utiliza métodos exhaustivos para obtener datos precisos, aunque aún no publicó hasta el momento resultados revisados por pares.

Más allá de los dispositivos y fármacos, Bryan Johnson promueve prácticas cotidianas como regular la frecuencia cardíaca antes de dormir, cenar al menos cuatro horas antes del descanso y evitar pantallas y estimulantes. Considera que estos hábitos generan una cascada positiva en el sueño, el ejercicio y la alimentación. En sus declaraciones más recientes, remarca que su meta no es la inmortalidad sino dar a las personas la posibilidad de “elegir no morir” mediante un control riguroso de los biomarcadores y los hábitos saludables.

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