El futuro no existe, pero es de los valientes

La mente suele actuar como un "limpiaparabrisas" que nos arrastra del miedo al pasado a la ansiedad por el futuro, impidiéndonos ver lo único real: el presente. Una invitación a detener ese movimiento frenético para amar y decidir sin las condenas del ayer ni la incertidumbre de lo que vendrá.

Varias veces me habrás escuchado usar la metáfora del “limpiaparabrisas” para referirme al incesante comportamiento de nuestra mente mundana, que tiende a alejarnos del aquí y el ahora, que es lo que importa, para llevarnos de manera alocada en un viaje sin fin entre el pasado y el futuro.

Porque, claro, en el pasado están petrificadas todas las cosas malas que te sucedieron, o todo eso que “te hicieron”, y la mente se aferra a esas experiencias hirientes para decirte que lo más sano es no repetir viejos errores. ¿Y en el futuro qué hay? En el futuro está la más absoluta incertidumbre. Porque el futuro no existe, el futuro todavía no es, no tiene entidad. No es más que una construcción y una suposición de nuestra mente, que se adelanta a los hechos.

Si vivís aferrado a esas dos realidades inexistentes (el pasado y el futuro) no vas a poder disfrutar de lo único que existe: lo que te sucede aquí y ahora. Tanto en el amor, como en las relaciones humanas en general, es fundamental no actuar guiados por un miedo que no debería existir. ¿Miedo al pasado? ¡Para qué! Para qué temerle a algo que vive en tu memoria y que sólo sabe dar malos consejos (falsos consejos). ¿Miedo al futuro? ¡Menos que menos! El futuro lo construís vos. No es algo fijo que te espera a la vuelta de la esquina. Si sos el artífice de tu vida, podés forjar el futuro que más te conviene. Nada ni nadie te condiciona. Ni la experiencia de lo ya vivido ni la incertidumbre de lo que puede acontecer. El futuro, si llega, suele diferir de aquello

que con tanta dedicación imaginamos. Y lo que te sucedió en el pasado ya te sucedió. Y no tiene por qué repetirse. Vos ya no sos hoy la misma persona a la que ayer le pasó eso o aquello. Tomate la libertad de disfrutar de las cosas mientras son, sin presentir ni actuar por adelantado.

El pasado a veces puede ser un mal consejero. Tememos repetir errores, y escuchamos sus advertencias como si fueran amenazas o amonestaciones. Pero no arriesgarse a tomar un camino que promete felicidad sólo por miedo es perseverar en el error. Ay, si pudieras aquietar la mente y ver la paz que surge de eso. ¿Y eso es difícil? Claro que sí. Es dificilísimo. Pero si entendés eso, estás a medio paso de alcanzar la felicidad y la sabiduría.

Intentá siempre que el pasado sea una fuente de información y de consulta, pero nunca una condena. No estás condenado a nada. Ni a repetir conductas, ni mucho menos a actuar compulsivamente. El juego de la vida se bifurca a cada paso. Y cada elección cambia el rumbo de las cosas. Además, si hay amor, hay luz. Y si hay luz, hay esperanza y dicha. El amor, si es de verdad, ilumina las mentes y los corazones. Recordá otra cosa: no hay decisiones malas, porque todo lo que es, es perfecto. Sos libre. Libre para amar a quien quieras, para hacer las cosas que quieras y para crear tu realidad.