El deseo de vivir más y en mejores condiciones de salud fue siempre una de las grandes preguntas de la ciencia. Aunque influyen múltiples factores como la genética, el entorno y los hábitos diarios, cada vez más estudios señalan que la alimentación juega un papel decisivo en la esperanza de vida.
Un caso que despertó especial interés entre los investigadores fue el de María Branyas Morera, quien llegó a los 117 años y 168 días antes de fallecer en 2024. Su historia no solo sorprendió por la edad alcanzada, sino también por el estilo de vida que mantuvo, que la ciencia decidió analizar en detalle.
El trabajo desarrollado por el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras dejó a la vista un hallazgo más que interesante, en donde encontraron un alimento cotidiano presente en su dieta durante décadas que habría tenido un rol fundamental en su longevidad.
licuado de yogur y banana
La combinación de banana y yogur es rica en fibra, lo que ayuda a prolongar la sensación de saciedad y a reducir el apetito, permitiendo un mejor control de la ingesta de calorías.
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Qué alimento fue fundamental para la longevidad de la mujer que llegó a los 117 años
María Branyas nació en San Francisco en 1907 y se trasladó a Cataluña junto a su familia en 1915. Vivió guerras, dictaduras, crisis y hasta la pandemia de Covid-19, a la que sobrevivió con 113 años. Poco antes de su muerte, motivada por el deseo de contribuir al conocimiento científico, permitió que se analizaran su ADN y su microbioma intestinal. El resultado sorprendió, ya que indicó que su edad biológica era entre 10 y 15 años menor que la cronológica.
Si bien los expertos reconocieron que los genes heredados de sus padres fueron excepcionales, señalaron que no solo la genética explicaba su longevidad. Entre los factores que más llamaron la atención destacaron su estilo de vida, ya que nunca fumó ni bebió, mantuvo un peso equilibrado, realizó actividad física adaptada a su edad y disfrutó de una intensa vida social rodeada de amigos y familia. Pese a eso, hubo un hábito en particular que sobresalió: el consumo diario de yogur.
Durante años, incorporó hasta tres porciones de yogur natural de la marca La Fageda, elaborado en Girona y conocido por su alta calidad y contenido de probióticos. Según los investigadores, este alimento habría favorecido el equilibrio de la microbiota intestinal, fortaleciendo sus defensas y reduciendo el riesgo de infecciones, una de las principales amenazas en edades avanzadas.
El equipo científico destacó además la rutina alimenticia de la mujer, que incluía desayunos completos con batidos a base de ocho variedades de cereales, ricos en fibra, antioxidantes y vitaminas del grupo B. Estos nutrientes contribuyen tanto a la salud digestiva como al correcto funcionamiento del cerebro, potenciando aún más la calidad de vida que sostuvo durante más de un siglo.