En estos últimos días estaba circulando en redes sociales aquel inolvidable empate del SIC con Australia, en 1987, en la cancha de Vélez, con el pack del club de Boulogne entrando en el ingol, mientras desde las tribunas bajaba el famoso canto/arenga hop hop hop con el que solía apoyarse a los equipos que avanzaban en el scrum. Fue try agónico para decretar la igualdad y, más que eso, fue un acto reivindicatorio para un club que contra interminables objeciones y criticas por su forma de "sentir" y ejecutar el scrum se daba el gustazo de igualarle a una potencia del rugby extranjera... paradojas del destino o no, ya por entonces el pack del seleccionado australiano, los Wallabies, se había reforzado notoriamente con la presencia de un pilar argentino: el Topo.
Pero, bueno, paremos con la nostalgia y rápido digamos que HOY, en los Pumas, si hay algo que mejorar perentoriamente es, precisamente, el bendito scrum, el otrora orgullo nacional, que en estos tiempos representa más de un dolor de cabeza o de claro factor de derrota, como ocurrió con Sudáfrica hace unos dias en Londres, donde el equipo argentino fue martirizado por los Springboks (siete penales otorgaron los Pumas en esa situación), quienes incluso sacaron ventajas formando con uno menos.
Podríamos también ampararnos en que Sudáfrica tiene el mejor scrum del planeta (incluso fue determinante en su última consagración mundial en Francia 2023) y justo, en este último partido del torneo los Pumas tuvieron que afrontarlo con pilares no titulares (Gallo y Sclavi, lesionados)... pero seria enmascarar una problemática que viene afectando a los Pumas desde hace una década, con algunas excepciones en estos 10 años. Pero no hay dudas de algo: el scrum argentino dejó de ser bandera y de foco de preocupación de sus adversarios.
Entre las argumentaciones para señalar la debacle también podríamos aplicar la "personalización"... se retiraron Marcos Ayerza (leyenda en Leicester y en Gran Bretaña) y Juan Figallo (otro fenómeno) y todo se fue desbarrancando, insistimos con excepciones y hasta con la convocatoria de un jugador que, en su aparente ocaso deportivo por edad, fue valiosísimo: Francisco Gómez Kodela, quien con 40 años siguió jugando en el seleccionado.
Pues bien, podríamos seguir enumerando situaciones y actores, y obvio que tampoco debemos menoscabar las reglas preventivas y saludables que hubo en estos años para tratar de evitar las graves lesiones cervicales (hubo una lamentable racha de lesiones severas en poco tiempo y eso naturalmente influyó). Y podríamos seguir con otras razones valederas y discusiones eternas sobre quienes son los mejores especialistas para enderezar el scrum de los Pumas en el corto plazo, por ejemplo en la inminente serie de noviembre en la que enfrentará a dos packs muy buenos en esta formación: Inglaterra y Escocia.
Mientras tanto encomendarse a vertiginosas mejorías que, creemos, aun pueden lograr con este pack. Con los que están en el plantel y con la ilusión puesta en años venideros a partir de las prometedoras generaciones de Pumitas recientes, cuya máxima expresión es Tomás Rapetti, quien debutó justamente el sábado pasado en Londres.
A bancarla en estos tiempos como fuese y con el laburo como mayor herramienta. Ya hace rato que no se pretende el dominio del rival sino, al menos, que el scrum no le otorgue penales a los adversarios. Y sí es una lástima no tener una formación más confiable con estos Pumas que, pelota en mano, vuelan, son virtuosos y rompen defensas de manera admirable...
Por último una reflexión básica que nos trae de nuevo al rugby de clubes... se vienen las semifinales del torneo de Buenos Aires... el poker de semifinalistas, el CASI/BELGRANO/NEWMAN/SIC tienen en sus respectivos scrums verdaderas cartas ganadoras. Tendrán otras bondades colectivas o individuales, pero los cuatro son muy fuertes en el scrum y no en vano llegaron a las finales