Era mayo de 1989 y se jugaba una de las semifinales de la Copa Libertadores. Por primera vez llegaba un equipo colombiano a esa instancia: Nacional de Medellín, el club cuyo presidente honorario era el temible jefe narco Pablo Escobar Gaviria.
Era mayo de 1989 y se jugaba una de las semifinales de la Copa Libertadores. Por primera vez llegaba un equipo colombiano a esa instancia: Nacional de Medellín, el club cuyo presidente honorario era el temible jefe narco Pablo Escobar Gaviria.
Tras un empate sin goles con Danubio en el mítico Centenario de Montevideo todo se definía en tierra colombiana y hacia allí fueron los tres árbitros argentinos designados para el cotejo: Carlos Espósito, Juan Bava y Abel Gnecco.
Lo que pasó desde su llegada fue una rocambolesca historia que recuerda como testigo privilegiado de la historia el periodista Ernesto Cherquis Bialo y que incluyó amenazas veladas del anfitrión que fue a recibirlos al aeropuerto, intrusos ingresando a la habitación del hotel por la noche portando una metralleta, un maletín lleno de dinero y una advertencia clara: "El Patrón quiere que gane Nacional, y si no gana sus vidas tienen precio aquí y donde vayan".
El resto de la odisea, contada con maestría por Cherquis en esta producción, explican la goleada posterior del equipo colombiano por 6-0 y la resignación del presidente de Danubio con los referís argentinos en el viaje de vuelta: "Quédense tranquilos, no podíamos ganar".
Era la semifinal, aún restaba el partido decisivo por la ansiada Copa y pasarán muchas más cosas. Pero eso será parte de la próxima historia.