“La presidencia de la Nación cumple con penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20:25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, jefa espiritual de la Nación”.
Bajo un Gobierno que promueve un brutal individualismo y amenaza con hacer desaparecer al Estado, muchas de las prédicas de Evita sobre la justicia social, el rol de la mujer y la protección de los niños resuenan con una sorprendente actualidad a 73 años de su adiós.
“La presidencia de la Nación cumple con penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20:25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, jefa espiritual de la Nación”.
Un día como hoy, hace 73 años, este mensaje interrumpió la programación habitual de las radios argentinas para anunciar que el cáncer -con el llevaba luchando varios años- se había llevado la vida de Eva Duarte de Perón, a unos jovencísimos 33 años.
Evita había nacido en la localidad bonaerense de Los Toldos, el 7 de mayo de 1919 y se instaló casi adolescente en Buenos Aires para cumplir el sueño de convertirse en actriz, durante la edad de oro del cine argentino.
El devenir de su vida cambió para siempre tras conocer a Juan Domingo Perón en 1944, cuando el entonces coronel era secretario de Trabajo y Previsión bajo la presidencia de Edelmiro Farrell. Se casaron el 22 de octubre de 1945, apenas unos días después de la histórica movilización del 17 de octubre.
Figura central de la historia y la mitología del peronismo, en sus discursos y su libro autobiográfico La razón de mi vida (1951) se condensa un ideario que no solamente sigue despertando adhesiones en buena parte de la sociedad argentina, sino que cuenta con una elocuente actualidad.
En un contexto marcado por el profundo ajuste económico y una feroz del exaltación del individualismo, sus prédicas relacionadas con la defensa de los humildes, el cuestionamiento a las élites económicas, la lucha por la emancipación nacional y la igualdad de género resuenan con fuerza en la Argentina gobernada por Milei.
“Nuestra patria dejará de ser colonia, o la bandera flameará sobre sus ruinas”.
Una declaración icónica que interpela a la Argentina actual en medio del debate sobre soberanía económica y la relación con organismos internacionales. Para Milei, la apertura irrestricta de los mercados, la reducción de impuestos al capital extranjero y la sumisión diplomática ante potencias como Estados Unidos son pilares de su plan de gobierno. Para Evita, en cambio, la dependencia externa implicaba la condena a una economía desindustrializada y centrada en el beneficio de las elites.
“El capitalismo foráneo y sus sirvientes oligárquicos y entreguistas han podido comprobar que no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos”.
Esta reflexión de de Evita tiene un potente eco en estos días en los que, pese a la centralidad del discurso libertario, amplios sectores de la sociedad argentina continúan resistiendo la idea de que el ajuste es inevitable y que el mercado regula todo. Médicos, jubilados, estudiantes y , entre otros sectores encabezan la defensa de los derechos sociales en un contexto donde el discurso oficial enfatiza el mérito individual por sobre la protección estatal.
“Donde existe una necesidad, nace un derecho”.
“Es un invento de la casta”, proclamó Milei sobre esta frase, durante el debate presidencial previo a su elección como presidente. Este principio acuñado por Evita, piedra angular del ideario peronista, choca frontalmente con la concepción actual del Gobierno, que sostiene que las necesidades del individuo deben ser resueltas por el mercado y sin intervención del Estado. Los efectos de esta visión se han manifestado en la reducción de los medicamentos a jubilados y pacientes oncológicos, el desfinanciamiento a las universidades públicas y la quita de fondos para comedores populares, entre muchos otros recortes a la protección estatal.
“El problema de la niñez es, por excelencia, el de mi mayor atención y máximo cariño: el dolor de los niños no lo justifico en ningún sentido”.
Los recortes en programas alimentarios, el desfinanciamiento a instituciones como el Hospital Garrahan y hasta el ataque del presidente Milei al niño Ian Mouche dan cuenta de la distancia entre las acciones y el pensamiento de Evita con la visión libertaria sobre el cuidado de la infancia. Hace apenas unos días, la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, sostuvo sin rubores que el Estado no tiene “que cuidar a los niños”.
“La limosna, dada para satisfacción de quien la otorga, deprime y aletarga. La justicia social, honestamente practicada, tiene virtudes curativas”.
Uno de los mantras de Milei es: “La justicia social es una aberración”. Pese a las históricas críticas del antiperonismo, Evita distinguía la crucial diferencia que existe entre asistencialismo y justicia social, entendida como la acción del Estado para equiparar los desequilibrios entre las clases, garantizar la igualdad de oportunidades y proteger a los más desfavorecidos.
“Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país”.
Uno de los principales caballitos de batalla de los libertarios en su irrupción dentro de la escena política argentina fue su feroz rechazo al feminismo y las políticas de género. Gran parte de los recortes implementados por el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, encabezado por Federico Sturzenegger, se centraron en organismos relacionados con los derechos de la mujer y las minorías sexuales. Evita fue la gran impulsora de la ley de voto femenino, promulgada en 1947, y sus palabras adquieren total actualidad en tiempos en los que desde el poder se cuestiona la paridad, los derechos reproductivos y la violencia de género.