A pesar de sus constantes vaivenes políticos y financieros, Argentina no tuvo tantos reemplazos de su moneda oficial como se puede llegar a esperar. Desde fines del siglo XIX, cuando se instauró por primera vez una unidad monetaria nacional, se registraron únicamente cinco sustituciones formales.
El recorrido monetario argentino comenzó con el Peso Moneda Nacional, impulsado por Julio Argentino Roca en 1881. Desde entonces, atravesó distintos períodos de devaluaciones, cambios de régimen y ajustes económicos que derivaron en nuevas denominaciones, pero en cantidades relativamente limitadas.
Los debates sobre el peso de la moneda y alternativas monetarias trae al presente una historia más contenida de lo que muchos suponen. La cantidad de monedas oficiales fue escasa si se la compara con la inestabilidad que caracteriza al país en otros aspectos.
Cómo fue cambiando la moneda en Argentina
Aunque pueda parecer sorprendente, desde la creación de una moneda nacional unificada en 1881, Argentina solo alteró cinco veces el nombre de su unidad monetaria. Antes de esa fecha, la situación era mucho más desordenada: coexistían múltiples billetes y monedas regionales, extranjeras y nacionales. El Banco de Buenos Ayres, antecesor del actual Banco Provincia, emitió en 1822 los primeros billetes conocidos como Peso Moneda Corriente, impresos en Reino Unido. A la par circulaban monedas provinciales, el Peso Fuerte y divisas extranjeras como el boliviano.
La unificación llegó con el Peso Moneda Nacional, creado oficialmente en 1881. Su objetivo era estandarizar el sistema monetario y, para eso, se fundó un año antes la Casa de la Moneda, que comenzó a producir billetes localmente con tecnología francesa. En 1897, con una intención de neutralidad política, se sustituyeron los retratos de figuras públicas por la Efigie del Progreso. Ya en 1951 se logró imprimir completamente un billete en nuestro país, gracias a técnicos italianos que introdujeron nuevas capacidades técnicas.
El segundo cambio llegó en 1970 con el Peso Ley 18.188. Bajo el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, la inflación había sumado tantos ceros a los billetes que dificultaban su uso incluso en las calculadoras. Así, se estableció que un peso ley equivaldría a 100 pesos moneda nacional. A pesar de eso, los viejos billetes siguieron circulando con un sello de “peso ley”. Esta moneda se mantuvo hasta 1983, llegando a emitirse billetes de un millón de pesos ley.
El Peso Argentino fue la tercera unidad monetaria nacional y también la más fugaz. Apareció en 1983, en la transición final del régimen militar, con una conversión de 1 peso argentino por cada 10.000 pesos ley. Fue reemplazado en 1985 en el marco del plan económico impulsado por Raúl Alfonsín, ya en democracia.
Ese nuevo plan trajo consigo el Austral, lanzado el 14 de junio de 1985. Cada austral equivalía a 1.000 pesos argentinos. Aunque en un inicio mostró buenos resultados, hacia fines de los años 80 perdió dramáticamente su valor frente al dólar. La hiperinflación y la crisis política desembocaron en la emisión de billetes de hasta 500.000 australes.
Finalmente, en 1992 se implementó el regreso del Peso, que aún circula actualmente. La nueva denominación equivalía a 10.000 australes y vino acompañada de la política de Convertibilidad del ministro Domingo Cavallo, que estableció la paridad entre el peso y el dólar. Esta medida duró hasta enero de 2002, cuando, tras la crisis del año anterior, el presidente Eduardo Duhalde decretó el fin de la Convertibilidad. A pesar de esa ruptura, no se adoptó un nuevo nombre para la moneda.
Un caso especial lo constituyen las cuasimonedas, utilizadas durante la crisis de 2001. Estos bonos provinciales y nacionales como el Patacón, Lecop o Cecor complementaron al peso en medio del colapso financiero. Su uso fue transitorio y se extinguió con la llegada de Néstor Kirchner al poder, en 2003. Aunque no fueron consideradas monedas oficiales, marcaron un episodio único de multiplicidad monetaria reciente.