Ciegos que señalaron caminos

Muchos hombres de visión perfecta, pudieron caminar normalmente. Pero avanzaron sin ver. Muchos más pudieron ver, sin mirar. Lograron sobrepasar sus propias sombras. Fueron verdaderos iluminados, que lograron combatir -y vencer- la oscuridad.

El desprecio del diferente solamente por diferente, es uno de los postulados básicos del discriminador, que tiene en su ceguera mental, un aliado incondicional: el fanatismo.

El discriminador suele poseer una sordera espiritual, para la que no existen audífonos. Por una errónea tergiversación del lenguaje, solemos denominar como discapacidad, - lo que de por sí implica una discriminación- a las personas que padecen alguna dolencia física, congénita o adquirida.

Podemos mencionar entre ellas, el enanismo, la obesidad, la sordera, el hecho de poseer una joroba, o la tartamudez. Por supuesto que hay otras formas de discriminación al semejante. Por su raza, por su religión, su color o su nacionalidad.

Pero quiero referirme especialmente, a la ceguera, a la pérdida de la visión. No a la ceguera mental, de los que equivocando el camino, culpan al camino, sino a los no videntes, que nacieron sin visión o que la perdieron prematuramente.

Y mencionaré una especie de lista, incompleta sin duda, de escritores ciegos, que fueron un verdadero orgullo de los países en que desarrollaron su tarea.

Tres directores de nuestra Biblioteca Nacional fueron no videntes.

José Mármol, novelista argentino, que durante varios años dirigió la Biblioteca Nacional, escribió la primera novela argentina, “Amalia”, un alegato contra el gobierno de Rosas, hecho que lo obligó a exiliarse en Montevideo.

Otro director ciego de la Biblioteca Nacional, fue Paúl Groussac. Nacido en Francia, fue también argentino, por elección, y por amor a nuestra patria. Escribió un hermoso libro, “La Divisa Punzó”.

Y el tercer director, prácticamente ciego, de la citada Biblioteca, fue nuestro Jorge Luis Borges, que dio a su país y al mundo, obras de enorme valor literario y fue en gran parte de su existencia, no vidente.

También lo fue, en la última etapa de su vida, otro escritor argentino, Francisco Luis Bermúdez, que escribió este bello soneto, que finaliza:

-“Porque después de todo he comprobado

Que no se goza bien de lo gozado

Sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo, he comprendido

Que lo que el árbol tiene de florido

Vive, de lo que tiene sepultado”.

Y un libro de tiernos relatos infantiles y no sólo infantiles, “Los Viajes de Gulliver”, lo creó un sacerdote irlandés en el siglo 18. Era también ciego y se llamó Johnatan Swift. Como lo fue el italiano Giovanni Papini desde los 54 años, época en la que le dictó a su nieta, el libro “El Diablo”.

Y careció de visión, en las últimas décadas de su vida, el español Benito Pérez Galdós, de cuyos libros se hicieron dos famosas películas españolas, “Nazarín”, dirigida por Luis Buñuel, y también “Marianela”.

No querría extenderme mucho. Pero ¿no sería injusto denominar como discapacitado al francés Louis Braille, que perdió su visión a los 3 años? Fue un ciego que señaló caminos, al dar a hombres no videntes, la posibilidad de leer, mediante un ingenioso sistema que hoy lleva su nombre. Y para los que dentro de ellos, poseían alguna aptitud musical, Braille creó un pentagrama. Ese pentagrama posibilitó que un ciego de enorme talento, Joaquín Rodrigo, que fue su propio maestro, pudiera crear una melodía que denominó “Concierto de Aranjuez”, con la que enriqueció el acervo musical de la Humanidad, confirmando que si bien no hay hombres inmortales, hay obras inmortales.

Otro no vidente, fue el físico sueco Nils Dalen, que con solo 42 años obtuvo el Premio Nobel de Física. Dalen inventó, en 1942, un método de iluminación intermitente para los faros. Las costas suecas, rocosas, producían frecuentes accidentes. Su método ayudó a salvar numerosas vidas.

Es cierto que el anochecer del ciego no tiene aurora, y para él, cada nuevo día es una nueva noche. Pero también es real, que muchos hombres de visión perfecta, pudieron caminar normalmente. Pero avanzaron sin ver. Los hoy mencionados y muchos más pudieron ver, sin mirar. Lograron sobrepasar sus propias sombras. Fueron verdaderos iluminados, que lograron combatir -y vencer- la oscuridad.

Estos ejemplos de seres talentosos no videntes, que “vieron” con mucha más claridad que otros con vista normal, son la demostración más acabada, que muchos discapacitados o “diferentes”, en cualquier sentido, pueden enseñarnos algo e incluso, superarnos.

Por lo cual, todo menoscabo, por cualquier circunstancia física, es sencillamente, aberrante. De quienes los desvalorizan por insensibilidad, por frialdad o por estupidez, diría que estos son los verdaderos discapacitados, que siempre ignoran que lo son. Porque sólo los ciegos mentales, discriminan a los hombres, por sus carencias…

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