Eric Clapton, el último inmortal

El legendario guitarrista británico brindó un show descomunal en Vélez, en su cuarta visita a la Argentina. No faltaron sus clásicos Cocaine, Tears in Heaven, Old Love y Badge. David Lebón y Gary Clark Jr. fueron los teloneros.

Eric Clapton volvió una noche y lo hizo con todo. El show que dio en el estadio de Vélez quedará grabado por siempre en la memoria de los fieles que peregrinaron hasta Liniers para estar cerca de Dios. Desde los primeros acordes introductorios de Sunshine of Your Love hasta el abrazo final con todos sus músicos, Clapton hizo emocionar al público con ese tono único, una voz a la que el tiempo le dio lo que le faltaba, y ese carisma que lo caracterizó durante toda su carrera.

A diferencia de su último show en 2011, que fue correcto, pero sonó como en piloto automático, esta última presentación sobresalió por su naturalidad y una conexión absoluta entre el guitarrista y su banda. Tal vez fue así porque estuvieron ensayando durante toda la semana en el Teatro Coliseo, en un clima relajado e íntimo sin que nadie lo supiera, y muy posiblemente también porque fue el primero de los shows de la gira. A todos se los notó muy frescos y en Clapton no se percibió ningún síntoma de la neuropatía periférica que lo afecta desde hace tiempo.

Cuando todavía era de día, y ante muy poca gente, David Lebón se dio el gusto de abrir para Clapton. Lo hizo con media docena de canciones entre las que se destacaron Cuánto tiempo más llevará y Mundo agradable. El exguitarrista de Serú Girán y Pescado Rabioso se llevó un gran aplauso que más tarde se replicó cuando fue a sentarse en la platea para ver a su ídolo. Como acto intermedio apareció Gary Clark Jr. que tocó durante una hora y, como diría Pappo, ablandó demasiado la milanesa. Más allá de la gran versión de Bright Lights, con ese riff abrasivo, dio la sensación de que el exaspirante al trono hendrixiano terminó de mutar al neo soul y el R&B, con un sonido que lo acercó más a Marvin Gaye y D’Angelo.

A las 21, con puntualidad británica, se apagaron las luces y Clapton apareció en escena vestido con gorra de béisbol, pañuelo al cuello, una especie de poncho con cierre y capucha, jean y náuticos marrones, sosteniendo entre sus manos una Strato negra. Sonny Emory comenzó a aporrear la batería, Nathan East y Doyle Bramhall II se sumaron con el bajo y la guitarra, y ahí entró en acción Clapton con ese viejo tema de Cream, aunque lejos de la psicodelia que lo hizo popular. Con un sonido limpio y claro, y un volumen muy controlado, anticipó lo que sería el resto del show.

Tras esa introducción, Clapton fue hacia el terreno en el que más cómodo se siente, el del blues. Interpretó Key To The Highway con la misma pasión que lo hace desde hace décadas. Cuando terminó saludó al público con un “good evening, hello”, que serían de las pocas palabras que diría en toda la noche. Siguió con otro blues clásico, Hoochie Coochie Man, en honor a Willie Dixon y Muddy Waters, una exquisita versión con unos coros góspel a cargo de Katie Kissoon y Sharon White, y el piano barrelhouse de Chris Stainton. El show escaló con Badge, con largos solos voladores, interrumpidos por una bruta distorsión y una vuelta suave a la melodía. Así terminó la primera parte eléctrica

Le acercaron una silla y una guitarra acústica, y durante cuatro o cinco minutos Clapton logró que todo un estadio quede subyugado ante el embrujo de Robert Johnson con una sentida versión de Kind Hearted Woman Blues. Apenas un hombre y su guitarra para dominar al mundo. El resto de la banda se sumó para Running on Faith, esa hermosa y conmovedora balada del disco Journeyman, aquí con la magia de Doyle Brahmall II con el slide. Luego presentó un nuevo tema, The Call, siguió con Change The World y así dio paso a uno de los momentos más intensos de la noche, su interpretación de Nobody Knows You When You're Down and Out, con un punteo a dedo limpio que resumió porque alguna vez lo igualaron con Dios.

Embed - C5N on Instagram: " ERIC CLAPTON DIO UN SHOW MEMORABLE EN VÉLEZ El legendario guitarrista británico hizo vibrar al público con su tono único y una banda descomunal. Durante casi dos horas interpretó una buena cantidad de clásicos del blues y algunos de sus grandes éxitos como Cocaine, Old Love, Badge y Tears in Heaven. Fue la cuarta presentación de Clapton en la Argentina luego de sus shows en River en 1990, 2001 y 2011. @malbecblues"
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Clapton se sintió muy cómodo en modo unplugged, muy conectado con el público, sobre todo cuando encaró la bella Lonely Stranger y luego Believe in Life, que primero registró en el álbum Reptile y años más tarde se la dedicó a “la dama del balcón”, como llamó al disco grabado durante la cuarentena. Cerró este tramo del show con una luminosa versión de Tears in Heaven.

Clapton volvió a enchufar la Strato y rescató del arcón de los recuerdos Behind The Mask, un hit ochentoso de August. Entonces llegó Old Love y el show alcanzó la plenitud, el éxtasis total y el climax hizo cumbre en la cima del Everest. Lanzó un par de solos infernales -porque del Cielo al Infierno hay un solo paso- y para la épica final se sumó Tim Carmon con el hammond y los teclados para terminar de hechizar a un público que ya estaba completamente en trance. Volvió al blues con Crossroads y Little Queen of Spades, otras dos canciones con la rúbrica de Robert Johnson, en las que Clapton le dio mucho mucho espcio a sus músicos para que se expresaran.

Eric Clapton en Vélez

El inevitable final ya estaba en marcha. Nathan East comenzó golpear suavemente las cuerdas del bajo, se sumó Emory para marcar el ritmo y en la intro Clapton intercaló un extracto de No llores por mí Argentina antes de lanzar los inconfundibles acordes de Cocaine, esa sucia cocaine. Promediando el tema, Staiton desde el piano hizo un puente con La cumparsita, para redondear una versión descomunal.

Y fue así como terminó, bien arriba, en comunión con la gente que fue hasta Vélez para reencontrarse con la leyenda. Pero quedaba algo más, el tan necesario bis, para el que eligió otro blues que toca desde siempre, Before You Accuse Me, ahora con Glary Clark Jr. como invitado sobre el escenario. Con una guitarra con la bandera palestina, Clapton mandó un mensaje que a muchos les resulta incómodo, pero para los que preservan la vida y desean la paz resulta muy trascendental. A los 79 años, como Highlander, Clapton mostró que es inmortal y que con un fraseo de su voz o su guitarra puede cambiar el mundo.

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