Durante la semana que pasó el debate acerca de las protestas callejeras de grupos piqueteros vinculados al trotskismo, y la tensión alrededor de los planes sociales volvió a los primeros planos. Pero los antagonistas fueron muchos más del reparto natural que prevé la tragedia de una argentina repleta de excluidos y de conflictos por esa situación.
El ministro de Desarrollo Social, Juan Zavaleta dio una demostración de fuerza en función de la premisa de “convertir planes en trabajo genuino” y limitó el alcance de los planes Potenciar trabajo.
Los grupos piqueteros respondieron mostrando su propio poder en la calle, el lugar que desde los ‘90 es el espacio de manifestación para los que no tienen dónde realizar medidas de fuerza. Este ejército variopinto donde también hay mucha gente verdaderamente desesperada creció mucho cuando gobernaba Cambiemos, el espacio que más fustiga en público a esos grupos.
No pocos recuerdan que la ampliación de los planes fue la que garantizó alguna calma en las calles durante la gestión Macri. Carolina Stanley fue más trascendente para eso que Patricia Bulrich.
En medio de un enorme acampe en la avenida 9 de Julio, varios de los dirigentes macristas parecen haber olvidado esto y exigieron a las autoridades nacionales más dureza para con los que corten calles. El propio jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta aseguró: “Lo que pasó acá fue una extorsión. Usan a la gente, los traen en colectivo extorsionados porque si no vienen les sacan el plan porque el plan lo manejan las organizaciones que usan a los chicos y a las mujeres. Son unos cobardes”. Y agregó: “Les pedimos que les saquen los planes sociales; los planes sociales tienen como condicionalidad que los chicos vayan a la escuela; hagan cumplir la ley y saquen los planes sociales a esa gente y así no van a venir más”.
Más allá del error conceptual (no son los planes sociales los que exigen que los chicos vayan a la escuela sino la AUH) la polémica se instaló y fue la portavoz presidencial quien la continuó. Gabriela Cerruti contestó en su habitual conferencia de prensa: “Para que haya menos cortes de calle sería bueno que la ciudad genere más empleo”. La lógica respuesta llegó por redes sociales. El jefe de Gabinete de CABA, Felipe Miguel tuiteó: “El desempleo en CABA bajó del 10,1% al 7,7% el último año. Se crearon en CABA 111 mil puestos de trabajo en ese período”.
A pesar de que los datos son correctos esconden realidades que explican lo frondosas que son las marchas y cortes piqueteros en la Ciudad. Si bien es cierto que se produjo una disminución en el desempleo en CABA, no es menos real que esa recuperación fue despareja tanto en lo geográfico como en lo que tiene que ver con el género. La tasa de desempleados es en el norte de la ciudad de 5,7 % mientras que en el sur de casi el doble, 11, 7 %. Entre los varones, la desocupación se ubica en el 6,4 % mientras que entre las mujeres trepa al 9,1 %.
Buenos Aires no es una ciudad pobre, de hecho es de las más ricas de América Latina, pero sí es profundamente desigual. Y esa realidad inevitablemente se refleja en las calles. No todos quienes cortan la 9 de julio vienen en micros desde el conurbano como algunos funcionarios porteños sugieren. Muchos de ellos viven a pocos minutos del microcentro en condiciones inaceptables para cualquiera. Ese debate está pendiente y debería ser previo a la razonable discusión acerca del espacio público y su utilización para la protesta social.