Pagar a las empresas para simular que se trabaja para ellas se está volviendo un fenómeno popular entre los jóvenes desempleados en China. En los últimos años surgieron varias compañías que proveen ese servicio. La tendencia se produce en un contexto de desaceleración de la economía y del mercado laboral en el gigante asiático.
Este tipo de establecimientos ya están apareciendo en las principales ciudades de China, como Shenzhen, Shanghái, Nanjing, Wuhan, Chengdu y Kunming. Las oficinas están equipadas con computadoras con acceso a Internet, salas de reuniones y salones de té. Los asistentes pueden usar los ordenadores para buscar trabajo o para intentar lanzar sus propias empresas. A veces, la tarifa diaria, que suele oscilar entre 30 y 50 yuanes, incluye almuerzo, refrigerios y bebidas.
Feiyu, un hombre que pasó por el desempleo, lanzó un "servicio" laboral en abril que completó rápidamente todas las vacantes para la tarea propuesta: fingir que se trabaja. "Lo que vendo es la dignidad de no sentirse inútil", aseguró el ciudadano chino al medio norteamericano Newsweek cuando se le consultó por su motivación.
Según sus datos, un 40 % de los clientes son recién graduados, un 60 % son freelancers y la mayoría tiene alrededor de 30 años. Feiyu considera que este es un experimento social más que un negocio, con potencial para ayudar a que estos “empleados ficticios” transformen su puesto inventado en un punto de partida real.
Estos espacios ganaron popularidad gracias al alto desempleo juvenil, que supera el 14 %, y a la cifra récord de más de 12 millones de graduados que ingresan este año al mercado laboral.
Con la creciente dificultad para encontrar empleos reales, algunas personas prefieren pagar para ir a una oficina que quedarse en casa. Para otros, estas oficinas sirven también como un recurso para cumplir requisitos formales.
Xiaowen Tang, graduada en 2024, necesitaba presentar prueba de una pasantía para obtener su diploma y pagó un mes de alquiler en una oficina ficticia, en un caso extraño distinto del que se relata. Desde allí, escribía novelas en línea y enviaba fotos a su universidad como evidencia.