Por qué no hay que usar el aceite de oliva para cocinar

Hay opciones más estables que resisten mejor el calor y se las suelen recomendar para freír o saltear.

El aceite de oliva virgen extra es uno de los alimentos más valorados en la dieta mediterránea, pero no siempre resulta la elección más adecuada dentro de la cocina. Aunque es una fuente rica en antioxidantes y grasas saludables, su uso a altas temperaturas puede generar efectos no deseados para la salud.

En la actualidad, cada vez más especialistas en nutrición señalan que no todas las grasas funcionan de la misma manera cuando entran en contacto con el calor. Mientras algunas mantienen su estabilidad y aportan beneficios, otras se oxidan fácilmente, perdiendo sus propiedades y dando lugar a compuestos que conviene evitar.

Conocer qué aceites y grasas conviene reservar para preparaciones en frío y cuáles son seguros para saltear o freír puede marcar una diferencia importante en la alimentación diaria. Esa es la clave para elegir con criterio y aprovechar lo mejor de cada opción sin exponer el organismo a riesgos innecesarios.

Aceite Soja

Estas son las mejores grasas para cocinar

Los aceites vegetales refinados como los de maíz, soja, girasol o las margarinas industriales figuran entre los menos recomendados para cocinar. Su alto contenido de omega 6, sumado a procesos industriales que emplean solventes derivados del petróleo y aditivos químicos, los convierte en opciones poco seguras para el consumo frecuente. El exceso de este tipo de grasas puede favorecer la inflamación y aumentar la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares.

El aceite de oliva virgen extra, aunque nutritivo, tampoco resulta la alternativa más indicada para cocinar. Su riqueza en compuestos antioxidantes lo lleva a ser considerado como un alimento excelente para usar en crudo, pero bajo calor se oxida con rapidez, degradándose y formando sustancias dañinas. Por ese motivo, se recomienda reservarlo para ensaladas, salsas frías o para terminar un plato ya cocido.

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Cuando el objetivo es cocinar a temperaturas elevadas, los expertos aconsejan recurrir a grasas saturadas, mucho más estables al calor. Entre las mejores opciones se encuentran el ghee o manteca clarificada, la manteca tradicional en pequeñas cantidades, el aceite de coco y las grasas animales como la de cerdo o de vaca. Todas estas soportan muy bien el calor, aportan sabor y textura a las preparaciones y permiten cocinar de manera más segura.

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