El running se ha consolidado como una de las actividades más valoradas, no solo por sus beneficios físicos, sino también por el impacto positivo que genera en el cerebro. Quienes se calzan las zapatillas no buscan medallas, sino metas internas: superar obstáculos, reforzar la autoestima o encontrar un nuevo propósito. La conexión entre el ritmo de los pasos y los procesos mentales ha demostrado ser un poderoso aliado para la salud emocional.
La ciencia acompaña esta intuición popular. Diversas investigaciones señalan que el running activa procesos cerebrales complejos que transforman la relación con uno mismo. Desde sensaciones de euforia, producto de la liberación de endorfinas y endocannabinoides, hasta mejoras en la toma de decisiones, el running deja huellas duraderas en la mente. La neurociencia empieza a demostrar que el cambio que se genera al atarse los cordones no solo es corporal, sino también interno.
El vínculo entre el movimiento sostenido y el equilibrio mental se refuerza aún más cuando se consideran los efectos acumulativos del running en la vida cotidiana. Quienes adoptan este hábito reportan mejoras en la calidad del sueño, mayor resiliencia frente al estrés y un aumento en la capacidad de concentración.
Incluso estudios recientes han vinculado la práctica regular con una reducción en síntomas de ansiedad y depresión leve. Además, el running es una de las actividades más accesibles: basta con un buen par de zapatillas y el espacio al aire libre para iniciar una rutina que, de a poco, puede transformarse en un pilar fundamental del cuidado integral del cerebro y el bienestar emocional.
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Incorporar sesiones de running tres veces por semana contribuye a regular el estado de ánimo y reducir el estrés.
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Por qué el running beneficia al cerebro
Lejos de ser un mito, el llamado “subidón del corredor” tiene base científica. Durante la actividad, el cerebro libera compuestos naturales que generan sensaciones placenteras, reducen el estrés y alivian el dolor. A su vez, se activan regiones cerebrales que intervienen en la motivación, el control emocional y el sentido de propósito.
Estudios recientes documentaron mejoras notables en personas que incorporaron el running a su rutina tres veces por semana. Los beneficios no se limitaron al plano físico: también se observaron cambios positivos en el estado de ánimo, mayor claridad mental y una mayor resiliencia frente a las adversidades cotidianas.
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Estudios científicos destacan que el running mejora la memoria y la atención en personas de todas las edades.
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Además, correr fortalece la autoestima, mejora la calidad del sueño y contribuye a regular funciones vitales como la presión arterial. Todo esto convierte al running en una práctica completa para cuidar el cerebro a largo plazo.