Un River noventoso, desfila acá y sufre afuera: los motivos y las posibles soluciones

En Argentina su ambición y vuelo futbolístico son premiados, en la Copa le falta solidez y se suicida por momentos. Los por qué de estas dos caras y qué debe mejorar para clasificar a octavos, ya sin margen de error.

En la fatídica noche de Lima, los hinchas de River maldijeron una y otra vez. Algunos a la mala suerte, otros a los errores del equipo. Lo cierto es que el equipo quedó al borde del precipicio en la Copa Libertadores, cuando su presente no podía ser mejor en el torneo local. Es extraño lo que pasa con el conjunto de Demichelis, pero la realidad es que cuando las falencias se repiten, pasan a ser una tendencia que, en este caso, recuerda a otros tiempos del club, aquellos en los que se sufría en las copas internacionales y se desfilaba en el ámbito local.

Durante la era Gallardo, el Muñeco diseñó un equipo copero, casi infalible en los mano a mano -le ganó cinco veces a Boca, incluyendo dos finales, por caso-, pero no podía plasmar ese dominio en el país. De hecho, recién en el final del ciclo pudo ganar el esquivo campeonato de cabotaje. Ahora, sorprendentemente, sucede lo contrario. River tiene cinco de ventaja sobre San Lorenzo, habiendo ganado 13 de los 17 partidos, anotando 29 goles y recibiendo apenas nueve. En cambio, en la Libertadores, su gran objetivo, está último en su grupo, con 7 a favor y 11 en contra. En esta nota analizaremos los por qué y si esta situación puede cambiarse y cuál podría ser la solución a un mal que se repite, un equipo que a veces es un torbellino descontrolado que deja huecos para que lo lastimen, sin que el rival construya ni en un mínimo porcentaje lo que hace River cuando ataca.



En el ámbito local, Demichelis le encontró la vuelta. Tras un febrero caótico, que incluyó pruebas que no funcionaron y resultados preocupantes (derrotas ante Belgrano en Córdoba y sobre todo Arsenal en casa, y hasta las victorias contra Banfield y Argentinos de local), el nuevo entrenador construyó un River de volantes. Lo hizo sumando a quien terminó convirtiéndose en la pieza esencial del funcionamiento, Rodrigo Aliendro, un volante de la vieja guardia, con quite, orden, pisada, buen pase y hasta llegada al área rival. Mediocampista mixto que, ante tanta verticalidad de hoy en día, piensa antes de correr y ejecutar. Un jugador con inteligencia, panorama y lucidez, tanto para ayudar a Enzo Pérez en la contención como para unir líneas en ataque. Estaba claro que Nacho Fernández y De la Cruz no estaban para ser el otro miembro del doble cinco, el primero porque físicamente no le da y el segundo por ser demasiado desordenado. Un desorden necesario para River pero en ataque. DLC aparece por acá y por allá, rinde mejor cuando no tiene posiciones fijas y sorprende con su técnica, velocidad y cambio de ritmo. No es alguien para dejarlo al lado de Enzo. Así fue que el coach ubicó a Aliendro junto al capitán, dejó a DLC como organizador-desequilibrante con libertades, dejó suelto a Nacho y le encontró la posición a Esequiel Barco, quien con Gallardo era más extremo y ahora juega más por adentro. Así el ex Rojo recuperó la confianza y, con su velocidad, gambeta, ida y vuelta y hasta remate, se transformó en pieza clave del nuevo sistema.

Sporting Cristal River Copa Libertadores

Barco no fue el único que Demichelis potenció. Entre marzo y abril, cuando el equipo encontró su mejor rendimiento, fue clave poder asentar a Casco como lateral derecho, luego de ver que ni Herrera -por indecisiones y bajo rendimiento- ni Robert Rojas -volviendo de su grave lesión- eran confiables. Y así le dejó el puesto de lateral izquierdo a Enzo Díaz, un baluarte en ambos lados del campo, por potencia física, técnica y determinación. El ex Talleres potenció al equipo en ambos costados. Dicho lo de Barco hay que sumar que la ubicación de Aliendro potenció a Enzo Pérez a los 37 años y destacar cómo mejoraron otros, como González Pírez, Paradela -hoy más apagado-, Nacho -su mejor versión es casi como enganche- y Beltrán, un 9 mixto, que se bancó no tener la compañía de otro delantero, a partir de su movilidad, sacrificio, potencia física y técnica individual. También, de a poco, fue recuperando a Solari y hasta a Borja. Todavía le quedan otros en el debe, especialmente Rondón y Paulo Díaz, si hablamos de rendimientos individuales.

Pero todo lo bueno que se ha visto de River en el torneo local, en lo individual y lo colectivo, no se ha trasladado a la Copa. ¿Será porque los rivales son de menor jerarquía o debido a que el torneo internacional requiere otro armado y disposición? Tal vez un poco de todo… También está claro que le tocó un grupo complejo, de los más difíciles del torneo. Pero, claro, siendo River, esto no es excusa. La propuesta ambiciosa y hasta arriesgada que Demichelis tiene para este River ha chocado contra la realidad de un torneo que, muchas veces, pide otra cosa, más solidez que vuelo futbolístico. En el fútbol y, más en la copa, hay que atacar y defender, ambas cosas. A veces, en el ámbito doméstico, podés darte algunas licencias, como pasó con Platense, partido en el que River no jugó bien e igual ganó. En la Copa eso se paga. Con goles, derrotas y dudas…

River Sporting Cristal Copa Libertadores 2023

Parece insólito que un equipo de este poderío haya recibido 11 goles en 4 partidos. Es verdad que tres fueron de visitantes, pero igual es un número insostenible. Cuando recibió tres en La Paz se habló de la altura, que por supuesto juega su papel, pero eso ya se sabía antes de viajar… River salió a jugar en los 3600 metros como en el Monumental, de igual a igual, abierto, buscando someter al rival, y en el primer ahogo -lógico-, a mitad del primer tiempo, ya estaba 0-2. Error de planteo más allá del penal que inventó el juez. El golpe pareció aislado, cuando el equipo venció a Huracán (3-0), Gimnasia LP (3-0) y Newell’s (1-0), sin recibir goles. Pero la foto todavía no estaba completa…

Pocos días después llegó otra alerta, ante el Cristal, en casa, cuando sufrió para ganar un partido que no podía empatar: marcó mal en un centro y luego quedó mal parado cuando había dado vuelta el partido y estaba 2-1. Casi jugando a la ruleta rusa, otra vez. Lo terminó ganando de forma épica (4-2), con uno menos, recurriendo a la jerarquía individual, a la grandeza de ir siempre y al miedo que tuvo el rival de aprovechar el hombre de más.

El triunfo ante un flojo Independiente y el empate agónico en Tucumán, con algún indicio peligroso que quedó tapado por hacerse la primera rotación, se llegó el partido clave, en Río, ante el equipo del momento en Brasil. Generoso, River se plantó ante el Fluminense y realizó un muy buen primer tiempo, empatando con gol de Beltrán luego de nuevamente dejar claro que su defensa no daba garantías. Un nuevo gol del Flu desembocó en en el primer error de novato del técnico, que había acertado con los cambios ante el Cristal pero en Río se suicidó, sacando un defensor para sumar más gente de ataque (Paradela y Solari). No parecía buena la decisión y menos cuando llegó la expulsión de González Pírez. Lejos de retocar la defensa, siguió igual y River recibió tres goles en 16 minutos. Un suicidio. Un golpe duro emocionalmente, a cuatro días del superclásico, y hasta en las posiciones, pensando en los goles en contra -que hoy juegan su papel-.

El equipo dio una respuesta de carácter y futbolística ante Boca, ganando pero sobre todo mereciéndolo. Jugó con corazón caliente y mente fría, como se juegan las finales, yendo al frente siempre pero casi no dejando resquicios para ataques de Boca. Pero luego han venido tres partidos deficientes, con marcados errores defensivos, bajones individuales y más decisiones cuestionables del técnico: la derrota ante Talleres en Córdoba, el mal partido pese al triunfo ante el Calamar y el empate con sabor a derrota en Perú.

Armani River

En esta seguidilla, que empezó a fin de abril en Tucumán, el equipo bajó en su funcionamiento colectivo, sobre todo en defensa, y hoy está padeciendo con algunos bajones de sus pilares, como Armani, Enzo Díaz, Casco y Enzo Pérez. Nada preocupante, por ahora, pero sí sorprendente, porque hace semanas esto era al revés. Lo preocupante sí es lo de Paulo Díaz, por caso, un central que hace años exhibe una gran capacidad individual, lo mismo que sus constantes desconcentraciones -en Perú ¡regaló un córner tirando la pelota afuera cuando el juez no había cobrado la falta como él pensó!- y canchereos de situaciones que lo terminan exponiendo a errores infantiles. La gran mejora de González Pirez y el nivel de Enzo Díaz fortalecieron a la defensa, durante un par de meses, pero no poder encontrar un segundo marcador central confiable -no se asentaron Paulo, tampoco Mammana y ahora Rojas, en su retorno a una posición que parecía olvidada- conspiró para el mantenimiento de la solidez de marzo y abril.

Tampoco han colaborado algunas decisiones del técnico. Todo lo realmente bueno que venía haciendo, en lo colectivo -sobre todo dándole una identidad al equipo- y en lo individual, en la gestión del plantel, el vestuario y, especialmente, el de tomar un fierro hirviendo como el que dejó Gallardo, se ha manchado con algunas resoluciones. Tal vez no tanto en el planteo de los juegos desde el inicio sino en los cambios durante varios segundos tiempos, sobre todo porque fueron en partido claves, bisagra, costosos... Pasó nuevamente en Lima, dejando expuesto a un equipo, que casi se suicidó como en Brasil.

Claro que Micho no tiene la culpa del horror de Armani ni de la mala ejecución de Borja en el penal, pero sí de exponer al equipo con cambios desesperados que potenciaron el peor error que tuvo River en Perú: jugar ansioso, apurado, lejos del necesario “corazón caliente y mente fría”, que es tan esencial en finales para no quedar siempre cerca de los extremos, la épica o el suicidio. Las modificaciones desbalancearon y perjudicaron al conjunto. La búsqueda fue sumar delanteros cuando no siempre eso es sinónimo de atacar mejor: esas decisiones le dieron referencias a los defensores peruanos, sacaron a DLC primero del lugar donde más rinde y después de la cancha, y le quitaron espacios a la creación, sobre todo a Barco. Pero lo peor fue que abrió la cancha para el adversario y desprotegió una defensa que ya no era segura. El resultado se vio en la cancha, como pasó en Río: un equipo regalado que, esta vez, no perdió de casualidad.

Martin Demichelis

Pese a todo algunos aseguran que River jugó “bien” en Lima, porque tomó el comando del partido, atacó y creó situaciones. Y aseguran que el déficit sólo estuvo en ambas áreas. Es más complejo que eso. Los por qué tienen que ver con que el equipo no gobernó sus emociones, un intangible que muchos pasan por alto y que no es la primera vez que sufre el equipo. El sentido de urgencia del que se habla para estos casos, que se potenció con la victoria de The Strongest ante un Flu con suplentes, lo terminó perjudicando. No tuvo estabilidad emocional. Jugó ansioso, siempre en quinta, a fondo. Y eso, cuando ocurre, perjudica las decisiones y las ejecuciones. En ambas áreas. Errores en las definiciones, en los pases y en los retrocesos. Hasta en el penal… Parecía que sólo servía ganar y no era tan así. No se suicidó -y quedó virtualmente afuera de la copa- porque Armani se redimió en parte atajando el tiro del delantero peruano que dio en el caño y en el final hubo un mix de cruces salvadores y errores de los futbolistas del Cristal.

Así es que River se quedó sin margen de error. Debe ganarle al Flu de local -miércoles 7 de junio- y luego a los bolivianos -martes 27 de junio-, también en casa. No sería ningún milagro, pero el problema pasa porque no puede fallar y este equipo ha tenido respuestas dispares en ese sentido. Encima deberá hacerlo sin al menos dos piezas valiosas: Enzo Pérez, que se perderá una fecha por acumulación de amarillas, y Enzo Díaz, que tendrá un parate de al menos dos semanas por una distensión en la rodilla. No es poco. Deberá preparar a Kranevitter para el duelo ante el Flu porque no parece lógico que Aliendro sea el 5 ante un rival tan pesado. Primero porque pocas veces cumplió esa función y segundo debido a que el equipo lo pierde como rueda de auxilio, donde más se destaca. También será imperioso que Casco vuelva a su nivel como lateral izquierdo y encontrar un derecho, ya que Herrera no tiene la determinación y la confianza para rendir ahí.

Pero sobre todo el equipo deberá tener estabilidad emocional, no perder la cabeza, siendo paciente y organizado en su búsqueda de atacar, más teniendo cuenta que habrá 86.000 almas que lo empujarán a buscar las victorias. Hay que ser fiel a un estilo, pero teniendo claro que en el fútbol se ataca y se defiende. Ese fue el gran problema del equipo de Gallardo en sus últimos meses. River debe volver al otro capítulo del Muñeco, al glorioso, donde a la voracidad ofensiva se sumaba el oficio, el defender, sabiendo que la Copa se gana con solidez, sin necesidad de tanto vuelo futbolístico. El Palmeiras de Abel Ferreira es el mejor ejemplo. Bicampeón de la Copa, con un equipo rebosante de talento pero siempre con un funcionamiento colectivo y una solidez a prueba de balas. Este River tiene actitud, ambición y talento, pero necesita entender los contextos y los momentos de los partidos. Los jugadores y su técnico.

¿Se está a tiempo de cambiar y encontrar soluciones fácticas? El campeón del 2015 lo hizo, luego de una primera fase que rozó el papelón. En este caso el tiempo lo dirá. Material le sobra. Pero primero deberá entender que la esencia y la grandeza de una historia no se traicionan porque se defienda más y se busque el triunfo con equilibrio, sin excesos, ni coqueteando con los extremos, como viene haciendo este equipo. La copa pide eso, ahora y en los cruces. Se verá cuál es la respuesta.

TEMAS RELACIONADOS
DEJA TU COMENTARIO: