Pascualito Pérez, Perón y la consagración en Tokio: la historia del primer boxeador argentino campeón del mundo

Desde su irrupción en el amateurismo hasta la coronación mundial del 26 de noviembre 1954, el vínculo con Juan Domingo Perón y una campaña profesional arrolladora, el oriundo de Mendoza trazó el camino que inauguró la era dorada del pugilismo nacional.

En la noche del 26 de noviembre de 1954, en el estadio Korakuen de Tokio, Pascual Pérez se metería para siempre en la historia grande del deporte argentino al convertirse en el primer boxeador del país en coronarse campeón mundial. Con 1,52 metros de estatura, una pegada potente y mucho instinto, el "León Mendocino" derrotó por puntos al japonés Yoshio Shirai en una decisión unánime que lo instaló en el mapa mayor del boxeo.

El recorrido hasta esa noche japonesa había sido largo. Pérez nació un 4 de mayo de 1926 en Tupungato, Mendoza, siendo el menor de 9 años de una familia de laburantes de viñedos. Desde muy chico trabajó en la finca familiar hasta que, a los 16, descubrió el boxeo en el Deportivo Rodeo de la Cruz.

Felipe Segura, su primer entrenador, quedó sorprendido ante ese zurdo que peleaba como diestro y que, aun siendo más petiso que todos, tenía una fuerza inusual para los mosca. Para que pudiera entrenar, la Federación Mendocina incluso tuvo que pagar un peón que reemplazara al joven Pascual en la viña. Su familia no quería saber nada. Él, decidido, llegó a anotarse como Pablo Pérez para que no lo descubrieran.

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Como amateur acumuló números de otro planeta: 125 peleas, 16 títulos y una escalada meteórica que lo convirtió en campeón mendocino, argentino y latinoamericano. En 1948, con 22 años, coronó ese recorrido con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres.

"Su rotunda eficacia finca principalmente en el notable sentido de tiempo y distancia, sincronizados a la perfección. Luego, es agresivo, de pegada sumamente fuerte en proporción a su peso; y desarrolla todos sus recursos en plena velocidad, sin perder la línea. Podríamos afirmar que ha sido el mejor boxeador del equipo argentino y uno de los mejores estilistas del torneo", destacó el periodista Félix Frascara, enviado especial de la revista El Gráfico en aquellos juegos.

A su vuelta, Pascualito fue recibido en Ezeiza como un héroe nacional por parte de una multitud encabezada por el presidente Juan Domingo Perón. Pero el boxeo, siempre caprichoso, le negó el pase a los Juegos de Helsinki en 1952 tras una derrota muy discutida en el torneo selectivo. Ese golpe lo empujó al profesionalismo, decisión que cambiaría la historia.

Embed - PERON RECIBE AL CAMPEON OLIMPICO DE BOXEO PASCUALITO PEREZ

Su ascenso como profesional fue fulminante. Con Lázaro Koci como mánager, Pérez noqueó a sus primeros 18 rivales, casi siempre antes del cuarto round. En 1953 se quedó con el título argentino y para 1954 ya no tenía contrincantes en la región. Sus estilo era una rareza: un mosca que sacaba gente del ring por la vía rápida, sin vueltas. No tardó en llamar la atención del mundo del deporte.

El vínculo de Pascual Pérez con Juan Domingo Perón

Perón, fanático del boxeo desde sus tiempos en el Colegio Militar, seguía de cerca la carrera de Pérez. Ya como presidente impulsó el deporte desde el Estado y apoyaba a figuras populares como José María Gatica y a Pascualito, a quien incluso llegó a regalarle un auto que había pertenecido a Evita. Fue el propio presidente quien ordenó las gestiones del embajador Carlos Quiróz para traer a Buenos Aires al campeón mundial Yoshio Shirai.

La pelea, sin título en juego, se disputó el 24 de julio de 1954 en un Luna Park repleto, con Perón sentado en primera fila. La pelea terminó en empate y por primera vez en la historia un boxeador profesional argentino no era vencido por un campeón mundial. El empate, como era costumbre por aquellos años, obligó a Shirai a darle la revancha a Pérez, pero esta vez se pondría en disputa el cinturón.

Embed - Pascual Perez (ARG) vs Yoshio Shirai (JPN) 1 | BOXING Fight Highlights

Cuatro meses y dos días después llegó la noche decisiva en Tokio. Pérez tiró dos veces al campeón, en el segundo y en el duodécimo round, y lo tuvo al borde del nocaut en el decimotercero. Los jueces no dudaron: fallo unánime y título mundial para el mendocino. Desde el ring, emocionado, dejó una frase que fue transmitida por radio para todo el país: “¡Cumplí, mi General!”, dijo el mendocino, dedicando su triunfo a Presidente de la Nación.

A su regreso, Perón lo recibió personalmente en Ezeiza. La lealtad siguió incluso después del golpe de 1955: con el expresidente en el exilio y con sus bienes congelados, Pérez le enviaba parte del dinero de sus peleas para ayudarlo.

Pascual Pérez: el legado

Entre 1954 y 1960, Pascual hizo nueve defensas exitosas del título y consolidó una carrera que terminó con 92 peleas profesionales: 84 victorias, 57 de ellas por nocaut. Fue incluido en el Salón Internacional de la Fama en 1995 y figura, junto a Miguel Canto y Jimmy Wilde, entre los tres mejores mosca de la historia. Para muchos, junto a Carlos Monzón, es el mejor boxeador argentino de todos los tiempos.

Pero su impacto se mide también por lo que vino después. Tras su coronación, la Argentina debió esperar 12 años para volver a ver a un campeón mundial: Horacio Accavallo en 1966. Luego, Nicolino Locche en 1968, con esa defensa magistral y su estilo casi artístico. Y en 1970, Carlos Monzón, iniciando una hegemonía inolvidable.

Todos ellos agrandaron la historia, pero Pascual fue quien demostró que un argentino podía ser campeón del mundo. El chico de Tupungato que, un 26 de noviembre de 1954, puso al boxeo argentino en el mapa para siempre.

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