"Quiero darle una alegría a todos los argentinos y romper todos los récords en el boxeo como lo hizo Messi en el fútbol. Sueño con que Argentina tenga un campeón indiscutido”, confiesa Fernando “El Puma” Martínez, el único campeón mundial argentino en vigencia, que en noviembre irá por una de las hazañas más grandes del deporte nacional: unificar todos los cinturones de la categoría supermosca. Para lograrlo deberá vencer al estadounidense Jesse “Bam” Rodríguez, de 25 años, actual campeón del CMB, OMB y The Ring.
El Puma se prepara en un campamento montado en el Cuartel de Bomberos Voluntarios del barrio porteño de La Boca. Tras un entrenamiento liviano con su entrenador y amigo Rodrigo Calabrese, se lo ve confiado, concentrado y listo para el gran desafío que se le viene. Lo acompañan su pareja, la también boxeadora Micaela Torta, su pequeña hija Eluney, familiares, amigos y un excampón del mundo; Marcos “el Chino” Maidana, quien también es parte de su equipo. “Está en su mejor momento”, afirma un integrante de su entorno.
De La Boca al ring: infancia, sueños y sacrificio
La historia de Fernando refleja la de muchos boxeadores que surgieron desde abajo. En su infancia vivió en un conventillo de La Boca, en el seno de una familia humilde y trabajadora, junto a once hermanos. Entre juegos en la calle, fútbol y travesuras infantiles, se forjaron su carácter y su resiliencia. Su padre, Don Abel, chapista y remisero, fanático del boxeo, le transmitió la pasión por el deporte. Desde chico Fernando soñaba con imitar a Mike Tyson: “Me encantaba cuando salía al ring y noqueaba a los rivales. Me parecía algo fácil de hacer. Yo quería ser como él para ser campeón del mundo y ayudar a mi familia a salir adelante".
Aunque quiso empezar a entrenar a los siete años, los gimnasios lo rechazaban por su edad. "Mi papá averiguó en la Federación Argentina de Boxeo pero recién tomaban chicos mayores de 14 años. Yo estaba terriblemente desilusionado. Quería entrenar pero no me dejaban”. Recién pudo iniciar en la disciplina a los 11, cuando su padre encontró un entrenador dispuesto a darle la oportunidad. Ese mismo día fue a Constitución junto a su madre para comprar un bolsito, un short y una toalla. “No me olvido más de ese momento. Desde ese día no frené nunca más”, recuerda Martínez.
No era más que una pulga pero empezó a entrenar con ganas. Su disciplina y talento se hicieron evidentes rápidamente. En el gimnasio, el ring se convirtió en su hogar, y cada consejo de su padre, incluso los regaños, era combustible para su ambición. Cuando se portaba mal su padre lo retaba diciéndole que no iba a poder ir a boxeo y se largaba a llorar. Era lo peor que le podían decir en ese momento. Sin embargo Don Abel siempre creyó en él e hizo todo para que Fernando cumpliera su sueño. Hasta desayunaba mate cocido con tal de que a su hijo no le faltase un yogurt antes de que se fuera a entrenar. “Tenía once años y mi papá le decía a sus amigos que yo iba a ser campeón del mundo. Ellos se cagaban de risa".
A los 14 años, Fernando vivió uno de los momentos más difíciles de su vida: su familia fue desalojada del conventillo donde habían crecido. “El que decía ser el dueño al final parece que no era”, recordó el boxeador. Durante un tiempo vivieron en la casa de un tío hasta que finalmente consiguieron un alquiler en Wilde, Avellaneda. Sin embargo, siempre llevó a La Boca en el corazón. “El barrio representa todo. Son mis raíces. Acá me crié e hice mis primeras amistades. Es donde empezó todo. Ahora, entrenando aquí, siento un placer enorme: tengo la oportunidad de seguir representando a La Boca”.
Del amateurismo al cinturón del mundo: carrera, títulos y el sueño del indiscutido
Su carrera amateur fue extensa y de alto nivel: campeón argentino, integrante de la selección nacional, participante de torneos internacionales, Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y Juegos Olímpicos de Río 2016, donde llegó a los octavos de final. La muerte de su padre en 2014 lo sumió en un breve período de depresión, pero volvió al ring gracias al apoyo de su madre y de Calabrese. Más de un centenar de combates semiprofesionales y amateur forjaron su estilo: movilidad, agresividad y ritmo alto, la base que lo catapultó al profesionalismo en 2017.
Debutó profesionalmente el 25 de agosto de 2017, venciendo por nocaut a Juan Ignacio Harán, y rápidamente demostró su hambre de gloria. En 2019, en su primera pelea internacional contra Athenkosi Dumezweni en Sudáfrica. El combate tuvo una particularidad: al término de cada round, se leían las tarjetas de los jueces. Todas daban por ganador al sudafricano, a pesar de que “El Puma” era claramente superior y lo había derribado en el primer round. La situación era clara, no habría justicia al final de la pelea justicia, por lo que la victoria debía ser contundente. “Tenemos que salir a matar porque no nos van a dar la pelea, Fer”, le gritó Calabrese desde la esquina. “Me estaban metiendo la mano”, recuerda Martínez con indignación, pero la historia tuvo un final feliz: “Salí a matar. En el décimo lo emboqué en una y quedó tirado. En el anteúltimo round lo liquidé. Fue una felicidad enorme”. Con ese triunfo, Martínez se coronó con el título Plata de la división Supermosca del Consejo Mundial de Boxeo y dio un salto enorme en el ranking, pasando del puesto 80 a estar entre los 10 mejores del mundo.
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El 26 de febrero de 2022 llegó la oportunidad que cambiaría su vida: enfrentar al filipino Jerwin Ancajas en Las Vegas por el título mundial FIB supermosca. “Era mi primera vez en Las Vegas. Fue un sueño. Fui con mucha hambre de ganar ese título del mundo y de cumplirle el sueño a mi viejo”. Subestimado por muchos, Martínez impuso un ritmo demoledor y ganó por decisión unánime. “El filipino era durísimo y venía invicto hace 10 años. Era tremendo. Hasta en Argentina decían que iba a perder. La gente no creía. Pero yo venía con un camino y una trayectoria muy larga. Me subestimaban porque veían que yo tenía solo 12 peleas como profesional mientras que Ancajas 32, pero no sabían que yo había hecho más de 30 peleas semiprofesionales. La verdad que venía como tapado. Tenía una experiencia enorme y fui con todo”.
Contra todos los pronósticos, el argentino impuso un ritmo asfixiante desde el primer round, con una presión constante y un volumen de golpes que desbordó al campeón. La pelea parecía suya pero no se podía confiar en las tarjetas. La clave de la victoria estuvo en unas palabras que le dijo Calabrese desde la esquina al término del undécimo round. "Muy bien Fer. Lo único que te pido cerrate. Pega y cerrate. Está hecho mierda. No ve de un ojo. Lo tenemos Fer. Este es el round. Cumplile el sueño a tu viejo". Y Fernando salió al último episodio listo para pasar arriba del rival asestando una infinidad de piñas sin parar.
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“Ser campeón del mundo me relajó espiritualmente. Sentí que cumplimos el sueño con mi papá”, recuerda. La revancha, en octubre de 2022, consolidó su reinado con otra victoria clara. Ancajas buscó ajustar la estrategia, pero volvió a quedar atrapado en el ritmo demoledor del argentino. Martínez presionó sin pausa, descargó combinaciones constantes, anuló al rival y retuvo el título. En junio del 2023, el Pumita protagonizó una de sus defensas más espectaculares. Desde el inicio sometió al filipino Jade Bornea con una lluvia de golpes al cuerpo y a la cabeza, hasta que en el 11° round el árbitro detuvo la pelea. Fue un nocaut técnico categórico que confirmó su poder ofensivo y lo proyectó como una de las figuras de la división.
En julio del 2024 Martinez lograría otro hito en su carrera. En Tokio enfrentó al campeón e ídolo japonés, Kazuto Ioka. Fue un combate de altísima intensidad, con el argentino presionando sin descanso y conectando un mayor volumen de golpes, mientras que Ioka apeló a su técnica, precisión y experiencia para contrarrestar. La pelea se mantuvo pareja de principio a fin, pero la agresividad y la constancia del Pumita inclinaron la balanza: los jueces lo declararon ganador por decisión unánime, en un fallo cerrado pero claro. Con este triunfo, Martínez no solo retuvo su cinturón FIB, sino que ganó el título mundial WBA del peso supermosca.
“Con Kazuto agarré muchísima experiencia. Él era campeón del mundo desde los 21 y tenía 35 cuando lo enfrenté. La verdad es que se sintió. Me hizo más fuerte y ahora estoy preparado para enfrentar a quien sea”. Con Ioka tuvo revancha en mayo del 2025. En la antesala de la pelea, el argentino tuvo que dejar vacante el título FIB para comenzar a recorrer el camino que lo lleve a meterse en la historia grande del boxeo nacional. En el segundo duelo, el Puma volvió a imponer su sello: presión incesante, gran volumen de golpes y una resistencia que desgastó al ídolo japonés. Ioka ofreció momentos de precisión y oficio, pero la intensidad del Pumita resultó determinante. Tras doce rounds electrizantes, los jueces dieron fallo unánime para Martínez, que retuvo el título supermosca de la WBA y dejó en claro que su consagración en suelo japonés no había sido casualidad.
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Ahora, Martínez apunta a la gloria máxima en la pelea más importante de su carrera: enfrentará al estadounidense Jesse “Bam” Rodríguez, campeón CMB y OMB, el próximo 22 de noviembre en Riad, Arabia Saudita. El vencedor será, sin dudas, el mejor boxeador de la categoría. Pero para “El Puma” este combate tiene un significado aún mayor: si gana, se convertirá en el primer campeón indiscutido de la división supermosca y el segundo latinoamericano en lograrlo, después del mexicano Canelo Álvarez en peso supermediano, al reunir los cinturones de la AMB, CMB, OMB, FIB y The Ring.
“Rodriguez tiene muy buenos movimientos laterales, boxea muy bien y parece que tiene la mano pesada. Creo que esta pelea será como una partida de ajedrez, porque los dos somos muy buenos. Aquí se va a definir quién es el mejor de la categoría y campeón indiscutido”, advierte Martínez.
El Pumita no se conforma con haber cumplido su sueño y el de su padre de ser campeón del mundo: ahora va por la gloria máxima. “Me encantaría darle esa alegría y romper todos los récords en el boxeo como hizo Messi en el fútbol. Quiero que Argentina tenga ese campeón indiscutido. Es una de las peleas más esperadas del año. Va a ser una guerra total. Estoy muy contento de que se haya dado y muy agradecido con mi gente, porque todo esto es un equipo que lo logró junto”, afirma con emoción.
Con la voz cargada de orgullo, Martínez deja en claro que su camino trasciende los títulos: “Yo siento que le doy una oportunidad a los chicos que salen de abajo”, dice, convencido de que cada golpe suyo abre una puerta para otros. Reconoce las dificultades de ser boxeador en Argentina, donde “no hay mucho apoyo en el boxeo”, pero transforma esa carencia en motor para sus logros. Y en su mensaje final resume la esencia de su historia: “Todo se puede. No es imposible. Yo salí de lo más humilde, juntaba monedas para comprar unas zapatillas de 10 pesos. Hoy en día tengo todo gracias a Dios y voy a poder salvar a mi familia para que esté bien parada”. Su voz se convierte así en un faro: un campeón que, más allá de los cinturones, recuerda que la pelea más importante es la de nunca aflojar.
* Entrevista realizada en colaboración con Fernando Mayorga.