Lo llamaban "el asesino de las bolsas de basura" y estuvo más de 15 años sin ser descubierto: quién era Patrick Kearney

La capacidad del agresor para pasar desapercibido durante tantos años dejó en evidencia las limitaciones investigativas de la justicia.

  • Kearney tuvo una infancia marcada por la violencia, el acoso escolar y el aislamiento, factores que influyeron en el desarrollo de una personalidad inestable.
  • Ya instalado en California, llevó una vida laboral impecable como ingeniero mientras cometía decenas de asesinatos entre 1962 y 1977, dejando los cuerpos desmembrados en bolsas de basura a la vera de las autopistas.
  • Durante un período de convivencia con su pareja, David Hill, sus crímenes casi se detuvieron, aunque los conflictos en la relación reactivaban su patrón homicida.
  • Fue descubierto gracias al aviso de un ferretero y, tras hallar pruebas en su hogar, confesó 35 asesinatos; se declaró culpable y recibió 21 cadenas perpetuas.

La historia criminal de Patrick Kearney sigue generando inquietud por la frialdad con la que actuó y por el extenso período en el que logró evitar a la justicia. Conocido como “el asesino de las bolsas de basura”, este caso estremeció a la opinión pública cuando finalmente salió a la luz. Aún hoy, se lo menciona como un ejemplo extremo de peligrosidad silenciosa.

El recorrido de este personaje se desarrolló en un contexto donde la tecnología forense aún no ofrecía las herramientas actuales, lo que permitió que sus crímenes se acumularan sin un patrón claro. A pesar de vivir una vida aparentemente normal, las sospechas comenzaron a crecer cuando ciertos elementos coincidieron de manera inesperada.

Cuál es la historia de Patrick Kearney, conocido como el asesino de las bolsas de basura

Patrick Kearney

Kearney llegó al mundo en Texas en 1939 y desde muy chico quedó marcado por experiencias vinculadas a la violencia. Su infancia transcurrió en una granja donde su padre, un hombre rígido y dominante, le enseñó desde temprano a sacrificar animales de forma rápida y supuestamente “humanitaria”.

Pero la dureza no se limitó al ámbito familiar: en la escuela también sufrió un clima hostil. Sus compañeros lo acosaron durante años con burlas y golpes por su carácter reservado y su contextura pequeña, generando en él un resentimiento profundo. El aislamiento social lo acompañó durante gran parte de su vida.

Sin amistades ni figuras adultas que lo contuvieran, se refugió en la soledad y en fantasías cada vez más turbias. Aquel período formó la base de una personalidad que combinaba precisión y orden (habilidades que más adelante aplicarían a su trabajo como ingeniero) con una marcada inestabilidad emocional y una vulnerabilidad a los impulsos violentos.

Tras mudarse a California, Kearney logró insertarse laboralmente sin dificultades. Trabajó como ingeniero mecánico para distintas compañías, manteniendo siempre una imagen profesional impecable. Pero entre 1962 y 1977, más de cuarenta jóvenes desaparecieron en el sur del estado.

Los cuerpos, hallados dentro de bolsas de basura al costado de las autopistas, exhibían un método frío y calculado. Así se forjó el temido apodo que resonaría en toda la costa oeste: “el asesino de las bolsas de basura”. Su modo de operar se caracterizaba por la eficacia y la ausencia total de emoción. Se acercaba a sus víctimas en espacios públicos y, ya dentro del auto, las ejecutaba con una pistola calibre .22 disparada detrás de la oreja, replicando la técnica para sacrificar animales que había aprendido de niño.

Luego del asesinato, trasladaba el cuerpo a un sitio apartado, donde lo desnudaba, abusaba sexualmente y luego lo desmembraba utilizando herramientas que adquiría frecuentemente en una ferretería de la zona. Según documentos judiciales, los cortes eran precisos y rápidos; su conocimiento técnico se reflejaba en cada etapa. Finalmente, colocaba los restos en bolsas de basura y las arrojaba en rutas y autopistas, tal como consignan informes publicados por NBC News.

Kearney logró mantenerse fuera del radar policial gracias a su inteligencia y su capacidad para ajustar su estrategia. Cuando estuvo a punto de ser descubierto tras uno de sus primeros crímenes (al volver sin cautela a un barrio donde ya había actuado), modificó sus desplazamientos, amplió la zona geográfica y cambió sus métodos de aproximación, siempre manteniendo un perfil bajo en su vida cotidiana.

Su historia tomó un nuevo rumbo en 1967, cuando conoció a David Hill en un bar gay del centro de Los Ángeles. Hill, mayor y con una personalidad más abierta, le aportó un breve período de estabilidad emocional. Vivieron juntos y lograron establecer cierta rutina hogareña. Durante ese tiempo, los asesinatos prácticamente se detuvieron: por momentos, esa estabilidad logró contener sus impulsos homicidas. Pero la relación estaba atravesada por altibajos y discusiones constantes. Cuando Hill se ausentaba por temporadas o la convivencia se tensaba, los crímenes volvían a emerger. En esos episodios, Patrick elegía a jóvenes que, de algún modo, evocaban la figura de su pareja.

A lo largo de casi veinte años, Kearney consiguió evitar a la policía gracias a su discreción y a la escasez de indicios concretos. Sin embargo, un detalle menor terminó siendo decisivo: un ferretero local comenzó a notar la frecuencia con la que compraba cuchillos y sierras de carnicero y, al relacionar esas compras con las noticias sobre cadáveres desmembrados, decidió contactar a las autoridades. Un exhaustivo allanamiento en la casa y el vehículo de Kearney reveló rastros de sangre y cabellos pertenecientes a John LaMay, una de las víctimas, y esa evidencia impulsó una persecución policial a gran escala.

Una vez detenido, Kearney admitió ante la justicia haber matado a 35 personas, aunque solo fue juzgado por 21 casos, ya que en varios episodios no se logró identificar plenamente a las víctimas ni reunir pruebas suficientes. Para evitar la pena de muerte, se declaró culpable y recibió una condena de 21 cadenas perpetuas.