Llegó a Argentina y hoy es el mejor del mundo: se trata, sin duda, de uno de los íconos más deliciosos y tradicionales de la gastronomía de la tierra sudamericana. ¿Cómo fue el primer alfajor que se hizo en nuestro país?
¿Sabías que su historia en nuestro país tiene orígenes humildes y curiosos?
Llegó a Argentina y hoy es el mejor del mundo: se trata, sin duda, de uno de los íconos más deliciosos y tradicionales de la gastronomía de la tierra sudamericana. ¿Cómo fue el primer alfajor que se hizo en nuestro país?
Se consume desde hace siglos y es uno de los productos que más nos identifican. El alfajor, ese dulce irresistible que atraviesa generaciones y fronteras, tiene una historia que comienza mucho antes de convertirse en símbolo nacional.
Aunque su origen es árabe y llegó a España durante la Edad Media, este manjar se reinventó en el país de la bandera celeste y blanca gracias a la creatividad de los inmigrantes. Y no solo conquista el mercado interno. Cada vez más empresas nacionales exportan alfajores a países como Estados Unidos, España, Brasil, Alemania y Japón. Las marcas argentinas saben combinar tradición y calidad para abrirse camino en el mundo, llevando nuestro sabor más representativo a las góndolas internacionales. En ferias de alimentos y competencias gastronómicas, el alfajor argentino brilla con luz propia.
El primer alfajor argentino apareció a fines del siglo XIX, traído por inmigrantes europeos que adaptaron la receta original a los ingredientes locales. Se dice que en la provincia de Córdoba, hacia 1880, una pequeña confitería comenzó a preparar una versión casera con dulce de leche, harina, huevos y azúcar, combinando influencias españolas y francesas.
Este producto primitivo era simple, sin la capa de chocolate que hoy es tan característica. Sin embargo, conquistó rápidamente a los argentinos por su sabor dulce y textura suave. Con el tiempo, las fábricas comenzaron a industrializar su producción, y hacia mediados del siglo XX, la versión con chocolate y distintos rellenos se volvió la favorita.
Hoy, Argentina es reconocida mundialmente por la calidad y variedad de sus alfajores, desde los artesanales hasta los industriales. Este pequeño dulce es mucho más que un postre: es parte de nuestra identidad y cultura popular. Así, lo que comenzó como una receta sencilla en una confitería cordobesa, se convirtió en un símbolo nacional que llegó a ser considerado “el mejor del mundo”.