Ser docente es una responsabilidad y quienes se forman para ello lo saben. Tal es el caso de Laura, una maestra que trabaja en la Escuela Primaria Común N° 04 Rafael Ruiz de los Llanos, en el barrio porteño de Villa Devoto. Si bien se trata de una comunidad heterogénea, en su mayoría los alumnos provienen de Fuerte Apache.
"En general, se trata de una escuela que no muchos quieren agarrar porque representa poner mucho el cuerpo debido a las condiciones en las que viven los chicos, que muchas veces están solos", comentó. Esto se presentó como un desafío para Laura: "A mí me convoca porque creo que la educación es 100% política y yo estudié docencia por eso. Yo sabía que acá podía dar lo mejor de mí".
"Te encontrás con aulas desbordadas, con falta de recursos y con una comunidad en la que la mayoría no tiene obra social", ahondó. Esto deriva en un abanico de problemáticas, como estudiantes violentos, disléxicos, y que necesitan un acompañamiento psiquiátrico o psicológico del cual hoy carecen por la situación económica que atraviesan.
escuela Ruiz de los Llanos
"Cuentan con una maestra en el aula nada más. El tema ahí es el progreso, ¿cómo los ayudo a avanzar?", se pregunta. Cabe destacar que para contar con un acompañante, las familias deben tramitar el Certificado Único de Discapacidad, cuando en muchos de los casos es una cuestión difícil de aceptar para los núcleos familiares.
Una de las constantes es la cuestión de la violencia, la cual muchas veces resulta inmanejable hasta para ellos, que se forman y nutren de herramientas para poder resolver dichos conflictos. "Estas cuestiones nos hacen repensar nuestra tarea: no es solo es enseñar algo puntual, sino que también cumplimos el rol de contener porque en caso contrario sería una guardería", manifestó.
En esa misma línea, reconoció que, en ocasiones, todo ello implica "demasiada carga" teniendo en cuenta que hoy en día muchos casos reflejan falta de atención y cuidado, lo que deriva en que "todo eso se cargue en el docente y tengamos que ocuparnos de cada vez de más cosas". "He llegado a cortarle las uñas a uno de los nenes porque en la casa no lo hacían", agregó.
La maestra puso su ojo en todo lo que falta para poder la contención necesaria a los alumnos y se enfocó en la escasez de profesionales de la psicología: "Si un nene viene llorando no podés hacer oídos sordos, tenés que estar ahí. Hoy en día hay un solo psicólogo para todo el distrito y eso hace que te frustres, pero seguimos por ellos".
Asimismo, puntualizó en la falta de tiempo para pensar en soluciones colectivas porque la vorágine también obliga a cumplir con el diseño curricular, "porque si bien hay que contener, no hay que olvidarse de enseñar".
Este panorama se ve agravado por cuestiones simples como la alimentación. La situación en la que viven los niños y niñas que acuden al colegio y sumado a un contexto de crisis, genera que en muchos casos la única comida del día sea la que reciben en la escuela.
"La mayoría que tienen un problema económico muy muy grande, con algunos casos más que complicados. Me doy cuenta de quiénes son y les separo las galletitas que sobren para que no se queden con hambre", admitió sobre la situación alimenticia.
Asimismo, agregó que "a los de primer ciclo no le dejan repetir porque no alcanza para los de 2do ciclo, además de que la comida no es buena. Si bien está pensada por un nutricionista, no considero que sea saludable y variada para estudiantes de esta edad y sobre todo que atraviesan esta realidad".
La pregunta entonces es: ¿hay salida? ¿Hay solución? Según Laura, es "poner el cuerpo todo lo que podamos, acompañarnos y no dejar de hablar nunca con los chicos". A pesar de que esta rutina muchas veces suele ser agotadora, se levanta de la cama todos los días pensando en que "las problemáticas son cada vez más grandes si no las atendemos y es por eso que sé que es mi lugar".
Ser docente es formar vínculos, más en ámbitos de vulnerabilidad en los que los niños no deben dejar de ser eso, niños. Así lo relata ella: "Con uno de los nenes, Bauti, formé una relación especial. Un día viene y me dice, 'Seño, estoy nervioso', y me cuenta que el papá salía de la cárcel y lo iba a ver por primera vez. Me pidió que le escribiera una carta, así que me puse a escribir mientras me dictaba. Levanté la mirada y estaba llorando de felicidad. Eso a mí me parte el corazón, porque sé que si está pasando por esa situación, nosotros lo podemos acompañar desde este lado".
"He llegado a tener alumnos en 5to grado sin alfabetizar y no te puedo ni decir la cara que pusieron cuando empezaron a leer y a escribir. Yo sé que las transformaciones suceden, pero todas desde el amor, porque sin el amor no hay aprendizaje", comentó.
Y a pesar de que el escenario muchas veces se tiñe de negatividad y el día a día cuesta, hay señales que indican que el trabajo se está haciendo bien y que los niños tienen esa pureza adentro que los hace salir de la dura realidad en la que viven en sus casas. "Hace poco me pasó que uno de 7mo perdió al hermano porque tenía cáncer y ver a sus compañeros apoyándolo me hizo pensar que lo que una atraviesa termina valiendo la pena al final", cerró.
La vocación de ser docente: la historia de una escuelita no formal en General Rodríguez
Junto a Aldana y Alejandra, Laura inició en una escuela no formal para estudiantes de distintas edades que residen en Malvinas Argentinas, partido de General Rodríguez. Producto de los estragos que causó la pandemia, sobre todo entre los que no tenían las posibilidades económicas de poder aprender a distancia, comenzaron a dar clases en la quinta de un amigo.
La propuesta era descontracturada, basada en lo lúdico y ver películas como punto de partida para aprender. Los primeros alumnos pertenecían a una comunidad boliviana cuyos niños y adolescentes no estaban alfabetizados y se dedicaban en su mayoría a trabajar la tierra.
Escuela no formal 1
Los chicos aprenden sobre distintas temáticas en General Rodríguez.
Al ver que la demanda creció, gracias a la articulación con el Municipio lograron trasladarse a la Casa del Niño, donde pudieron ampliar sus posibilidades a partir de contar con un espacio y herramientas apropiadas.
Sin embargo, los recortes en educación también alcanzaron a esta propuesta: "Tenemos menos personal afectado no solo para las clases, sino también para poder cocinarles y atenderlos. Hoy en día nos ocupamos de todo, incluso de buscar los alimentos sabiendo que acuden a la escuelita para adquirir su único plato de comida en el día".
"Les hacemos juegos matemáticos, de mesa y de literatura. Sentimos que el hecho de que los chicos estén ahí los saca de la realidad en la que viven, en la que tienen maternar a sus hermanos. Los padres tienen que salir a laburar, por ende los pibes no van a la escuela porque tienen que salir a ganarse el mango. Una nena que solía venir regularmente ya no viene más porque lava la ropa del barrio y necesita la plata para vivir", contó Aldana.
Escuela no formal 2
Los docentes reciben donaciones para llevar a la escuelita.