En pleno casco histórico de la Ciudad de Buenos Aires, se encuentra la Iglesia de San Ignacio de Loyola, un testimonio arquitectónico de más de tres siglos. Este templo llama la atención no sólo por su valor religioso, sino también por ser la construcción más antigua que aún permanece en pie en la ciudad. Su historia abarca desde la llegada de los jesuitas a la región hasta su declaración como Monumento Histórico Nacional, en donde además fue escenario de hechos clave en la historia argentina.
Construida entre 1710 y 1722 por la Compañía de Jesús, esta iglesia forma parte de la llamada Manzana de las Luces, un complejo que ha sido testigo de la transformación urbana y cultural de la capital. Aunque oficialmente se inauguró en 1722, su consagración final ocurrió en 1734, y muchos de sus detalles arquitectónicos continuaron perfeccionándose en los años siguientes.
Además de su valor histórico, el edificio atravesó numerosos cambios y restauraciones que permitieron conservar su esplendor original. Este lugar es un ícono del patrimonio porteño gracias a sus elementos decorativos, como también por la recuperación y mantenimiento de sus túneles subterráneos.
San Ignacio de Loyola
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Cómo fue el origen de la Iglesia de San Ignacio Loyola, considerada la construcción más antigua de Buenos Aires
El origen de la Iglesia de San Ignacio de Loyola se remonta a 1608, cuando los jesuitas se establecieron en Buenos Aires y construyeron su primer templo en terrenos cercanos a la actual Plaza de Mayo. Debido a problemas estratégicos, en 1661 se trasladaron a la Manzana de las Luces, en Bolivar 225, donde comenzarían a edificar el templo que se conoce hoy. Este proceso se extendió hasta 1734, año en que se consagró oficialmente.
El templo fue construido con cal y ladrillos cocidos en hornos ubicados en el mismo predio. Su diseño, influenciado por el barroco germano, incluye detalles como grandes volutas invertidas en el pórtico principal y una torre sur que originalmente albergó el primer reloj público de la ciudad. La torre norte, agregada hacia 1850 por el ingeniero Felipe Senillosa, incorporó un antiguo reloj proveniente del Cabildo.
El interior, proyectado por Juan Krauss, muestra un estilo barroco adaptado al contexto rioplatense, con paredes blancas que contrastan con el colorido de sus retablos. De los catorce originales, aún se conservan siete que datan del período jesuítico, como el Retablo Mayor y los dedicados a San Luis Gonzaga y Santa Teresa de Jesús.
San Ignacio de Loyola
San Ignacio de Loyola
Los túneles subterráneos, excavados bajo el templo y parte del claustro, forman otro atractivo histórico. Estas galerías, diseñadas con fines defensivos durante la época colonial, conectaban edificios cercanos y hoy son accesibles al público mediante visitas guiadas.
La iglesia también vivenció importantes eventos históricos, como Cabildos Abiertos, la fundación de la Universidad de Buenos Aires en 1821 y su nombramiento como parroquia en 1830. Finalmente, en 1942, se la declaró Monumento Histórico Nacional, consolidando su lugar en la historia cultural y arquitectónica de Buenos Aires.