Oasis en Argentina: un reencuentro a la altura del mito

Entre el ritual futbolero, la devoción histórica y una energía que desborda cualquier lectura nostálgica, Buenos Aires reafirmó por qué sigue siendo el lugar más “bíblical” para los Gallagher frente a más de 150 mil personas.

La relación entre Oasis y el público argentino sobrevivió incluso a su propia separación. Liam Gallagher lo entendió apenas pisó el escenario. Repitió lo que ya había escrito en sus redes: “Argentina, best crowd in the world. Biblical.” Y no sonó a pose. El Monumental lo confirmó desde el primer minuto: Oasis tiene en Buenos Aires un nivel de respuesta que no encuentra en casi ningún otro lugar.

Antes del desembarco Gallagher, Richard Ashcroft abrió la noche con un set que funcionó más como gesto simbólico que como antesala estricta. Recorrió sus clásicos, mantuvo un clima íntimo y dejó la atmósfera cargada para lo que venía: el estallido.

El arranque fue directo: Fuckin’ in the Bushes con titulares proyectados sobre su reunión, y un estadio que detonó incluso antes del primer acorde y el saludo frío entre los hermanos. Después, Hello marcó el tono de la noche: la voz de Liam, más áspera pero firme, sostenida por una banda enfocada en acercarse al espíritu de los primeros discos.

La columna vertebral del show estuvo en Definitely Maybe y (What’s the Story) Morning Glory?, dos discos que redefinieron el britpop en los 90, filtrados por la tradición británica de los 60 y concebidos como respuesta luminosa al grunge estadounidense. Oasis reactivó una identidad que parecía agotada y esa identidad, en Argentina, tomó vida propia. Supersonic, Cigarettes & Alcohol, Morning Glory, Some Might Say: acá funcionan distinto, son señales de la devoción ceremonial que la hinchada local tiene por los Gallagher.

Embed - C5N on Instagram: " OASIS EN ARGENTINA, COBERTURA DE C5N La banda británica liderada por los hermanos Gallagher regresó a Buenos Aires tras 16 años de ausencia. @auroritaluna habló con los fans desde el estadio de River y compartieron su emoción por estar presentes en el show."
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El “poznan” —la coreografía futbolera importada desde Polonia vía Manchester— en Cigarettes & Alcohol, fue la muestra más clara de esa traducción cultural. Noel lo pidió, y River respondió al instante: miles de personas de espaldas al escenario saltando al mismo ritmo, convertidas en un solo bloque. Es el manual no escrito de cómo se vive un show de Oasis en Argentina, y también un espejo de la pasión que une al país con el fútbol. No es casual que sobre el escenario hubiera una gigantografía tamaño real de Pep Guardiola como homenaje al Manchester City.

El bloque íntimo llegó con Talk Tonight, Half the World Away y Little by Little. Ahí Noel tomó el protagonismo: sin caer en la emotividad fácil, esas canciones mostraron la arquitectura melódica que Oasis heredó del ADN británico pero resignificó con guitarras abrasivas.

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Cuando el set volvió a escalar con D’You Know What I Mean?, Stand by Me y Slide Away, el estadio regresó a su modo natural: pogo, coro masivo y un éxtasis colectivo que en Argentina precede incluso a la banda.

El tramo final del set principal estuvo calibrado: Cast No Shadow como puente emocional; Slide Away como rescate de la melancolía rockera. Después, Whatever con su guiño a Octopus’s Garden de The Beatles y una Live Forever monumental que cerró la primera parte con una imagen que sintetizó todo: el retrato de Diego Armando Maradona iluminando el estadio.

Liam dedicó el tema siguiente a “una de las figuras más importantes del país”, y Rock ’n’ Roll Star convirtió esa dedicatoria en un estallido. Oasis en Argentina conecta música y fútbol como si fuera un solo lenguaje.

Los bises fueron el corazón emocional del fandom: Don’t Look Back in Anger en un coro unificado, Wonderwall convertida en rito colectivo y Champagne Supernova coronada por fuegos artificiales y más de un fanático en lágrimas.

La despedida tuvo otra capa simbólica. Liam agradeció al público por bancar a la banda durante tantos años; Noel quedó solo unos segundos sobre el escenario y respondió de la manera más nacional posible: levantando el puño al grito de “Argentina, Argentina, Argentina”.

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Ese cierre —Whatever, Live Forever, Rock ’n’ Roll Star, Don’t Look Back in Anger, Wonderwall, Champagne Supernova— sería un compilado de grandes éxitos para cualquier otra banda. Para Oasis, es una forma de medir la temperatura real de su legado. Y la elección funciona porque no buscan aggiornar su sonido ni convertirse en una versión “2025” de sí mismos: simplemente tocan con la fuerza que los definió desde el origen.

Liam

Por eso, cuando Liam habla de un público “bíblical”, no es frivolidad. Para él, y para muchos, Argentina es uno de los pocos lugares donde Oasis trasciende el estrellato y se convierte en energía colectiva real. Con la actitud desfachatada que lo caracteriza y llegando al final del segundo show, Liam sentenció: “ Ya lo saben, son los f*cking #1”, generando vitoreos y aplausos de toda la multitud, que respondió con la clásica canción de cancha “Yo soy de Oasis, es un sentimiento, no puedo parar”.

Más allá del espectáculo, la noche volvió a confirmar algo que lleva décadas en juego: la historia entre Oasis y Argentina no es un anecdotario de visitas, es un vínculo emocional sostenido en discos gastados, shows inolvidables y una identificación que excede lo musical. El tour ahora sigue por Chile y Brasil, pero lo vivido en River quedará grabado en la historia grande del rock en Argentina y los Gallagher siempre lo insinuaron —a veces en serio, a veces en modo provocación— pero esta vez quedó desnudo: en Buenos Aires, Oasis suena como si nunca se hubiera separado. Y su público sigue siendo, para ellos, el más biblical de todos.