El 17 de noviembre se celebra en Argentina el Día de la Militancia peronista. La fecha elegida es en conmemoración del retorno de Juan Domingo Perón al país tras 17 años de exilio, un período que se inició con el golpe de Estado de 1955, que dio paso a la denominada “Revolución Libertadora”.
Aquel gobierno de facto de los generales Eduardo Lonardi, Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas disolvió el Congreso, proscribió al peronismo, prohibió sus símbolos partidarios (ni siquiera estaba permitido mencionar a Perón), encarceló dirigentes, confiscó bienes, intervino los sindicatos y la CGT, secuestró e hizo desaparecer el cadáver de Eva Perón, abolió la Constitución sancionada en 1949 y hasta fusiló militantes.
Desde el exilio en Paraguay, Panamá, Nicaragua, Venezuela, República Dominicana y, finalmente, España, Perón siguió influyendo en la política argentina, estableció un diálogo directo con la militancia peronista y alentó la resistencia contra los gobiernos militares que lo sucedieron.
Los primeros años en el exilio
Perón daba entrevistas a medios internacionales, escribía cartas y enviaba mensajes grabados. En una de sus primeras misivas, ordenaba que cada casa y cada fábrica se convirtieran en una Unidad Básica. Sus directivas apuntaban a “no dar tregua a la tiranía”.
“El trabajo a desgano, el bajo rendimiento, el sabotaje, la huelga, el paro, el desorden, la lucha activa por todos los medios y en todo lugar debe ser la regla. Sin esta preparación la revolución social no será posible a corto plazo, porque la tiranía sólo caerá por este medio”, sugería Perón en una de sus cartas.
Los boicots, las huelgas, las manifestaciones, los sabotajes y las pintadas se hicieron frecuentes. Los fusilamientos de 18 militares y 14 civiles en los basurales de José León Suárez en 1956 y la represión durante la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en 1959 son dos ejemplos de la violencia que se ejercía contra el peronismo en los años posteriores al golpe del ’55, tanto bajo gobiernos dictatoriales como pseudo-democráticos.
El pacto Perón-Frondizi, el regreso fallido y el Cordobazo
Con el peronismo proscripto, en 1958 se produjo el pacto Perón-Frondizi, un acuerdo político informal entre el líder y el candidato a la presidencia por la Unión Cívica Radical Intransigente, Arturo Frondizi.
Desde su exilio, Perón instruyó a sus votantes para que apoyaran a Frondizi en las urnas. A cambio, el candidato de la UCRI prometía legalizar la actividad política del peronismo, levantar las restricciones que pesaban sobre los sindicatos peronistas y, en general, abrir espacio para su reincorporación en la vida política del país.
Una vez en el poder, Frondizi cumplió parcialmente con las promesas del pacto, promoviendo la liberación de varios presos políticos y permitiendo mayor apertura política, aunque bajo la vigilancia de los militares, que desconfiaban de cualquier acercamiento con el peronismo. Las tensiones políticas y la presión militar fueron en aumento, y finalmente en 1962, Frondizi fue derrocado por un golpe militar.
En 1964, con Arturo Illia en el poder, Perón intentó retornar al país en un contexto de creciente inestabilidad política y crecientes demandas sociales. Las autoridades argentinas, con el respaldo del gobierno brasileño, frustraron su regreso. El avión en el que viajaba hizo una escala en Río de Janeiro, donde fue retenido y obligado a regresar a España sin poder pisar suelo argentino. Este intento fallido de retorno evidenció el miedo de la clase política y militar a su influencia, así como la fuerte polarización que aún persistía en la sociedad argentina casi una década después de su derrocamiento.
La revuelta estudiantil y obrera de mayo de 1969 conocida como el Cordobazo marcó un punto de inflexión. Fue el principio del fin de la dictadura de Juan Carlos Onganía. Y un largo camino hacia el retorno de la democracia y del propio Perón a la Argentina.
El regreso de Perón a la Argentina
El gobierno que sucedió al de Onganía, el del general Alejandro Lanusse, anunció en 1971 el "Gran Acuerdo Nacional", con el que buscaba calmar la creciente presión social y devolver la democracia al país.
Desde su residencia en Madrid, Perón fue acercándose cada vez más a la Juventud Peronista y Montoneros, el ala izquierda del movimiento, mientras organizaba su retorno junto a los principales referentes del Partido Justicialista y la CGT. Su primer regreso, en 1972, significó un triunfo de toda la militancia.
En 1973 no pudo presentarse a elecciones, pero designó a Héctor Cámpora como candidato, que ganó cómodamente las elecciones y asumió como presidente. El 20 de junio de ese año se produjo el regreso definitivo de Perón a la Argentina. El acontecimiento fue marcado por la "masacre de Ezeiza", donde facciones peronistas de derecha e izquierda se enfrentaron violentamente en el aeropuerto, resultando en decenas de muertos.
La tragedia evidenció la división interna del peronismo entre los sectores más conservadores y los militantes de la "Tendencia Revolucionaria", que aspiraban a un proyecto socialista. A pesar del caos, Perón logró regresar al poder en octubre de 1973, siendo elegido presidente con el 62% de los votos, con su esposa Isabel Perón como vicepresidenta.
En su tercer mandato, Perón trató de unificar al movimiento peronista, pero las divisiones internas se profundizaron. A medida que la violencia entre los sectores de la derecha peronista y la izquierda revolucionaria (Montoneros) escalaba, Perón se distanció de los grupos juveniles que lo habían apoyado, reafirmando su postura en favor del orden y la autoridad.
En un discurso en la Plaza de Mayo el 1 de mayo de 1974, Perón condenó públicamente a Montoneros, a los que llamó “imberbes y estúpidos”, marcando una ruptura definitiva con la militancia de izquierda.
Embed - Recuperan video de último discurso de Perón
El 12 de junio de ese año, Perón pronunció su último discurso desde el balcón de la Casa Rosada, ante una Plaza de Mayo repleta. “Llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”, fueron sus últimas palabras a la militancia. Falleció semanas después, dejando a su esposa Isabel a cargo del país, lo que desató una etapa de mayor inestabilidad política que culminaría en otro golpe militar en 1976.