Milei enfrenta el primer frío de la primavera post electoral

El triunfo electoral reforzó la confianza del oficialismo para acelerar sus reformas más profundas, pero la fragilidad económica, las tensiones políticas y la volatilidad de los apoyos que lo sostienen abren interrogantes sobre la durabilidad de un proyecto que avanza con una aparente validación social mientras convive con señales crecientes de desgaste y riesgos en el horizonte.

Que el gobierno salió fortalecido de las elecciones de medio término es una verdad imposible de contradecir. Que eso le sirvió para envalentonarse y plantear una aceleración en reformas aún más profundas, aprovechando el impulso y un Congreso más benévolo, también es un hecho. Pero que ese impulso va a durar mucho tiempo parece más difícil de predecir.

La gestión Milei convive desde su inicio con dos realidades que parecen contrapuestas pero sólo lo son en superficie. Por un lado, La Libertad Avanza llegó como una fuerza con nula representatividad territorial y una débil presencia legislativa. Por otro, ha conseguido plasmar el ajuste que se propuso con una efectividad admirable, sobre todo si se compara con el exasperante posibilismo del gobierno de Alberto Fernández.

La contradicción, como decíamos, es sólo superficial porque pocos gobiernos democráticos han tenido tanto apoyo del poder real como el de Javier Milei. Y ese poder también rige sobre buena parte de la dirigencia política. En efecto, el establishment económico y financiero lo patrocinan, el establishment mediático lo blinda, el establishment judicial le allana el camino, garantizando impunidad en las causas propias y persecución a los opositores. Pero, además, el poder mundial lo apoyó como nunca en las últimas elecciones, con un Donald Trump decidido a que su -por ahora- aliado más importante en la región no pierda en octubre.

El resultado para el norteamericano es inmediato. Un acuerdo comercial que, todo indica, será más beneficioso para los EEUU que para nosotros, la promesa de limitar la influencia de China en la región y un alineamiento automático que hace que las relaciones carnales de los ‘90 parezcan actos de soberanía. En línea con Estados Unidos, la Argentina no acompañó el documento final del G20 en Johannesburgo argumentando disconformidad con algunas de sus consignas. Es la primera vez en la historia de la cumbre que no tendrá una declaración por consenso y para lograr esto, Trump contó con el apoyo de Milei.

La evidencia de estos apoyos y el resultado de las intermedias llevaron al gobierno a pensar que no habrá obstáculos para hacer cambios estructurales regresivos en nuestro país. Sus mismos patrocinadores pusieron manos a la obra y sus estudios de abogados redactan la reforma laboral mientras otros apuran borradores con reformas para el área tributaria y hasta para la educativa.

La limpieza interna y externa de la gestión apunta a eso también. Karina Milei borra, en estas semanas, todo vestigio de oposición a su poder, luego de ser cuestionada durante semanas por su diseño electoral. Diego Santilli se reúne con gobernadores, escucha reclamos, promete y exige apoyos en el Congreso. Cómo le irá en estas negociaciones depende un poco de la impronta conseguida en las elecciones -los mandatarios provinciales son grandes tiempistas- pero también de los recursos con los que cuente.

Hasta ahora parecen escasos para entusiasmar a quienes aún no saben cómo van a pagar los aguinaldos de enero y que, además, son los mismos que ya se rebelaron ante las promesas incumplidas de Guillermo Francos. El colorado y sus colaboradores filtraron que había gran expectativa en su reunión en Santiago del Estero, con el gobernador Gerardo Zamora pero se llevaron poco. Apenas la promesa de un tibio apoyo al proyecto de Ley de Presupuesto y poco más. La idea de que Zamora, que tiene siete diputados y liderará un grupo de tres senadores a sus órdenes desde el 10 de diciembre, pueda romper con Unión por la Patria es aventurada.

El cálculo del santiagueño parece más orientado a liderar a un peronismo del que no proviene. Entre sus planes está la posibilidad de conducir una fuerza que está en crisis y que necesita a alguien que sobrevuele las internas con más eficacia que Axel Kicilloff y que además tenga mayor capacidad de canalización del mencionado descontento de los gobernadores del norte grande que la que tiene Ricardo Quintela.

Quizás por eso sea tan mencionado por Cristina Kirchner a sus interlocutores en San José 1111, como alguien a tener en cuenta de cara a 2027. Se sabe que la crisis del peronismo es profunda, que no parece de sencilla resolución y esto alienta al gobierno pero, así y todo, la idea de que Todo Marcha de Acuerdo al Plan es peculiar si se tiene en cuenta que el de Milei es un gobierno que ha sufrido reveses legislativos inusitados, cuyos dos jefes de Gabinete -Nicolás Posse y Guillermo Francos- se proponían como grandes articuladores y sin embargo fueron echados de un día para otro. Y además, tiene un ministro de Economía inamovible aunque su gestión tuvo que ser rescatada por los Estados Unidos porque hace agua por todos lados.

En este contexto, el anuncio de que el JP Morgan canceló el salvataje de USD 20 mil millones para Argentina probablemente vuelva a generar temblores e incertidumbre en un plan que está agotado y que no sufría tanto por el “riesgo Kuka”, como pretende la narrativa oficial, como por sus propias inconsistencias.

La paradoja está a la vista pero se repite en todos los intentos neoliberales de la historia argentina. Tanto en el plan Martínez de Hoz, como en la larga década neoliberal de Menem y De la Rúa, y en el gobierno de Mauricio Macri, los que frustran la continuidad del modelo no son los más agredidos sino sus beneficiarios. Los capitales especulativos consiguen pingües ganancias y luego, cuando las consecuencias del extractivismo financiero comienzan a causar estragos, “tiran del mantel” para no perder lo ganado. Podrá el vencedor gobierno de Milei posponer este final anunciado? Esa pregunta forma parte de la noticia en desarrollo que sufrimos los argentinos día a tras día.