Como si de un sino trágico se tratara, la política no encuentra, desde 2021, el modo de ponerle punto final de la crisis de representación que depositó a Javier Milei en el sillón de Rivadavia.
Mientras se multiplican los focos de conflicto social por el ajuste, el colapso de la oposición y la apatía ciudadana le despejan el camino político al oficialismo. La contradicción del momento marca una democracia deshilachada.
Como si de un sino trágico se tratara, la política no encuentra, desde 2021, el modo de ponerle punto final de la crisis de representación que depositó a Javier Milei en el sillón de Rivadavia.
En efecto, desde aquel triunfo de medio término de Juntos por el Cambio, la alianza de centro derecha no hizo otra cosa que desarticularse. Por un lado, el radicalismo continúa una crisis de identidad que ya lleva casi un cuarto de siglo y que lo ha llevado a convertirse en una confederación sin figuras de dimensión nacional. Por otro, el PRO parece asistir al canto del cisne del liderazgo de Mauricio Macri y las negociaciones para fusionarse con La Libertad Avanza, luego de la derrota en CABA, son el mejor signo de esa situación.
La oferta está cada vez más monopolizada por la ultraderecha como opción de poder. Esto genera muchas posibilidades de hegemonía para el mileísmo pero también obligaciones nuevas. Una fuerza que se había presentado como antisistema y no necesariamente anti peronista se ha volcado en los últimos meses a acuerdos de casta cada vez más evidentes y a discursos que buscan solidificar un voto gorila que no se vio tan claro en la base del primer apoyo libertario. Para ser más claros, la primera clave del crecimiento libertario está dada por el fracaso del proyecto político macrista.
La segunda está dada por el abstencionismo. El desinterés por las elecciones de medio término que se ha verificado hasta ahora parece relacionado con esa crisis de representación pero incluye a Milei. Lo deja del lado del problema y no de la solución, como estaba para muchos en 2023. Pero eso, de cualquier modo, parece ser algo que el oficialismo deberá enfrentar a mediano plazo, porque hoy es algo que lo favorece. Lejos de los análisis que consideran al gobierno de Javier Milei como un fenómeno que por primera vez reúne a la derecha con lo popular, todas las señales oficiales tienden a desalentar la participación. Lo que se observa es el avance hacia una sociedad desinteresada de las soluciones políticas y en la que el rumbo del país se decide en los círculos áulicos del poder.
En este estado de cosas, el peronismo parece no encontrar el modo de torcer el rumbo. Los pases de factura y las heridas por la fallida experiencia del Frente de Todos y la derrota en las últimas presidenciales tampoco encuentran una síntesis. La insólita interna en la provincia de Buenos Aires sigue esa lógica de disgregación. Axel Kicilloff hizo una demostración de fuerza con su acto en La Plata a días de comenzar a discutir lugares y sus colaboradores ya se atreven a hablar abiertamente -aunque en off- de un proyecto presidencial.
Cristina Kirchner intensificó su actividad en los últimos días con su discurso del 25 de mayo y el llamado al Consejo del PJ. Lo que salió de allí fue claro. Según se discutió, existe cierto consenso en que el desdoblamiento de elecciones en la provincia puede ser un gran error que le ocasione no una, sino dos derrotas electorales al oficialismo provincial en menos de un mes.
La capitulación del PRO ante La Libertad Avanza implica también una gran cantidad de dirigentes candidateables para ambas elecciones. Si Guillermo Montenegro es candidato a senador provincial por la quinta sección electoral y Diego Santilli por la primera, ¿a quiénes tendría el peronismo para ganarles?
El entorno del gobernador continúa sosteniendo que la implementación de una elección concurrente derivaría en exigencias logísticas imposibles de afrontar pero también en que, si hay derrota, no será por la decisión de desdoblar, sino por el fuego amigo en la campaña y en la gestión. Con este clima intestino se multiplicaron esta semana las señales de que Cristina quizás no sea candidata por la tercera sección electoral. Poner el cuerpo para lograr un triunfo que luego no se replique en el resto de la provincia comienza a parecerles un sinsentido a quienes la acompañan.
La preocupación, tanto en septiembre como en octubre tiene que ver con cosas distintas que parecen poco discutidas. Si al peronismo le va muy mal en las legislativas provinciales, la gobernabilidad quedará lesionada en un contexto completamente distinto del de la ciudad de Buenos Aires. Kicilloff enfrentará a una oposición despiadada y en medio de un deterioro cada vez más marcado de las condiciones de vida en el conurbano. La responsabilidad de esto último no es de él pero claramente su gobierno deberá afrontar las consecuencias.
La razón por la que ningún gobernador de Buenos Aires llegó a presidente no obedece a ninguna maldición sino a lo extremadamente complicado que es gestionarla. Y más en un proyecto de destrucción de la economía, del aparato productivo y del empleo como el que lleva adelante Milei.
A nivel nacional, una derrota también traería muchísimas complicaciones. Más allá de que el Congreso no frenó de modo adecuado la mayoría de las iniciativas libertarias, algunos límites que se produjeron en el Senado pueden esfumarse si el peronismo pierde en las provincias que renuevan representantes en la Cámara alta.
El lunes a las 20 en C5N, la expresidenta Cbrindará una entrevista a Gustavo Sylvestre donde quizás reflexione o brinde datos para analizar cómo piensa del futuro electoral del espacio que lidera. La contradicción del momento es evidente. Mientras comienza a crecer el descontento por las políticas de ajuste de Javier Milei, se le allana el camino electoral a partir del colapso que sufren los dos frentes que surgieron de la crisis de 2001 y, a la vez, resurge la apatía social frente a una realidad cada vez más aciaga para las mayorías. ¿Eso implica que la motosierra de Milei ya no tendrá freno en la Argentina? Parece difícil de vaticinar algo como eso. La resistencia de los científicos y los médicos del Garrahan o el modo en el que los yerbateros de Misiones repudiaron la visita de Karina Milei pueden estar marcando un camino.