Los argentinos irán a las urnas este domingo para elegir diputados en todo el país y senadores en ocho provincias. El gobierno le ha dado a la compulsa un carácter plebiscitario que sobredimensiona el alcance de una elección de medio término. La estrategia tiene mucho de riesgoso pero también la ha servido como excusa a la administración Milei para esconder sus falencias.
Las turbulencias financieras de los últimos meses y el consecuente salvataje, primero del Fondo Monetario Internacional y luego del Tesoro norteamericano, no se explican de ninguna manera por la cita electoral. Al menos no en la profundidad de la crisis que el gobierno libertario provocó. Las inconsistencias del sistema parecen mucho más causa del laberinto económico en el que Milei y Caputo metieron al país que un cambio moderado en el Congreso. Lo que sí es cierto es que esa sobreactuación implica un peligro también.
Si las previsiones de la Casa Rosada y de la oposición se cumplen, lo más probable es que la situación de balance de poder representativo en la Argentina no sufra un gran cambio el lunes. Siempre puede haber una situación inesperada como la del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires -y eso sería fatal para el gobierno- pero si el escenario implica cierto empate a nivel nacional y una derrota bonaerense moderada, habrá que ver qué sucede a partir del lunes.
Y lo que muy probablemente suceda es que los problemas económicos de todos los argentinos seguirán siendo igual de graves que hasta el 26 y que las turbulencias financieras continuarán. Esta previsión se comparte en el peronismo por estas horas. “No habrá un gran cambio en el escenario legislativo. Milei intentará seguir gobernando con vetos y decretos pero la complejidad económica y financiera se los terminará llevando puestos”, asegura un dirigente de experiencia en la provincia de Buenos Aires. En palabras de la propia ex presidenta Cristina Kirchner, “este plan no cierra ni con la gente afuera”.
Por otra parte, el gobierno puede ufanarse de que, con una de las campañas con más problemas de la historia y con una recesión instalada que no parece aflojar, llega competitivo a las elecciones. El caso $LIBRA, las denuncias en la Andis, los vínculos narco de José Luis Espert y otros escándalos afectan la imagen pero no dejaron a LLA en estado de knock out. Tampoco la trágica situación económica de buena parte de quienes deben votar este domingo. La cuestión financiera sí podría haber sido un elemento explosivo pero la inédita ayuda de Trump evitó que los libertarios llegaran al 26O con todo el auto chocado.
De cualquier modo, eso puede servir de poco si en los días subsiguientes, el gobierno continúa dilapidando capital político con la misma imprudencia con la que dilapida dólares. La salida del canciller Gerardo Werthein es sintomática del momento que atraviesa el liderazgo de Javier Milei. Furioso por el modo en el que se lo responsabilizó por las cosas que salieron mal en el encuentro presidencial con Donald Trump, harto de ser ninguneado por una administración que privilegia a la CPAC como diplomacia paralela en lugar de la Cancillería y cansado de las internas, Werthein no pudo esperar al lunes para anunciar su renuncia.
En la filtración y en la designación de más de 80 diplomáticos de alto rango como último acto de su gestión hay una venganza. Otros vieron una toma de postura de una parte del sector concentrado de la economía argentina, que ven como el JP Morgan ocupa el control del Estado nacional con Milei poniendo la alfombra roja. Pero muchos de esos empresarios estuvieron en la gala del Colón que organizó el CEO del banco norteamericano. Con todo, con la designación de Pablo Quirno en la cartera de Relaciones Exteriores, la banca Morgan tiene dos ministerios y el Banco Central ocupados por ex empleados.
Mucho se ha hablado de la fórmula Braden o Perón en estos días, por la insólita e inaceptable injerencia que el gobierno de los Estados Unidos ha tenido en la campaña electoral pero quizás haya que remontarse a otro momento de nuestra historia, terriblemente dañino para el aparato productivo del país.
Scott Bessent, el secretario del tesoro norteamericano puede llegar a emular a un predecesor en su cargo, Nicholas Brady. Su programa fue fundamental para desarrollar el plan de estabilización y hegemonía memenista en los 90 pero también fue piedra fundamental para el saqueo y la entrega. En ese momento, como ahora, el JP Morgan fue un actor fundamental.