Las páginas policiales hablaban de los secuestros extorsivos en el Conurbano bonaerense y de la caótica investigación por el asesinato de María Marta García Belsunce. Las de internacionales, de la lucha de Estados Unidos contra los terroristas de Al Qaeda y el brote de SARS en China.
La Renga y Los Piojos eran las bandas de rock argentino más convocantes. Y en la TV, Susana Giménez, El Show de VideoMatch, CQC, Fútbol de Primera, Kaos en la Ciudad, Soy Gitano, Costumbre Argentinas, Resistiré y Son Amores eran los programas más vistos.
Apenas el 22,25% del electorado había acompañado a Kirchner en los comicios generales celebrados el 27 de abril de 2003, en los que Carlos Menem fue el candidato más votado, con el 24,45%. Sin embargo, la decisión del riojano de bajarse de la segunda vuelta por temor a una derrota le tendió al patagónico un puente directo a la Casa Rosada.
Fue un suceso inesperado. Kirchner llegaba desde la provincia de Santa Cruz, a la que había gobernado desde 1991. En Buenos Aires, a 2.536 kilómetros de Río Gallegos, casi nadie sabía pronunciar su apellido, y mucho menos escribirlo. Su esposa, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, y su compañero de fórmula, Daniel Scioli, gozaban de una mayor popularidad producto de sus reiteradas apariciones en los medios de comunicación porteños.
Con la arribo de Kirchner al poder, Argentina comenzaba a dejar atrás uno de los capítulos más oscuros y sangrientos de su historia. Las violentas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, con un descontento popular generalizado y una brutal represión de las fuerzas de seguridad que dejó decenas de muertos en las calles, habían puesto fin al gobierno de la Alianza.
Inmediatamente sobrevino el caos institucional: en apenas dos semanas, al renunciado Fernando de la Rúa le sucedieron otros cuatro presidentes. El último de ellos fue Eduardo Duhalde, a quien el Parlamento eligió para completar aquel frustrado mandato del radical, que debía finalizar el 10 de diciembre de 2003. Pero la masacre de Avellaneda, ocurrida el 26 de junio de 2002, en la que los militantes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán fueron fusilados por la Policía bonaerense, obligaron a adelantar aquellas elecciones.
Kirchner no era la primera opción de Duhalde para 2003. El entonces jefe del peronismo intentó convencer primero al gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann. Luego, al de Córdoba, José Manuel De la Sota. Con ninguno de los dos hubo acuerdo. Recién ahí apoyó al patagónico.
Si bien ya había pasado casi un año y medio del “que se vayan todos”, las elecciones del 27 de abril de 2003 se dieron en un contexto en el que buena parte de la sociedad todavía le daba la espalda a la dirigencia política. Alcanza con observar los porcentajes tanto de Menem y Kirchner, como del resto de los candidatos: Ricardo López Murphy (Recrear), que salió tercero, obtuvo el 16,37% de los votos; Adolfo Rodríguez Saa (PJ) y Elisa Carrió (ARI) no pasaron del 15%, mientras que Leopoldo Moreau (UCR), Patricia Walsh (MST), Alfredo Bravo (Partido Socialista) y Jorge Altamira (Partido Obrero) ni siquiera superaron los 10 puntos. Sin embargo, la llegada de Kirchner parecía acarrear vientos de cambio.
Desde un primer momento, tanto en las entrevistas televisivas durante la campaña como una vez electo presidente, se mostró como un hombre común, cercano a la gente. El día anterior a asumir, fue a ver a Racing al Cilindro de Avellaneda y sufrió como uno más junto a quien sería su ministro de Salud, Ginés González García.
kirchner y ginés gonzález garcía
La banda arrugada sobre el saco y la manera incorrecta de tomar con sus manos el bastón que le entregó Duhalde en la ceremonia de traspaso de los atributos presidenciales le causó gracia a más de uno. Cristina, que observaba desde una de las bancas, no pudo contener la risa.
Luego vino su discurso ante la Asamblea Legislativa. Allí habló de movilidad social ascendente, justa distribución del ingreso y presencia del estado. Y envió un fuerte mensaje al sector político y los grupos concentrados de poder.
“Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”, advirtió aquella tarde en el Congreso.
kirchner asunción 25 de mayo 2003
Kirchner señaló que “es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales” provocadas por el mercado. Para eso, consideró necesario “un trabajo permanente de inclusión, creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno".
Por aquellos días, Argentina intentaba negociar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y una reestructuración de la deuda con los acreedores privados. Kirchner advirtió: "No se puede volver a pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos, generando más pobreza y aumentando la conflictividad social".
"Los acreedores tienen que entender que sólo podrán cobrar si a la Argentina le va bien. Creciendo nuestra economía crecerá nuestra capacidad de pago. Sabemos que nuestra deuda es un problema central. No se trata de no cumplir, de no pagar", agregó.
En el recinto de la Cámara baja, lo escuchaban atentamente diputados, senadores y gobernadores, además de unos cuantos jefes de estado de otros países, como Fidel Castro, Hugo Chávez y Lula.
Asuncion de Nestor Kirchner a la Presidencia de la Nacion
Aquel 25 de mayo de 2003 no hubo piquetes, ni marchas, ni cortes de calles en la Ciudad de Buenos Aires. Un puñado de personas fueron al Congreso y a la Plaza de Mayo a presenciar la llegada de aquel flaco desgarbado de apellido impronunciable que calzaba mocasines, usaba traje cruzado y le hablaba a la gente de un modo diferente.
Apenas bajó del auto que lo llevó desde el Congreso hasta la Casa Rosada, de contramano por Avenida de Mayo, Kirchner rompió el protocolo y encaró rumbo a las vallas, donde lo esperaba un grupo de manifestantes. Nada de alfombra roja. Fue a abrazarse con el pueblo. El mismo pueblo que dieciocho meses atrás, en esa misma plaza, se había juntado a gritar “que se vayan todos”.
En medio de la marea humana, un reportero gráfico lo golpeó involuntariamente con su cámara y le provocó un tajo en la frente. Sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiarse la sangre y siguió abrazándose con todos. Luego, ya dentro de la Casa Rosada, le frenaron la hemorragia y le cerraron la herida con pegamento para que pudiera continuar con los saludos protocolares y la toma de juramento a sus ministros.
Asunción de Néstor Kirchner, 2003
El primer gabinete de Kirchner estuvo conformado por Alberto Fernández (Jefe de Gabinete), Gustavo Béliz (Justicia y Seguridad), Aníbal Fernández (Interior), Rafael Bielsa (Cancillería), Roberto Lavagna (Economía y Producción), Julio De Vido (Planificación y Servicios), Daniel Filmus (Educación y Cultura), José Pampuro (Defensa), Carlos Tomada (Trabajo y Seguridad Social), Ginés González García (Salud), Alicia Kirchner (Desarrollo Social) y Oscar Parrilli (Secretario General de la Presidencia).
Una vez concluida la jura de sus funcionarios y los saludos protocolares, Kirchner salió al balcón acompañado de su familia: su esposa, Cristina, y sus hijos, Máximo y Florencia. Abajo, en la Plaza, todavía esperaban los manifestantes que se habían congregado para saludarlo. Ya era de noche. Había empezado a cambiar la historia.