No es casualidad que Salta siga siendo una de las provincias más buscadas por quienes quieren desconectarse del ruido. El verde de sus valles, la silueta inconfundible de los cerros y esa manera tan propia de honrar la historia en cada rincón la convierten en un destino que tiene algo para todos los gustos.
Más allá del clásico circuito turístico, hay lugares que no siempre aparecen en la primera página de los buscadores, pero que sorprenden con su identidad intacta. Son pueblos escondidos donde todavía se escucha el silbido del tren, donde los vecinos se saludan por nombre y donde el aroma de unas empanadas recién hechas puede guiar el camino mejor que cualquier GPS.
Uno de esos puntos se llama Rosario de Lerma, y está a apenas 33 kilómetros de la capital salteña. El nombre puede no sonar tan familiar como otros, pero quienes llegan hasta allí suelen repetir la visita. No solo por su gastronomía, sino por la mezcla precisa de tradición, naturaleza y hospitalidad.
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Dónde queda Rosario de Lerma
Rosario de Lerma se ubica en el corazón del Valle de Lerma, entre Cerrillos y Campo Quijano, sobre la Ruta Nacional 68. El paisaje se va transformando a medida que se avanza por los caminos flanqueados por sembradíos de tabaco y cerros que parecen vigilar desde lo alto. No es difícil entender por qué esta zona fue elegida para desarrollar una de las principales industrias agropecuarias de Salta: la producción tabacalera, con sus plantaciones alineadas como en un tablero de ajedrez y las típicas estufas de secado al costado de la ruta.
Esa cercanía con otras localidades permite que Rosario de Lerma funcione como punto de partida para diferentes escapadas. A pocos kilómetros, la Quebrada del Toro sorprende con un cambio abrupto de paisaje, uniendo la humedad del valle con la aridez de la puna salteña. Un contraste que no solo impacta a nivel visual, sino también cultural y climático.
Qué puedo hacer en Rosario de Lerma
La propuesta es amplia y, sobre todo, muy local. No hay turismo masivo ni grandes cadenas hoteleras, pero sí tradiciones que siguen vivas, transmitidas de generación en generación. El Cementerio del Pueblo, por ejemplo, es mucho más que un sitio histórico: con más de 150 años de antigüedad, invita a recorrer un circuito señalizado que incluye tumbas con diseños tan llamativos como las “tumbas paradas”, cuya razón de ser aún genera debate entre historiadores y vecinos.
Otro punto clave es la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, que conserva en su interior piezas de arte cuzqueño del siglo XVIII. La patrona del pueblo, cuya fiesta se celebra el 7 de octubre, sigue siendo una figura central en la vida comunitaria. Y si se trata de actividades al aire libre, el Parque de la Salud ofrece un respiro entre cerros y senderos, con estaciones deportivas al aire libre y espacios para disfrutar del verde sin alejarse del casco urbano.
Durante el verano, todo cambia de ritmo. Las calles se llenan de música y color con los corsos, donde murgas, comparsas y disfraces arman un espectáculo popular que atrae tanto a los vecinos como a los turistas que llegan de paso. En paralelo, las tradicionales “carpas” convocan a bailarines, cocineras y músicos en noches donde no faltan ni el vino de la zona ni los platos típicos: empanadas, tamales, humitas y tortillas recién hechas, todo servido bajo la sombra de un algarrobo o en el patio de una casona antigua.
Quienes buscan caminos menos transitados pueden optar por el senderismo o la bicicleta. Rutas como la que va de Carabajal a El Corralito permiten recorrer campos y quebradas a un ritmo pausado, sin interferencias. Para los más aventureros, la subida al Cerro Negro, a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, representa un desafío tan físico como espiritual, con ascensos a caballo o en mula por huellas antiguas que conservan el trazado de los arrieros.
Y como si todo eso fuera poco, Rosario también tiene su propia celebración patria: “Rosario le canta a la Patria”, un festival gratuito que se realiza en mayo y reúne a artistas de todo el país en una fiesta donde el folclore, la gastronomía y el orgullo local se mezclan sin esfuerzo.
rosario de lerma - Iglesia
Cómo llegar a Rosario de Lerma
El acceso es fácil y rápido. Desde la ciudad de Salta, el camino más directo es por la Ruta Nacional Nº 68. Son poco más de 30 kilómetros que pueden hacerse en auto en menos de una hora, o en colectivo con las líneas metropolitanas 2E y 6, que conectan Rosario con distintos puntos del área urbana, incluyendo paradas céntricas y barrios residenciales.
Para quienes viajan sin apuro, el recorrido se vuelve parte del plan: plantaciones verdes a ambos lados, puestos de venta de productos regionales y vistas panorámicas que anticipan la llegada a un pueblo que, aunque pequeño, tiene mucho para mostrar.