Una gota en el mar

Cada ser humano es una pieza única e irrepetible del universo. Este texto invita a mirar hacia adentro, a confiar en los propios talentos y a crear, desde el amor y la conciencia, la realidad que deseamos vivir.

Tu misión en esta Tierra es única. No hay nadie que pueda tomar tu lugar. Somos siete mil millones de seres, pero cada uno de esos siete mil millones es fundamental para el conjunto. El saber popular está lleno de frases que reflejan esta verdad. A mí me gusta mucho la siguiente: “Puede que a veces te sientas apenas una gota más en el océano. Pero resulta que el océano no sería el mismo si le faltara esa gota”. ¿La conocías? ¿Qué significa? Que cada cual, con sus talentos y sus actos, es único e irrepetible. Vos, mi querido lector, sos una pieza irremplazable en este juego de la existencia. Y si estás ahora, durante este tiempo limitado, encarnado en este cuerpo, es ni más ni menos que para hallar ese don que te hace irrepetible. Para encontrarlo y para ejercerlo, para ponerlo en actos.

Para esto hace falta que confíes en vos, que creas en tus talentos, y que aprendas a expresarlos con gozo y con énfasis. Permitite, como punto de partida para este proceso, crear una imagen mental de vos mismo que te guste. Una imágen por medio de la cual amarte. Una que te dé verdadero orgullo.

Recordá siempre que no sos todo aquello que siempre creíste que eras. Y sabé, en cambio, que todo aquello que nunca te atreviste a ser es lo que en realidad sos. ¿Parece un trabalenguas? No, es muy simple. No sos lo que creías: sos lo que no te animaste a ser hasta hoy. Guau. Y sos esencial en el rompecabezas del Universo. El Universo, al igual que el mar, estaría incompleto si vos le faltaras.

Me parece una imagen hermosa. Viniste a este plano de realidad a expresar tu individualidad, a manifestar tu luz distintiva.

Ahora bien, ¿por qué te pido que generes una imagen positiva de vos? Porque de ese modo vas a conseguir también crear tu propia realidad física. La realidad no es más que un espejo de la energía que emitimos. Dicen que "creer es crear, y lo que tú crees, eso creas". Es verdad. ¿Qué estás creyendo y creando? ¿Cuáles son tus creencias de vos mismo cada día? ¿Son positivas? ¿Te valorás? ¿Te ves ejerciendo eso que anhelás ser? Escuchate en el silencio, oí tu voz interior.

El corazón te va a susurrar las respuestas. Tus pensamientos generan vibraciones, y esas vibraciones atraen. Si jugás el juego del amor, vas a atraer amor. Si jugás el juego de la felicidad, atraerás felicidad. Si jugás el juego de mostrar y ejercer tu don, entonces ese será el juego que atraigas. Todo es posible y todo está a tu alcance.

Por otra parte, no hace falta llegar a un punto de quiebre para descubrir tu verdadera esencia, para buscar tu don. No hace falta una situación límite, ni una experiencia mística. Tampoco hace falta que el cuerpo se manifieste mediante la enfermedad para descubrir que la realidad en la que estás inmerso no te hace feliz, o no se parece a lo que habías soñado. Se puede frenar mucho antes. Y siempre hay cambio posible.

En un diálogo sincero con vos mismo siempre podés descubrir cuándo es momento de detener la marcha, de volver a mezclar y dar de nuevo. Hacerse cargo de la necesidad de un cambio puede resultar doloroso, no te lo voy a negar, porque todas las estructuras a las que te aferrabas corren el riesgo de desmoronarse, pero también es sin duda un acto liberador. Y sólo por medio de la libertad absoluta podemos aspirar a nuestra máxima realización.

Jamás es tarde para cambiar. Jamás es tarde para ahondar en tu conciencia y ver para qué sos bueno, para qué tenés talento.

Jamás es tarde para encarnar esos talentos y mostrárselos al mundo. Sin ejercer este derecho divino vas a seguir teniendo una vida superficial que no te va a satisfacer. Sólo yendo a fondo vas a jugar el juego completo