Con la llegada de los días un poco más cálidos, la sandía vuelve a ocupar un lugar privilegiado en la mesa argentina. Su pulpa jugosa y fresca la transforma en una de las frutas preferidas para cortar la sed y disfrutar en reuniones familiares, en la playa o después de una comida abundante. Sin embargo, lo que muchos hacen de forma automática es escupir las semillas negras, como si fueran un estorbo.
Lo curioso es que estas semillas, que solemos dejar de lado sin pensarlo dos veces, en realidad concentran una carga nutricional interesante. Algunos especialistas sugieren que no es necesario comérselas todas, pero sí incorporar una parte de ellas para aprovechar sus compuestos. No son un “milagro” ni reemplazan a otros alimentos, pero sí pueden ser un complemento atractivo para la dieta.
Cada vez más estudios señalan que entre esas semillas hay grasas saludables, proteínas y minerales que cumplen funciones importantes en el organismo. Y la buena noticia es que hay distintas formas de incorporarlas para que no resulten incómodas ni insípidas.
Recomiendan comer algunas de las semillas negras de la sandía
Las semillas contienen magnesio, hierro, zinc y antioxidantes, nutrientes que ayudan a reforzar defensas, proteger el corazón y mantener la piel más saludable. También aportan fibra, lo que colabora con la digestión y prolonga la sensación de saciedad, algo útil en dietas de control de peso.
Un truco casero bastante difundido es tostarlas al horno o en sartén. De esa forma se vuelven más fáciles de masticar y ganan un sabor parecido al de los frutos secos. Una vez listas, se pueden sumar a yogures, ensaladas o simplemente comer como snack. Incluso existe la opción de germinarlas, lo que potencia su aporte nutricional y mejora la absorción de ciertos compuestos.
Entre los beneficios más comentados está su papel en la salud cardiovascular, gracias a los ácidos grasos que favorecen la circulación y al licopeno que ayuda a regular el colesterol. También destacan en el terreno de la piel y el cabello: el magnesio y la vitamina E que contienen favorecen la elasticidad, protegen de los daños del sol y fortalecen los folículos capilares.
Otro aspecto interesante es su aporte en el equilibrio del azúcar en sangre, algo que podría ser de ayuda en personas con resistencia a la insulina. Aunque, como siempre remarcan los nutricionistas, no reemplaza tratamientos ni cambios de hábitos médicos, sí suma como aliado en un estilo de vida más saludable.
El costado menos conocido es que colaboran con la salud de los huesos y el sistema nervioso. El magnesio y el fósforo intervienen en la formación ósea, mientras que aminoácidos como la citrulina y vitaminas del grupo B participan en la memoria y la concentración.