Múnich 1972: a 53 años de la masacre que cambió la historia olímpica

Un ataque terrorista palestino asaltó el piso del equipo israelí durante los Juegos Olímpicos en Alemania, asesinó a dos atletas y tomó a otros nueve como rehenes por más de 20 horas, quienes luego fueron acribillados en una operación rescate fallida. La crónica de una tragedia que fue transmitida en vivo y en directo para 900 millones de personas.

Durante la madrugada del 5 de septiembre de 1972, un comando terrorista de la Organización para la Liberación Palestina ingresó a la Villa Olímpica de Múnich en pleno Juegos Olímpicos para atacar a los atletas israelíes en uno de los episodios más trágicos y macabros del deporte. Los ocho extremistas armados con rifles, pistolas y granadas, que representaban al grupo clandestino Septiembre Negro, forzaron la entrada en el apartamento 1 en Connollystrasse 31 y convirtió en sus rehenes a once atletas, mató a dos en el operativo inicial y exigió la liberación de 234 prisioneros palestinos en cárceles israelíes y que Alemania liberara a Andreas Baader y Ulrike Meinhoff, fundadores de la alemana Facción Ejército Rojo, conocida luego como la banda Baader-Meinhoff en el comienzo de una pesadilla internacional sin precedentes.

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Los Juegos Olímpicos de 1972 habían nacido para olvidar el recuerdo del nazismo y dar la imagen de un país renovado. Estaban destinados a borrar de la memoria colectiva los últimos Juegos celebrados en Alemania en 1936, en pleno auge nazi con Adolf Hitler en el palco, que contuvieron un mensaje bélico del Tercer Reich. El lema de la cita olímpica fue “The Happy Games” (Los Juegos felices), intentando construir una ciudad en paz y cosmopolita donde el arte y la cultura se entrelazaban con la alegría de vivir.

La seguridad fue intencionalmente laxa, llegando sólo 27 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, para mostrar una nueva Alemania democrática en el escenario mundial. Se descartaron los protocolos convencionales en materia de seguridad y se utilizaron políticas innovadoras para la época, como por ejemplo la implementación de los “psicólogos policiales”, agentes desarmados y vestidos con “colores alegres”, que solamente llevaban walkie talkies para comunicarse entre sí.

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El equipo olímpico visitó el campo de concentración de Dachau, en días antes de la tragedia.

El equipo olímpico visitó el campo de concentración de Dachau, en días antes de la tragedia.

Eran los JJOO del estadounidense Mark Spitz, con siete medallas doradas y siete récord mundiales, o del finlandés Lasse Virén, ganador los 5.000 y 10.000 metros. También del cubano Teófilo Stevenson, el mejor boxeador de la historia amateur, con tres medallas en peso pesado y de la soviética Olga Korbut, de 17 años, la gimnasta artística femenina que cambió su deporte para siempre con movimientos baneados tras resultar demasiado riesgosos. Lamentablemente, fueron los Juegos de la masacre y la tragedia.

Más de 20 horas de terror que terminaron en tragedia

Eran las 4.30 de la mañana. El referí de lucha Yosseff Gutfrend se despertó sobresaltado por ruidos en su habitación. Los terroristas trataban de entrar en su habitación, mientras con sus gritos despertaba a los compañeros de cuarto. Uno de ellos era Moshe Weinberg, entrenador del equipo de lucha, quien peleó contra los atacantes y fue baleado en su mejilla.

Reducido por cuatro terroristas y sus armas lo obligaron a mostrarle las otras habitaciones de la delegación israelí. Weinberg volvió a pegarle a uno de los palestinos y lo hirió. Eso permitió que Gad Tsobari, uno de sus luchadores, pudiera escaparse, pero desató la furia de los terroristas: lo mataron con una ráfaga de disparos y lanzaron su cuerpo desde el balcón.

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La delegación de Israel no era muy numerosa: fueron treinta personas. 15 atletas: luchadores, levantadores de pesas, tiradores, participantes de yachting y uno que se destacaba en la marcha atlética. Sólo dos eran mujeres: una nadadora y Esther Shahamarov, una velocista. Los otros 15 se dividían entre referís, entrenadores, delegados y dirigentes.

El gobierno de Israel, encabezado por la primera ministra Golda Meir, descartó cualquier tipo de negociación y sostuvo que ceder frente a un grupo armado solo pondría en riesgo a más ciudadanos israelíes en el exterior. Con el correr de las horas, los mediadores alemanes intentaron distintas alternativas para resolver la crisis. Incluso ofrecieron ponerse en el lugar de los rehenes, pero los secuestradores permanecieron inflexibles en sus demandas.

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La Policía de Alemania, en uno de los tantos intentos de rescate fallido.

La Policía de Alemania, en uno de los tantos intentos de rescate fallido.

A las 17:46, tras asesinar a otro de los atletas y convencidos de que no obtendrían la liberación de prisioneros, los militantes cambiaron de estrategia: exigieron un avión que los llevara junto a los rehenes a un país árabe. Las autoridades alemanas aceptaron la condición y organizaron el traslado hacia la base aérea de Fürstenfeldbruck, donde se diseñó un operativo de rescate secreto.

Sin una fuerza antiterrorista dedicada de ningún tipo, múltiples intentos de rescate fueron abandonados por la Policía de Alemania Occidental y frustrados por los terroristas. Los extremistas y sus rehenes finalmente se trasladaron en autobús a esperar helicópteros a la base aérea de Fürstenfeldbruck donde les dijeron que un Boeing 737 estaba esperando para llevarlos a El Cairo. Francotiradores fueron desplegados alrededor del aeródromo.

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Así quedó una de las habitaciones de la delegación israelí.

Así quedó una de las habitaciones de la delegación israelí.

Los policías en el rol de francotirador no tenían entrenamiento específico de francotiradores y se les habían entregado rifles H&K G3 con miras de hierro. Durante el tiroteo en condiciones de poca luz, los nueve atletas israelíes restantes fueron ejecutados por los terroristas con fuego de rifle y granadas. Un Policía de Alemania Occidental fue asesinado en la lucha junto con cinco de los ocho terroristas.

Los tres extremistas sobrevivientes fueron capturados, pero apenas un mes después fueron liberados tras el secuestro de un avión de Lufthansa por parte de otros miembros de Septiembre Negro. Israel respondió con una operación llamada Ira de Dios, que consistió en los asesinatos sistemáticos de los responsables de Múnich, cuyas consecuencias todavía se estudian táctica, operacional y estratégicamente en los círculos de inteligencia.

La Masacre de Múnich, como se conoció, fue uno de los muchos ataques terroristas de los años 60 y 70; y no sólo marcó un antes y un después en la seguridad de los Juegos Olímpicos, sino que también dejó cicatrices imborrables en las familias de las víctimas y en la conciencia internacional.

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El helicóptero destrozado por los terroristas que fue el centro de un intento fallido de rescate en un aeropuerto militar en Fürstenfeldbruck.

El helicóptero destrozado por los terroristas que fue el centro de un intento fallido de rescate en un aeropuerto militar en Fürstenfeldbruck.

Yossef Romano, el atleta que fue torturado y mutilado

Uno de los capítulos más macabros de la tragedia de Múnich se conoció más de 40 años después con la revelación de Ilana Romano y Ankie Spitzer, esposas de dos de los atletas israelíes retenidos como rehenes y asesinados por terroristas palestinos en los Juegos Olímpicos de 1972.

El tratamiento que recibieron los rehenes fue, durante años, motivo de conjeturas. Sin embargo, con el paso del tiempo comenzó a reconstruirse un relato más crudo e inquietante de lo ocurrido. Por primera vez, Romano, Spitzer y otros familiares de las víctimas decidieron hablar públicamente sobre documentos que hasta entonces permanecían fuera del alcance de la opinión pública.

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El pesista Yossef Romano recibió un disparo mientras trataba de luchar contra los terroristas en el comienzo del ataque. Lo dejaron desangrar delante de sus compañeros atletas, y luego lo castraron. Los otros fueron brutalmente golpeados.

Muchas décadas después el New York Times en conversación con su viuda reveló que luego del asesinato, como venganza por su resistencia y las heridas que propinó a los terroristas, su cadáver fue capado y mutilado ante la vista de los otros israelíes. “En el momento en que vi las fotos, fue muy doloroso”, expresó Ilana Romano. “Recordaba hasta ese día a Yossef como un hombre joven con una gran sonrisa”. Además, agregó: “En ese momento, se borró todo del Yossi que conocía”, continuó.

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Las imágenes del horror: el lugar donde murió desangrado el pesista Romano.

Las imágenes del horror: el lugar donde murió desangrado el pesista Romano.