Era mediados de enero de 1998 cuando Dennis Rodman se presentó frente a Phil Jackson para hacer un insólito pedido en medio de la temporada.
Era mediados de enero de 1998 cuando Dennis Rodman se presentó frente a Phil Jackson para hacer un insólito pedido en medio de la temporada.
– Quiero vacaciones.
El Maestro Zen ni se inmutó. Por su personalidad y filosofía de vida estaba acostumbrado a tratar con las situaciones más complicadas. Pero, pensó, el tema será cuando se entere Michael. Años después, Jordan se ríe cuando cuenta la anécdota, en la serie The Last Dance, pero en ese momento no lo tomó tan bien… “Dennis quiere hablar con vos”, le dijo Phil a MJ cuando llegó a la práctica. “Yo ya sabía que, cuando Dennis quería decirme algo, era sin dudas algo que yo no quería oír”, admitió el 23. Cuando se juntaron los tres, Rodman repitió el pedido y Michael, inmediatamente, miró a su coach, sin entender.
– ¿Cómo que necesita vacaciones?
– Sí, tiempo libre para distraerse un poco.
MJ meneó la cabeza. "Si hay alguien necesita vacaciones acá, ese soy yo”, tiró sin terminar de creer lo que estaba escuchando, pese a venir de un personaje tan especial como el Gusano. El horno no estaba para bollos en los Bulls. Era la última temporada del equipo, el Ultimo Baile, como lo había planteado el coach. Y el equipo había estado capeando un temporal por la ausencia de Scottie Pippen, quien había decidido operarse su pie derecho muy cerca de la temporada y recién acababa de volver a la acción (el 10 de enero, ante los Warriors). Chicago se la había bancado sin el alero, ganando 24 de los 35 juegos, con un MJ descomunal y un Rodman brillante. “Cuando Scottie no estuvo, Dennis fue un ciudadano modelo. Hasta el punto de volverme loco… (se ríe) Pero luego, nos pidió eso…”, explicó en la serie.
– Pero Dennis, decime, ¿qué pensás hacer?
– Me voy a ir a Vegas.
Los ojos de Jordan se abrieron aún más cuando escuchó el destino. “Phil, si o dejamos ir a Vegas, no vuelve más”, sugirió Michael. El DT, figura paterna de ambos, un eterno mediador, se dirigió a Rodman. “¿Pueden ser 48 horas?”, le preguntó. La cara de Dennis lo dijo todo: “Tomo lo que me den, 48 horas está bien para mí”, respondió. MJ, sin ganas, autorizó. Sabía que, si no lo hacía, Rodman podía irse igual, como lo había hecho en junio del 97, durante las finales ante Utah. Aquella vez, tras la derrota en el cuarto juego en Salt Lake City, el Gusano se escapó para hacer una pelea de lucha libre contra el mítico Hulk Hogan en el programa Monday Night Nitro de TNT y luego, por la noche, para descontrolar con su amigo y líder del grupo Smashing Pumpkins.
El revuelo mediático fue majestuoso (¿cómo un jugador se iba a ir de joda durante una final NBA?), pero Dennis volvió a tiempo, casi sin dormir, para la práctica matutina y al siguiente partido controló a Karl Malone –con quien luego insólitamente pelearía en otro combate de lucha libre, luego de las finales de 1998- para que los Bulls ganaran un decisivo quinto partido de visitante.
Sabiendo que para Rodman ir a Vegas era algo “terapéutico”, todos dieron el visto bueno. Pero, claro, MJ tenía algo de razón. Una vez que llegara a la Ciudad del Pecado, Dennis podría no cumplir con lo prometido. Y así fue. Se fue el 18 de enero, tras vencer a Houston, pero no volvió para el partido del 21 contra Charlotte. Ni para el del 23 en Nueva Jersey. “Debemos sacar su culo de la cama. Yo no voy a decirle a nadie, pero debemos hacerlo ya”, le exigió MJ a Phil luego de no tener noticias de su obrero de lujo. Un día Dennis volvió. Claro, no a las 48 horas sino una semanita después, para el partido del 25 ante el Jazz, en lo que sería otro duelo meses antes de otra definición ante Utah. Por suerte, los Bulls –ya con Scottie- ganaron los dos sin él y Dennis encontró su necesitado "recreo".
La anécdota resume lo que fue Rodman, una montaña rusa de emociones, un personaje absolutamente distinto que vivió a mil por hora, bajo sus propias reglas y sin importarle el qué dirán. Un tipo que las hizo todas pero nunca (o casi) dejó de entregar todo y rendir en la cancha. Un jugador que inventó una forma de ser estrella casi sin tirar al aro, de ser decisivo en cinco equipos campeones anotando poco. The Worm se ocupó de lo que pocos quieren y, más aún, de lo que nadie hizo tan bien como él. Y, además, fue un personaje colorido, polémico y disruptivo, que muchas de las cosas que hizo fue porque quería atención, deseaba que lo quisieran como él nunca se había sentido en su infancia y adolescencia en Dallas. Alguien que, además de ser una estrella mundial, fue un hombre que sufrió tanto que, mientras estaba en la NBA, estuvo al borde del suicidio (más de una vez). Como aquella noche de abril de 1993…
Era ya casi de madrugada y Dennis llevaba varios minutos sentado en su camioneta de lujo con un arma apoyada en sus piernas. Estaba intranquilo, atribulado, dolorido, sofocado... Y pensó que era el momento de terminar con el sufrimiento. Básicamente se sentía solo. Pero no porque fuera el único vehículo estacionado en el enorme parking de los Pistons. Estaba solo en el sentido más amplio de la palabra. Ya conocía esa horrible sensación porque así se había sentido durante casi toda su vida. Pero en los últimos siete años había sido distinto... En los Pistons había encontrado una familia y sido feliz, más allá de los triunfos y los títulos (89 y 90). Pero, de repente, todo se había terminado, en especial desde la partida, un año antes, de Chuck Daly, el mítico DT de los Chicos Malos pero sobre todo un especie de padre sustituto que Rodman siempre había necesitado para encarrilarse y, sobre todo, sentirse querido.
Sin amor, desafíos ni motivaciones, la conflictuada estrella creyó que lo mejor era el suicidio. “Escribí una nota de despedida y me fui al auto. Me puse a pensar que todo lo que estaba pasando no tenía nada que ver con el básquet sino con el amor que necesitaba. Y agarré la pistola. Pero, por alguna razón, antes de apretar el gatillo puse música”, contó años después. Ahí fue cuando Pearl Jam hizo su aparición y le salvó la vida… “Escuché los temas 'Even Flow' y 'Black', me relajé y me quedé dormido. Lo próximo que recuerdo es estar rodeado de policías”, completó. John Salley, su compañero, no tiene dudas que fue un milagro, porque “tenía decidido suicidarse”. El ala pivote no la había pasado bien en aquella temporada (92/93) pese a no bajar su estratosférico número de rebotes (18.3). Ya nada era lo mismo y las 42 derrotas del equipo (en 82 partidos) lo ratificaban.
Pero, claro, más allá de todo, Dennis sentía la traición. Del sistema NBA y de los propios Pistons. “Yo sólo quería sentirme querido por alguien, porque directamente no sabía lo que era. Mi madre y mi padre nunca me quisieron. Así que cuando llegué a Detroit, me aceptaron como uno más. Pero de repente, cuando dejamos de ganar, todo comenzó a desmoronarse y mucha de la gente que me quería, me abandonó. Estaba solo. No tenía a nadie. Y no quería seguir", recordó. Fueron meses muy difíciles para el Gusano, de estar al borde de la muerte.
Como le pasó, otra vez, una noche del 93. El propio jugador lo admitió cuando murió el periodista Craig Sager en 2016 y Rodman hizo un posteo por redes sociales agradeciendo que le salvara la vida, una noche, en un club de strippers llamado The Landing Strip, en Detroit. Cuentan que, cuando Sager se lo cruzó en el segundo piso, Dennis tenía un arma en su mano y estaba listo para apretar el gatillo. “No tengo dudas que lo iba a hacer. Pero le hablé y lo convencí de lo estúpido que era lo que iba a hacer”, admitió el periodista. Así pasó el momento.
Días después exigiría un canje y Detroit lo mandaría a San Antonio. Si bien en los Spurs no encontró contención ni entendimiento a su forma de ser (y dramas), fue el destino previo a la llegada a los Bulls, donde volvería a encontrar otra figura paterna (Jackson), líderes que respetaba (Jordan), un amigo (Jack Haley) y un equipo que lo necesitaba. Allí, más allá de algún desborde, como cuando pateó a un camarógrafo en 1997, volvería a ser una pieza esencial, en este caso del mejor conjunto en la historia, el mismo que volvió a ganar fama mundial al ser retratado en la serie deportiva más vista de la historia.
Pero, claro, para entender todo eso hay que irse para atrás, a un contexto, a una infancia que definió su personalidad. Nacido en Trenton (Nueva Jersey) pero criado en Oak Cliff (Dallas), el primer golpe fue a los tres años: el abandono de su padre, Philander, un piloto de las Fuerzas Armadas que lucharía en Vietnam y luego se “dedicaría” a tener hijos con 16 distintas mujeres (Rodman tiene 28 hermanos). Como les pasa a muchos chicos en USA, sobre todo afroamericanos, ese hecho lo marcó.
“Lo odiaba”, admitió Dennis en la autobiografía Tan Malo como Quiero Ser que sacó en 1997. Sin la figura masculina, todo fue muy difícil para mamá Shirley y sus tres hijos. Las hermanas mayores, Debra y Kim, eran su guía, sobre todo porque la madre tenía varios trabajos (hasta cuatro) para que la familia pudiera sobrevivir en un complejo habitacional creado por el estado texano y ubicado en una de las zonas (sur) más peligrosas de Dallas.
Dennis era muy apegado a Shirley pero sentía que ella tenía predilección por las chicas. El abandono paterno, la “abrumadora” presencia femenina en la casa, la extrema exigencia y poco cariño de la madre, el acoso al que fue sometido en la escuela y el rápido crecimiento físico fueron factores para un cóctel letal. Dennis recuerda sentirse extraño en su cuerpo, lo que terminó de volverlo muy retraído. Años después, confesaría haber perdido la virginidad a los 20 años porque “en la adolescencia pensaba que era gay”.
Su paso por el secundario South Oak fue problemático. Alguna indisciplina, pobres notas y un rendimiento deportivo que no daba para ilusionarse. De hecho, sus hermanas se destacaban en el básquet mientras Dennis, sin suerte, intentaba meterse en el equipo de fútbol americano y era suplente en el básquet. Hasta ahí, no era alto (1m68) y casi no sabía jugar, “ni hacer una bandeja”, aceptó él.
A los tumbos terminó el colegio y allí vino la primera gran encrucijada. “Estudiás o te ponés a trabajar”, fue el ultimátum de la madre. Se alistó en el Universidad Cooke County (hoy North Central Texas College), pero duró cinco meses. “Sólo iba para jugar al básquet. No hacía los deberes y me olvidaba de todo lo que tenía que ver con las materias. Me suspendieron y ahí comenzaron todos mis problemas", recordó. En ese primer semestre promedió 17.6 puntos y 13.3 rebotes, pero sus dramas académicos fueron mayores y terminó expulsado.
El problema llegó cuando se enteró su madre, quien lo echó de la casa. “Cambió la cerradura y me quedé afuera con una bolsa de basura llena de ropa en la mano. Estuve horas en la escalera del complejo sin tener donde ir hasta que un amigo me dijo que me podía quedar en la parte trasera de su casa”, detalló. Asegura no haberse puesto triste. “Nunca lloré por no poder ir a casa. O por no ver a mis hermanas o mi madre. Estaba acostumbrado a vivir la vida de esta forma”. Quizá fue verdad o sólo su coraza emocional. Lo cierto es que solito tuvo que enfrentar el mundo.
El primer desafío fue trabajar. “Tenía uno de mañana en un lavadero de autos y a la noche hacía un dinero extra en el supermercado 7-Eleven, haciendo cajas, reponiendo mercadería y desechando botellas. Ganaba cinco dólares por día”, reveló. También trabajó como acomodador de autos en el aeropuerto de Dallas Forth Worth. Así fue durante dos años, al principio en lo del amigo y varios meses viviendo en la calle, como un homeless.
“Dormía en los porches de casa ajenas y hacía lo necesario para sobrevivir”, comentó quien además debía soportar el racismo. Allí es donde empezó a coquetear con el crimen. Tenía 18 años cuando robó 50 relojes, pero al poco tiempo lo descubrieron y fue fichado por primera vez en la Policía de Texas.
“En ese momento pensaba que un día terminaría en la cárcel por muchos años. Creía que lo mío era traficar drogas o terminar muerto. Esas eran las opciones que pasaban por mi cabeza”, recordó. Tuvo suerte que había regalado esos relojes a varios amigos y, como ellos los devolvieron, pudo salir de la cárcel. Un guiño del destino.
El siguiente llegó con el perdón momentáneo de su madre. Volvió a la casa y, pocos meses después, tras destacarse y ser el MVP en una liga de verano, dos personas se le acercaron para hablarle de una opción en otra facultad. Dennis los escuchó, se trataba de Southern Oklahoma State. “Me ofrecieron una beca por tres años y no me lo pensé. Empaqué mis cosas en bolsas y me fui después de decirle a mi madre que no volvería hasta que no pudiera valerme por mí mismo", explicó. Fue justo la época en que pegó un estirón. Creció 30 centímetros en poco más de un año y empezó a mejorar en su juego.
En Oklahoma la vida le dio otra chance. Se hizo muy amigo de un adolescente blanco, tímido y retraído, llamado Bryne Rich. Un día el chico invitó a Rodman a su casa en el campo y, si bien al principio al conservador matrimonio Rich le costó aceptar a un afroamericano con tatuajes y cara de malo, de a poco lo hizo sabiendo que era un verdadero amigo del hijo, todavía golpeado por haber matado, sin querer a un par de amigos en un día de caza. Los Rich se convirtieron entonces en una especie de familia sustituta de Dennis, quien pasó de la ciudad a vivir en una granja, manejar un tractor y ordeñar vacas. Una vida que lo sacó de las tentaciones y riesgos de la ciudad.
De paso, mientras avanzaba la amistad, el amigo comenzó a llamarle Gusano, por su largo cuerpo y habilidad para retorcerse cuando jugaba al paintball, el pasatiempo favorito de ambos. Esa rutina le sentó bien a Rodman, quien se concentró mucho en la última oportunidad que tenía (a tal punto que no respondía a los insultos raciales que le hacían en su propio estadio) y empezó a mostrar cualidades poco habituales en la región. En tres temporadas promedió 25.7 puntos, 64% de campo y 15.7 rebotes. En una universidad de una división menor (la NAIA), claro, pero era el inicio de algo mejor.
La mayor chance de mostrarse llegó en el Torneo de Portsmouth: fue el MVP y por primera vez llamó la atención de los Pistons, el equipo que lo elegiría en el puesto N° 27 del draft de 1986. Un soldado, un guerrero, un obrero de lujo, áspero y hasta sucio, que caía perfectamente con el ADN que tendrían los famosos Chicos Malos.
Allí fue una auténtica estrella casi tirar al aro, lo mismo que le pasaría en los Bulls. En siete temporadas, además de los anillos, promedió 8.8 puntos y 11.5 rebotes, pero lo suyo –siempre- hay que medirlo más allá de los números. Su energía avasallante, deseo, mentalidad y la ética de trabajo le permitieron convertirse en un especialista defensivo (dos veces Mejor Defensor de la NBA) y del rebote.
Así se ganó la vida y fue clave en conseguir cinco títulos en total y llegar al Salón de la Fama. Todo casi sin anotar (7.3 puntos en 911 juegos). “No hay muchos secretos. Cuando llegué a la NBA me encontré dentro de un gran equipo y supe que debía hacer algo totalmente diferente. Y me dediqué a defender, algo que nadie había hecho. Así llegaron los rebotes y me fui especializando. Yo amaba tanto el juego, jugarlo y trabajar para él que luego todo me salió naturalmente”, dijo en un mano a mano con quien suscribe esta nota cuando visitó la Argentina en marzo del 2014.
Pero, claro, algo cambió aquella madrugada de 1993, cuando casi se suicida. “Decidí que, en vez de matarme, iba asesinar al impostor que vivía dentro mío. Ese día nació otro Rodman”, se confesaría. Así pasó de la timidez extrema a ser uno de los hombres más excéntricos del mundo, siempre provocador y polémico, un personaje que buscó la disrupción y el límite. Y que, sobre todo desde aquel día, vivió a pura adrenalina.
De repente, el adolescente tímido se empezó a llenar el cuerpo de tatuajes, la cara de piercings y a teñirse el pelo de casi todos los colores posibles, dependiendo de su estado de ánimo. No hubo bar ni fiesta importante que no frecuentara. Se hizo una personalidad del ambiente y a veces iba vestido de “drag queen”. Por eso no sorprendió cuando se vistió de mujer (puntualmente de novia para una boda) para la presentación de su libro en 1997. “Yo le vi visibilidad a los gays en el mundo del deporte”, admitió en el gran documental que ESPN estrenó en 2019, con el nombre Para Mejor o Peor, como parte de la afamada saga 30x30.
También empezó a salir con famosas. La primera fue Madonna, la Reina del Pop, con quien aseguró tener un acuerdo comercial para dejarla embarazada. “Teníamos un arreglo: si lo lograba me daría 20 millones de dólares”, reconoció hace años y, de paso, contó una anécdota increíble. “Un día estaba jugando en un casino de Las Vegas cuando me llamó y me dijo que estaba ovulando. ‘Estoy ahí en cinco horas’, le dije. Pero eran 20 millones…”, tiró, sonriente. Así y todo se las arregló para rendir en la cancha. En los Spurs lo buscaron para complementar a David Robinson pero apenas mostró flashes de su capacidad, que le alcanzaron para promediar 17 rebotes en dos temporadas.
Pero las indisciplinas, desplantes, escapadas y suspensiones (le dio cabezazos a dos rivales, John Stockton y Stacey King) fueron tantas que Gregg Popovich puso punto final a su era allí. Sí, aquella fue la gran primera decisión que tomó el mítico DT de Duncan, Manu y Parker cuando el dueño Peter Holt lo ascendió a GM para encarrilar un barco sin dirección, en 1995.
En su vida tampoco faltaron los excesos: apuestas, drogas y alcohol. Al menos el último vicio se convirtió en una adicción contra la que aún lucha, desde hace más de dos décadas. Incluso hace cinco años ingresó –por tercera vez- a un centro de rehabilitación en Nueva Jersey. “Dennis ha decidido que es el momento de buscar ayuda para su problema con el alcohol y finalmente llegar a la raíz subyacente (del problema) antes de que sea demasiado tarde”, comunicó Darren Prince, su representante durante las últimas dos décadas, en 2018, luego de volver a dar nuevamente positivo en un control de alcoholemia, como le pasó varias veces antes (1999 y 2003).
En 2016 también había sido arrestado por manejar en contramano y sin registro en una autopista de California. Los descontroles, como se pueden imaginar, fueron parte de su vida. Como cuando se casó con Carmen Electra, la famosa actriz de la serie Baywatch, en noviembre de 1998, en Vegas. Su agente aseguró que lo había hecho completamente borracho y pidió la nulidad de la boda. No fue necesario: ambos se separaron cuatro meses después. “Dennis era muy divertido y la relación estuvo muy buena cuando no llevamos bien. Luego ya fue la peor…”, admitió Electra, quien lo provocaba sexualmente con insultos racistas, según reconoció Rodman en su libro.
Admitió haber estado con al menos 2000 mujeres y sobran las historias lujuriosas. Aseguró que no hubo sala del Berto Center, el centro de entrenamientos de los Bulls, donde no haya tenido sexo y confesó, mientras hacía una nota radial en 2010, que le estaban practicando sexo oral. Ese mismo año acudió a una fiesta y luego de hablarse a los participantes pero, cuando se metió en una habitación con seis chicas, se olvidó de dejar el micrófono. O de apagarlo, en realidad.
Así fue que todos los asistentes escucharon lo que pasó en esa pieza, informó el diario New York Post. Incluso admitió que tres veces se le rompió su pene. "La primera vez estaba en una fiesta en un barco, bebiendo hasta el agua de las macetas, y una chica me propuso ir a su camarote. Y allí estábamos cuando le pareció buena idea que hiciera el salto del tigre. Lo hice a lo bestia, saltó como un loco y de repente había sangre por todos lados.
Ella gritaba ‘oh, te mueres’ y yo le dije ‘no, tranquila, sólo me he partido el pene’. La segunda fue tras un partido con los Rockets, en el que me dieron un pelotazo en la zona. Una chica había volado miles de kilómetros para cenar conmigo. Yo sólo iba a cenar, de verdad. Pero entonces ella sacó unos libros de sexo tántrico y no pude decir que no. Me la partió como una nuez. Ya la tercera fue con mi novia, en una noche de hotel. Terminé en un hospital y los médicos no podían entender como estaba partida”, contó sin pudores.
“Yo estuve varios años a su lado, sabía el estilo de vida que llevaba y pensaba que no llegaría a los 40 años”, opinó Jordan, quien tuvo una relación más fría, más de compañero que lo necesitaba para seguir ganando. Otros, como Isaiah Thomas, líder de los Chicos Malos, se preocuparon más por la persona, al menos en sus palabras.
“Esa vida que llevó tampoco le dio el amor incondicional que siempre buscó. Dennis, en realidad, vivía pidiendo auxilio y no tenía nadie a su lado que lo ayudara”, dijo mientras rompía en llanto en el documental de Dennis en ESPN. Por eso, tal vez también al Gusano le costó ayudar a otro, incluyendo a sus hijos. Rodman abrió su corazón, quizá por única vez en su documental, cuando habló de Alexis (nacida en 1988), DJ (2000, alero de 2m00 que juega en la Universidad de Washington State) y Trinity (2001). “A veces me engaño y me digo que soy un buen padre, pero luego me siento y empiezo a darme puñetazos, porque no hago más que mentirse”, declaró entre lágrimas.
El cine no podía quedarse afuera de su vida. En abril del 97 se estrenó Double Team, una (flojíisima) película de acción protagonizada por Rodman y, nada menos, que Jean Claude Van Damme. De alguna manera hasta en política se metió, lo que le costó muchas críticas en Estados Unidos. Ya retirado, se vio envuelto en un gran polémica por su “amistad” con el presidente norcoreano Kim Jong-un, a quien visitó en numerosas ocasiones, tal vez para hacer negocios a cambio de defender al líder y su sistema. Generalmente, lo que hacía fuera de la cancha, sean excesos, distracciones o gustos poco habituales, no los llevaba adentro. Podía ir de un gran partido a un incidente o escándalo, sin problemas ni bajar su nivel de juego o sentirse afectados. “Fui un trasgresor, tuve excesos, pero nunca dejé de hacer mi trabajo en la cancha”, aseguró en la Argentina.
Justamente, cuando estuvo en nuestro país, mostró su lado sensible, cuando por ejemplo hizo desviar a la comitiva para conocer una villa, de primera mano. Se bajó sin custodia de las camionetas que los trasladaban y charló con algunos vecinos, como pudo. Luego estuvo en dos clínicas en los clubes Nueva Chicago, en Matadores, y Lanús, rodeado de mucha gente, en eventos muy populares como a él le gustan.
Disfrutó del conurbano, en un punto le hacía acordar a su adolescencia en Dallas… Disfrutó la noche porteña pero los que estuvieron con él no tienen dudas qué le interesó más. “Durante toda su estadía, lo que más preguntó fue por el tema social. La mayoría de las preguntas, dudas y demás estaba relacionado con eso. De qué trabajaban los pobres, por qué había tantos cartoneros y esas cosas. Mucho más eso que lo turístico e incluso lo deportivo”, contó Marcelo Endelli, quien fue el fotógrafo de aquella estadía.
Su vida -y su carrera- fueron una montaña rusa de emociones, con momentos felices y muchos otros, tristes. Pero, en el fondo, él mismo quiso enfocarse en la persona, en ese pequeño Dennis que, hablando en el cuerpo del Dennis adulto, deja una frase que resume todo. “Espero que todos, al final, se den cuenta que Dennis Rodman no quería el dinero. No quería la fama. No quería títulos. En realidad, sólo quería que alguien lo cuidara y lo amara”.