Se cumplen 45 años de la masacre del Pabellón Séptimo: un fuego que sigue quemando

65 presos asesinados en la cárcel de Devoto por agentes del Servicio Penitenciario Federal. Una causa investigada como crimen de lesa humanidad que espera fecha para el juicio oral. Canciones, libros y dibujos que rescataron este caso del olvido. Y un puñado de sobrevivientes y familiares de víctimas que claman justicia.

En la mañana del 14 de marzo de 1978, un grupo de agentes del Servicio Penitenciario Federal, a cargo del Ejército, masacró a 65 presos en el Pabellón Séptimo de la cárcel de Devoto, el único penal que hasta el día de hoy sigue funcionando en la Ciudad de Buenos Aires. Muchos de ellos murieron quemados o asfixiados en medio de un incendio del cual no pudieron escapar. Otros, fusilados a quemarropa, mientras intentaban asomarse a los ventanales buscando un poco de oxígeno.

Fue la peor masacre carcelaria de la historia argentina y ocurrió en plena dictadura. Las autoridades del penal y los funcionarios judiciales de entonces le hicieron creer a la sociedad que la montaña de cadáveres era el resultado de un motín en el que los propios presos habían prendido fuego sus camas. Las noticias publicadas por unos cuantos medios cómplices de la Junta Militar no hicieron más que validar la versión oficial. "El motín de los colchones", fue el título que eligieron para encubrir el hecho.

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Años después, con el retorno de la democracia, comenzaron a circular otras voces. A partir de testimonios de sobrevivientes, se supo que todo comenzó con una brutal requisa, mucho más violenta que las habituales. Que los presos se defendieron como pudieron de las cachiporras y lograron que los guardiacárceles retrocedieran. Que luego formaron una barricada con sus camas y colocaron los colchones entre los barrotes de las rejas para cubrirse de las granadas de gases lacrimógenos que les disparaban sus verdugos desde afuera. Y que fueron esas granadas y unos bidones con querosén, que estaban allí para alimentar los calentadores que se usaban en el pabellón, lo que dio origen al fuego.

La gomaespuma de los colchones ardió. En pocos minutos, el pabellón quedó envuelto en llamas y cubierto de un humo negro extremadamente tóxico. Las rejas estaban cerradas con candado. Y los presos, atrapados en ese infierno mortal.

Mientras algunos trepaban a las ventanas o se acercaban a las rejas para poder respirar, el personal penitenciario respondía con balas. No hicieron nada para apagar el incendio. Al rato llegaron los bomberos, pero no los dejaron pasar. "La situación está controlada", les dijeron. El fuego se extinguió solo.

Un crimen de lesa humanidad cometido en el marco del terrorismo de Estado

Este martes se cumplen 45 años de la masacre del Pabellón Séptimo, un caso que todavía sigue impune. La causa, archivada en dos ocasiones como un simple motín (en 1979, en dictadura, y en 1986, en democracia), fue reabierta en agosto de 2014 luego de una odisea judicial emprendida por la abogada y magister en criminología Claudia Cesaroni junto a Hugo Cardozo, uno de los sobrevivientes de la matanza.

Acompañados por un equipo jurídico y un puñado de sobrevivientes y familiares de víctimas, realizaron una serie de presentaciones, hasta que la Sala I de la Cámara Federal ordenó al Juzgado Federal 3, a cargo de Daniel Rafecas, investigar los hechos en el marco de delitos de lesa humanidad. En agosto de 2020, en plena pandemia de Covid-19, la causa fue elevada a juicio oral con cuatro procesados.

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"Al día de hoy estamos esperando que el Tribunal Oral Criminal Federal 5, de una vez por todas, fije fecha para el juicio", explicó a C5N.com Cesaroni, quien además es docente y escritora, autora del libro ‘Masacre en el Pabellón Séptimo’ (2013), un trabajo de investigación que resultó fundamental para la reapertura de la causa.

En el banquillo de los acusados estarán sentados Juan Carlos Ruiz, Jefe de la Unidad Penitenciaria; Horacio Martín Galíndez, Jefe de la División Seguridad Interna de la Unidad; y Gregorio Bernado Zerda, celador. El cuarto procesado, Carlos Aníbal Sauvage, de la Sección Requisa de la cárcel, falleció en 2021 y no podrá ser juzgado.

Vivir para contarlo

Hugo Cardozo tenía 19 años y purgaba una pena por robo de automotor la mañana en la que el fuego arrasó con todo. Cada vez que se aproxima el 14 de marzo, en su mente reaparecen las imágenes de aquel horror.

"Es una angustia enorme que nunca termina, que está ahí, jodiendo siempre, en el medio de todo. No importa si estoy festejando algo o en algún lugar de vacaciones. El tema siempre está ahí, recordándome todo ese dolor, y esa enorme responsabilidad que me cargué sobre mis espaldas cuando prometí que iba a intentar todo para que se haga justicia", relató a este medio.

hugo cardozo Pabellon Septimo

A Cardozo lo persigue "un gran sentimiento de culpa por haber sobrevivido" a la masacre. Hoy, con 64 años, siente que tiene una cuenta pendiente para con aquellos que no tuvieron la suerte de salir vivos, a quienes llama "mis compañeros asesinados".

"Sé que no puedo olvidar un solo minuto de lo que pasó ese día porque, en el momento que me toque estar relatando la masacre frente al tribunal, tengo que acordarme de cada uno de los detalles", señala este hombre, que no ve la hora de que se defina la fecha del juicio y poder cerrar, de una vez por todas, esta etapa tan larga de su vida.

Preso por robarse una Gillette

Nils Yekis Tobares tenía 28 años cuando ocurrió la matanza del Pabellón Séptimo. Estaba casado con Raquel y tenía dos hijas: Marisol, de 1 año, y Marina, de 2.

Era fisicoculturista, le gustaba andar en moto y trabajaba como operario en Gillette. Un día cometió la tontería de robarse unas maquinitas de afeitar y fue a parar un tiempo a Devoto. Nils estaba por salir bajo fianza, pero lo mataron en la cárcel.

"A mi papá no lo conocí, no tengo ningún recuerdo de él, solamente tengo fotos", relató Marina Tobares, que hoy tiene 47.

"Es muy doloroso, yo lo vivo así. A mí me mataron a mi papá, me lo arrebataron de mi vida. Me tuve que criar sin él. Se siente muchísimo la ausencia de un padre", remarcó.

Marina repite una y otra vez que fue una masacre, no un motín: "Entraron a matarlos". Y espera que este año finalmente se realice el juicio oral, que haya una condena para los acusados y una reparación por parte del Estado para los sobrevivientes y familiares de las víctimas.

"Pasaron tantos años que es como que uno ya no cree, pero no pierdo ni la esperanza ni la fe. A todos nos quema y nos duele. Aunque hayan pasado muchos años, fue algo muy trágico para los familiares", reconoció

Cuando el arte ataque

Aquella mañana del horror, en el Pabellón Séptimo de la cárcel de Devoto había 161 presos alojados. Todos por delitos menores o por simples razzias policiales. Uno de ellos era Luis María Canosa, un joven de La Plata que había caído por tenencia de drogas y estaba detenido a disposición del Poder Ejecutivo .

Luis María era cantante. En la década del ’70 había formado el grupo Dulcemembriyo junto a Federico Moura y Daniel Sbarra, quienes se reencontrarían en Virus años después.

dulcemembriyo

Canosa, además, era amigo del Indio Solari, quien le dedicó Toxi-Taxi, la canción que abre el cuarto disco de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, La mosca y la sopa, publicado en 1991.

“Te tenemos allí, abandonado allí / preso como un animal (como un animal feroz) / así las cosas, la fiera más fiera, ¿dónde está?”, dicen los primeros versos. En otra estrofa, hace mención a “un sueño con Luis María / muerto cuando me decía: / Cada día veo menos… ".

Canosa también fue asesinado por los agentes penitenciarios. Tenía 23 años y un hijo muy pequeño.

Hay otra canción del Indio Solari que habla de la masacre de la cárcel de Devoto de una manera mucho más explícita y que resultó clave para aportarle visibilidad al caso. Se llama Pabellón Séptimo (relato de Horacio) y fue publicada en su primer disco solista, El tesoro de los inocentes (Bingo Fuel), grabado junto a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado y lanzado en 2004.

A través de su poesía, el ex cantante de los Redondos describe con precisión lo ocurrido aquella mañana del 14 de marzo de 1978. 'El Cebolla', a quien menciona en la canción, era Pablo Menta, un preso que prefirió suicidarse antes que padecer aquel infierno.

Pabellón Séptimo [Relato de Horacio] - (El Tesoro de los Inocentes) - Animado por Serafín

El Indio se inspiró en el relato que Horacio Santantonín, compañero de causa de Menta, le brindó a quien entonces era su abogado, Elías Neuman, el criminólogo platense que llegó a ser considerado uno de los mayores penalistas de Iberoamérica.

Neuman publicó el testimonio de Santantonín en su libro Crónicas de muertes silenciadas (1985), el mismo que motivó a Claudia Cesaroni a querer rescatar este caso de los archivos judiciales.

Por su parte, el videoclip de la canción que puede verse en YouTube fue animado con ilustraciones del dibujante e historietista Pablo Guillermo Serafín que pertenecen al libro La vida es una misión secreta (2021), del propio Solari.

Para apoyar la lucha de los sobrevivientes, el artista plástico Ricardo Cohen, el histórico diseñador de las tapas de todos los discos de los Redondos, conocido popularmente como Rocambole, le regaló a Hugo Cardozo una ilustración de una mano asomando entre los barrotes, que se convirtió en el logo de la causa y en la portada del libro de Cesaroni.

Los libros, las canciones y los dibujos como testimonio de la historia.

¿Hubo más muertos en el Pabellón Séptimo?

En noviembre de 1991, siete presos se fugaron de la cárcel de Devoto a través de un túnel cavado por ellos mismos que desembocaba en la calle. A los pocos meses, y desde la clandestinidad, uno de los fugados le concedió una entrevista al periodista Ricardo Ragendorfer, que fue publicada en junio de 1992 en la revista Página/30. En esa nota, el fugitivo reveló que, durante la construcción del corredor subterráneo, habían encontrado accidentalmente una fosa común con restos humanos.

El supuesto hallazgo alimenta la hipótesis de que los muertos en el Pabellón Séptimo fueron más de los que figuran en la causa. "Yo sé que hubo más. Se aproximan tranquilamente a los 90", arriesga Cardozo.

Ragendorfer se presentó como testigo en el juzgado y declaró ante Rafecas lo que le habían contado. Lo mismo hizo Oscar 'La Garza' Sosa, otro de los protagonistas de aquella fuga, quien señaló la ubicación exacta del túnel.

"Pedimos que se haga una prueba de geolocalización con radar para ver si en ese lugar hay restos humanos y todavía no logramos que la pericia se realice", explica Cesaroni.

Cardozo cree que la justicia descartó la posibilidad de querer encontrar esos restos simplemente porque no se trata de presos políticos: "Al ser presos comunes, nos bajaron el precio".

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