Misterio sin resolver: robaron las joyas de la corona de Irlanda y 120 años después aún no se sabe cómo sucedió
A pesar de las múltiples investigaciones oficiales, los informes confidenciales y las teorías que surgieron con el paso del tiempo, el misterio permanece intacto.
Los detalles sobre el robo más grande que aún no tiene culpables confirmados
El caso reúne elementos de intriga política: símbolos reales, sospechas internas y una investigación cuestionada.
Las joyas pertenecían a la Orden de San Patricio e incluían piezas de oro y gemas preciosas. En 1903 fueron trasladadas a una cámara fuerte en el Castillo de Dublín, considerada altamente segura.
El 6 de julio de 1907 se descubrió su desaparición sin daños visibles, lo que apuntó a complicidad interna; Sir Arthur Vicars fue responsabilizado, aunque sin pruebas concluyentes.
Las joyas nunca reaparecieron en ningún circuito, convirtiendo el robo en uno de los misterios históricos más duraderos de Irlanda.
Más de un siglo después, uno de los robos más enigmáticos de Europa sigue sin tener una respuesta clara: la desaparición de las joyas de la corona de Irlanda. El caso, ocurrido en 1907 dentro del mismísimo Castillo de Dublín, continúa desconcertando a historiadores, fuerzas de seguridad y especialistas en patrimonio.
El botín, valuado en su época en más de 50.000 libras (una suma extraordinaria para aquel entonces) incluía piezas únicas destinadas a ceremonias oficiales de la Orden de San Patricio. Lo inquietante no fue solo el robo, sino la audacia de quien o quienes lo cometieron. Este enigma dio pie a especulaciones que van desde una conspiración dentro del propio gobierno hasta la participación de altos funcionarios.
Cómo fue el caso del robo a la corona irlandesa que sigue siendo un misterio
Robo corona irlandesa
La historia reúne todos los elementos de un enigma digno de una novela: objetos monárquicos cargados de simbolismo, figuras de alto rango bajo sospecha, una investigación que no llegó a buen puerto y la percepción de que hubo manos influyentes que intervinieron para encubrir lo ocurrido.
Las Joyas de la Corona Irlandesa pertenecían a la prestigiosa Orden de San Patricio e incluían collares de oro, cruces esmaltadas y, especialmente, el Gran Collar y la Estrella de San Patricio, adornados con diamantes, rubíes y esmeraldas.
En 1903, bajo el argumento de reforzar su protección, el tesoro fue trasladado al Castillo de Dublín y guardado dentro de una caja fuerte en la Torre de Bedford. El sitio parecía inexpugnable, hasta que la realidad lo desmintió. La mañana del 6 de julio de 1907, pocas horas antes de la llegada del rey Eduardo VII, se descubrió que la cámara estaba vacía: las joyas habían desaparecido sin señales de violencia, lo que sugería acceso con llaves o ayuda desde adentro.
El responsable formal del resguardo era Sir Arthur Vicars, guardián del tesoro desde 1893. Fue acusado de actuar con descuido y separado de su cargo, aunque nunca se probó su participación directa.
El escándalo político estalló de inmediato: mientras algunos sostenían que el robo era una maniobra de nacionalistas irlandeses para avergonzar al gobierno británico, otros apuntaban a una posible intervención de las propias autoridades inglesas. Se habló incluso de un intento deliberado por minimizar el caso para no comprometer la reputación de la monarquía, lo que habría llevado a encubrir pistas y centrar toda la culpa en Vicars.
Lo más sorprendente es que, tras el robo, las joyas se volatilizaron por completo. Nunca reaparecieron en el mercado ilegal ni en colecciones privadas, algo inusual para piezas de semejante valor histórico y económico. A diferencia de otros tesoros robados, que suelen resurgir con el tiempo, este conjunto desapareció para siempre, alimentando un misterio que sigue sin respuesta más de un siglo después.
Hoy, a 120 años del incidente, la desaparición de las joyas aún intriga a Irlanda y atrae a miles de curiosos e investigadores. Documentales, archivos desclasificados y nuevas teorías mantienen vivo uno de los casos no resueltos más fascinantes del país.