La historia de amor de una pareja que separó la muerte, por muy poco tiempo

Los enamorados construyeron una vida juntos basada en el amor y la lealtad, y tras casi ocho décadas de matrimonio, nada logró separarlos.

Esta historia conmovió por completo a los internautas y se hizo viral en las redes sociales. Se trata de una pareja de ancianos que compartieron toda una vida juntos y se fueron casi al mismo tiempo.

Todo comenzó en 1941, en una iglesia repleta de gente donde solo se escuchaba el sonido del sermón, pero Hubert Malicote, de 19 años, apenas prestaba atención. Sus ojos se detuvieron en una joven de cabello oscuro, sentada unas filas adelante. En un momento, ella giró la cabeza y le sonrió. Fue solo un instante, pero suficiente para sellar este vínculo.

Después del servicio, como era costumbre, los jóvenes estadounidenses caminaron hasta la heladería del pueblo. Hubert se las ingenió para quedar cerca de ella, escuchar su risa, encontrar cualquier excusa para alargar la conversación. No había autos esperándolos afuera, no había prisa. Se despidieron sin promesas, pero él ya había decidido volver el domingo siguiente.

HUBERT Y JUNE

La historia de amor de Hubert y June

Las semanas pasaron con la expectativa normal de los primeros amores. Se sentaban juntos, se buscaban con la mirada. Su primera cita oficial fue en la feria del condado, entre luces parpadeantes y el olor del algodón de azúcar. Cuando Hubert la acompañó a casa esa noche, su corazón latía con fuerza. Se sentía torpe, inexperto, pero ella estaba ahí, con su vestido rojo, mirándolo con dulzura. Se inclinó y la besó. Y después, sin saber cómo reaccionar, salió corriendo.

Durante una semana entera, se preguntó si ella pensaría que era un idiota. Cuando la vio nuevamente en la iglesia, ella simplemente le sonrió. No hubo reproches. No hubo rencor. Un año después, el mundo estaba en guerra y Hubert decidió alistarse en la Marina.

Era noviembre de 1942 cuando partió a su entrenamiento en Illinois. Mientras tanto, June trabajaba en una fábrica de maquinaria en Ohio. No podían verse, solo escribirse cartas que tardaban semanas en llegar. Fue en una de esas cartas cuando tomaron una decisión: se casarían antes de que él partiera definitivamente.

El matrimonio no tuvo grandes preparativos, viajaron a Indiana para hacerse el examen de sangre obligatorio y, al día siguiente, regresaron a su iglesia para casarse. June usó un vestido prestado y confeccionó su propio ramo con las rosas del porche del templo. Hubert, vestido con su uniforme, la miró con la certeza de que, sin importar lo que pasara, siempre volvería a ella.

Y después vino la separación, Hubert fue enviado a Pearl Harbor, donde trabajó en el mantenimiento de torpedos y submarinos. No podían hablar por teléfono ni enviar telegramas que revelaran su ubicación. Pero él encontró la manera de hacerle saber dónde estaba.

La guerra terminó en 1945, en la estación de Anderson, Indiana no había multitudes en el andén, ni pancartas, solo una mujer. June, vestida con su mejor ropa, caminando junto a las vías. El conductor del tren lo miró y le dijo: “Esa chica está esperando por ti”. Hubert bajó con prisa. Ella estaba ahí. Como siempre.

Construyeron su hogar en un rancho de cinco acres en Hamilton, Ohio. Tuvieron tres hijos: Jo, Sam y Theresa. Hubert trabajó en una fábrica de cajas fuertes hasta su retiro en 1990; June dirigía el coro en la iglesia. Criaban gallinas, cultivaban sus propios vegetales, vivieron una vida simple y tranquila.

Hubert y June

El final conmovedor de esta historia

Cada noche, sin excepción, se daban un beso antes de dormir. Cada mañana, al despertar, sonreían al verse. En 2022, ambos cumplieron 100 años. Para celebrarlo, la iglesia donde se conocieron organizó una gran fiesta con 130 invitados. Comieron pastel, rodeados de hijos, nietos y bisnietos.

June comenzó a debilitarse después de sufrir varios derrames cerebrales. En noviembre de 2022, poco después de Acción de Gracias, su cuerpo ya no resistía más. Fue ingresada en un hospicio. Cuando Hubert vio que su esposa se iba, algo dentro de él se rompió.

El hombre que había construido su hogar con sus propias manos, que había esperado pacientemente el final de la guerra para reunirse con ella, simplemente no podía concebir la vida sin June. En la habitación del hospital, la respiración de June era leve, apenas un susurro. Hubert se quedó a su lado, sosteniendo su mano hasta su muerte. Veinte horas después, el 1 de diciembre, Hubert lo siguió. Se fueron juntos, como siempre habían estado.

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